gastronomía

Cierra Gran Venecia, el bar de Zaragoza de los huevos campaneros y las anchoas insumisas

El barrio de Torrero despidió entre lágrimas los días en este bar, que se fundó con vistas a los vestigios del antiguo campo de fútbol.

Cierra Gran Venecia, un bar con medio siglo de trayectoria en el barrio de Torrero de Zaragoza.
María Jesús y Angelines Cano Sancho y Miguel Ángel y Vicente Pérez Clavo.
Guillermo Mestre

Unas anchoas bien apañadas. "Estas son las últimas del Gran Venecia", se escucha con el plato encima de la barra. Este bar del barrio de Torrero de Zaragoza apagó las luces definitivamente el pasado viernes. Ahora, su nombre comparte chaflán con el cartel que anuncia su venta. El silencio se apodera del local de la calle de Lasierra Purroy, la barra está totalmente vacía y las cámaras ya están apagadas.

En la oscuridad y entre sus mesas se conservan los recuerdos de dos familias que, en realidad, son una. María Jesús y Angelines Cano Sancho son hermanas y también cuñadas. Igual que Miguel Ángel y Vicente Pérez Clavo. Y no solo eso, sino que entre ellos son matrimonio y cuñados. En resumen, son dos hermanos casados con dos hermanas, o viceversa, que se jubilan.

"Solo vengo a daros un abrazo, me habéis dejado muy triste"

"Ha sido toda nuestra vida", confiesa Miguel Ángel, con los ojos vidriosos. En ese momento se escucha la puerta. No hace falta que digan que está cerrado, no es ningún vecino despistado: "Solo vengo a daros un abrazo, me habéis dejado muy triste". Poco a poco, clientes y proveedores se enteran por el boca a boca del cierre y aprovechan que la persiana está a mitad para entrar por última vez al Gran Venecia.

El pasado viernes estuvo repleto de "emociones encontradas", aseguran los cuatro. "Nosotros no parábamos de llorar y los clientes igual, todos como magdalenas", cuentan todavía con el vello de punta. Se emocionan todavía más cuando recuerdan a todos esos vecinos mayores que les preparaban la comida a diario y que encontraron en este bar un hogar donde compartir su vida. "Les trituraban hasta la comida cuando ya podían, les trataban como a sus propios padres", destaca un cliente.

"La clave es que hemos sido muy familiares, en todos los sentidos"

"La clave es que hemos sido muy familiares, en todos los sentidos", responden con una sonrisa de satisfacción. En la pandemia estuvieron nueve meses cerrados y, cuando regresaron, todos sus clientes volvieron a brindar. Aseguran que también han cuidado a sus trabajadores, que en algunos momentos han tenido hasta a nueve contratados además de ellos cuatro. Claro, no cerraban ni fines de semana ni festivos.

"¡La última semana hice setenta huevos campaneros! Era una base de patatas laminadas fritas, langostinos, pimentón y encima unos huevos fritos", desvela Angelines. Ese era uno de los emblemas del Gran Venecia, junto con las anchoas. "Teníamos las nórdicas, con hielo y limón, que nos inventamos nosotros y luego se han visto en más sitios; las de Barbate, con pimiento rojo; y, las insumisas, que preparaban con un picadillo y que se servían a aquellos que no hacían la mili y visitaban la cárcel de Torrero", cuentan. También las tortillas de patatas, los huevos gamba y con gabardina. Y el marisco, que traían directamente de Galicia: ostras, gambas, cigalas, percebes...

"Aquí a todo el mundo se le trataba por su nombre y ellos a nosotros también"

La variedad en la barra se completaba con el menú, con cuatro primeros y cuatro segundos. Cocina casera como lentejas, carrilleras al vino tinto, judías pochas o cocido cada jueves. Sea cual fuera la receta, el servicio personalizado estaba asegurado: "Aquí a todo el mundo se le trataba por su nombre y ellos a nosotros también".

Estos dos matrimonios solo tienen palabras de agradecimiento para todos. Vecinos de Torrero, venidos de otros barrios de la ciudad, de pueblos, políticos, periodistas, personas del mundo de la cultura... "Aquí ha estado Chenoa, las Supremas de Móstoles o Mercedes Milá, que se comió un cocido -recuerdan entre risas-. Marujita Díaz no llegó a venir, pero le preparamos un whisky con Coca Cola para llevar".

La historia del Gran Venecia

La historia del Gran Venecia comenzó en la plaza de las Canteras del mismo barrio, cuando los padres de Miguel Ángel y Vicente cogieron las riendas del bar El Pescador a principios de los 60. Posteriormente pasó a llamarse Gran Venecia y cambió de ubicación a la cercana calle de Jenaro Checa. El tiempo pasó y tomaron el relevo sus hijos, a los que se unieron sus parejas. "Yo trabajaba en el estanco de al lado y Vicente se enamoró de mí", dice entre risas Angelines. Y, después, surgió el flechazo entre Miguel Ángel y María Jesús.

El Gran Venecia estuvo en Jenaro Checa durante 25 años y hace 27, estas dos parejas de hermanos decidieron independizarse y levantar la persiana de este nuevo Gran Venecia, pero en esta ocasión en Lasierra Purroy. "Cuando llegamos, el edificio de la acera de enfrente todavía no existía y estaban las gradas del antiguo campo de fútbol del Real Zaragoza y la calle era un camino sin asfaltar", rememoran a la vez que muestran algunas fotografías en tono sepia. No obstante, en la localización primitiva continúa un bar del mismo nombre que regenta otra de las hermanas Cano Sancho.

El típico gondolero, de camiseta de rayas y sombrero de ala plana, es el logo que caracteriza a este bar. María Jesús, Angelines, Miguel Ángel y Vicente lo han visto durante décadas, pero siempre en foto. Ahora tienen un deber pendiente: viajar a Venecia para celebrar la jubilación.

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