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Los calabozos de La Romareda, esa llamativa dotación del viejo estadio que dice adiós

En diferentes épocas del estadio, en la zona del Fondo Sur que linda con la Tribuna de General (Este), existieron varias celdas destinadas a los posibles detenidos que pudiese haber en los partidos. Modernizadas para el Mundial 82, desaparecieron a finales de los 90.

Parte exterior del Fondo Sur, medianil con la Tribuna de General (Este), donde estuvieron los calabozos del estadio. Se aprecia una puerta tabicada que fue la del acceso directo a ellos en su día.
Parte exterior del Fondo Sur, medianil con la Tribuna de General (Este), donde estuvieron los calabozos del estadio. Se aprecia una puerta tabicada que fue la del acceso directo a ellos en su día.
Tino Gil/Real Zaragoza

La quinta y última instalación de obra relevante y con vocación de fija que existió en el estadio de La Romareda, además de la casa del conserje, los vestuarios históricos, las oficinas del club y la lavandería, fueron unos calabozos. Así conocidos en el ámbito del club desde su construcción. 

En efecto, el campo de fútbol de Zaragoza tuvo unas celdas ubicadas en la confluencia del Fondo Sur (el primero que va a caer con las obras de reconstrucción que empezarán en julio de este 2024) con la Tribuna de General (Este), en la esquina de la calle Jerusalén con el Paseo de Isabel la Católica, por lo tanto. Fue un lugar bastante disimulado, poco publicitado, para la mayoría de los habituales al estadio desconocido. 

La puerta de acceso directo a la zona de los calabozos desde la calle Jerusalén se aprecia tapiada desde hace años.
La puerta de acceso directo a la zona de los calabozos desde la calle Jerusalén se aprecia tapiada desde hace años.
Tino Gil/Real Zaragoza

Cuentan los más viejos del lugar que ya existió esa dotación en 1957, cuando el recinto se inauguró. Entonces sí que se colocaron arquitectónicamente en la zona baja de la General de Pie, en esa misma área de la pastilla del estadio. Por allí pasaron alborotadores, desbocarrados y algún incumplidor (periodistas incluidos) de la ley del régimen de la dictadura. 

Eran unas pequeñas celdas, con sus verjas de rigor, en las que la Policía (denominada Armada, hasta la llegada de la democracia a finales de los 70, Nacional desde ese momento) dejaba retenidos a los que se llevaba de las gradas cuando se pasaban de la raya de las leyes de cada momento, antes de llevarlos a comisaría para declarar, hacer efectiva la denuncia y el pago posterior de la sanción que fuera menester. 

Cuando el estadio se amplió justo antes del Mundial España 82, en las tripas del Fondo Sur, en el rincón que hacía de medianil con la General, se diseñaron unos modernos calabozos, según ordenaba la FIFA (organismo mundial del fútbol profesional) para los grandes eventos. Y allí estuvieron, con sus barrotes, bancos de madera y cierres de llavín a la antigua usanza, hasta que fueron derogados en su uso, deteriorados, bien entrados los años 90, tras dar el mismo servicio cuando La Romareda fue subsede de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. 

Allí cabían, por separado, hasta 5 detenidos. En el recibidor, había una pequeña sala con cuatro sillas donde se adelantaban los interrogatorios y se ponía en situación a los detenidos, si era menester. Hay informaciones contradictorias sobre el uso -o no- en esta época moderna. Unos quieren recordar que en la carga policial del día de la semifinal de la Recopa contra el Chelsea de Londres (la de dentro del graderío, que antes de partido hubo otra en la replaceta de Rogelios), a los cabecillas ingleses se los pasó un rato por ahí. Otros dicen que nunca nadie entró a estas celdas porque, cuando hubo detenidos (Boixos Nois del Barcelona, Ultra Sur del Madrid y participantes en algaradas diversas durante los años en vigor del rincón del orden) fueron metidos directamente en las furgonetas y trasladados 'ipso facto' a las dependencias de la Policía en la ciudad. 

Ahora que el Fondo Sur va a desaparecer, con él solo se irá el espacio donde estuvieron los calabozos. Porque estos hace casi tres décadas que no existen. Solo queda su recuerdo para quiénes los conocieron o supimos de ellos. Una puerta tabicada al exterior. Una pared que ha servido de separador para que no se vieran los días de partido las herramientas y máquinas de los jardineros y el conserje que allí se han guardado largo tiempo. Y nada más. Pero, al menos, que quede constancia que la vieja Romareda, como lugar de espectáculos de masas durante 67 años, contó con su cárcel temporal a instancias de la autoridad competente. Y estuvo ahí, en ese rincón concreto. 

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