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El novato que aprovechó la oportunidad: Liso, el juvenil se hace mayor

Hace exactamente un año la inmensa mayoría del zaragocismo supo en San Pedro del Pinatar que había un chaval en las categorías inferiores que venía como un tiro hacia el primer equipo. 

Liso, el año pasado y actualmente, en el mismo lugar: San Pedro del Pinatar (Murcia), con el primer equipo del Real Zaragoza en pretemporada.
Liso, el año pasado y actualmente, en el mismo lugar: San Pedro del Pinatar (Murcia), con el primer equipo del Real Zaragoza en pretemporada.
Pascual Méndez/LOF

Adrián Liso es el paradigma del crecimiento súbito, veloz y controlado de uno de los jóvenes del fútbol base del Real Zaragoza.

El canterano está pisando de nuevo suelo de San Pedro del Pinatar (Murcia) y del Pinatar Arena, sede de la concentración estival del cuadro zaragocista nuevamente en este verano de 2024 y donde ya estuvo en 2023: su eclosión, su nacimiento en el conocimiento de su nombre, su apellido, sus gestos y su figura futbolística llegó para la inmensa mayoría del zaragocismo precisamente en estos escenarios del Mar Menor hace apenas 12 meses. 

Las dos fotos que acompañan esta pieza son de Liso en el Pinatar. Una, en julio de 2023. La otra, ahora, en julio de 2024. Es un ejemplo claro de lo que puede cambiar la vida de un muchacho aspirante a ser profesional del fútbol en un año natural, el que lo ha llevado desde los 18 hasta los 19 años de su tierna juventud. Se trata de estar en el momento adecuado en el sitio oportuno. Y tener acierto.

En edad juvenil aún el curso pasado, Liso acabó siendo titular fijo en el primer equipo cuando, con la llegada de Víctor Fernández en los últimos 12 partidos de liga para tratar de eludir el firme peligro del descenso, la vida estaba en juego. Liso había pasado desapercibido antes para Fran Escribá y Julio Velázquez, los dos primeros entrenadores de ese triste episodio 23-24. Cierto es que Escribá es quien lo tuteló en la pretemporada en San Pedro del Pinatar, pero luego despreció su concurso por completo. 

Lo del verano fue una de esas cuitas que tantas veces se han dado con el paso de las décadas en el Real Zaragoza, lo de llevar a una estadía foránea a varios jugadores del equipo B o del juvenil para dar color y ambiente veraniego a esa fase de trabajo grupal. Uno de esos gestos que antes tenían en bastantes casos más de capricho y añadido ornamental de los viejos entrenadores y que, en la modernidad, suelen venir dotados también gotas de compromisos con los agentes de representación y de obligaciones asumidas por los responsables de la academia (Ciudad Deportiva, cantera) a la hora de captar a algún futbolista, ya sea de Aragón o venga de fuera. 

Liso era en julio de 2023, hace solo un año, un pipiolo, un becario, un aprendiz, un pardillo entre un montón de veteranos profesionales. Solo el acompañamiento de otros chavales como él, algo más mayores todos, casos de Aragüés, Cortés, Vaquero, Cuenca, Juan Sebastián..., le hizo sobrellevar los 8 días en Murcia con cierta toma a tierra, con referentes a los que seguir para no verse desplazado o fuera de sitio.  

Cuajó buenos partidos, en los ratos que le dio Escribá, contra el Murcia, el Cartagena y el Stade Reims, de Primera División de Francia. Se dejó notar. Ya quiso dejar patente que aquella frivolidad de traerlo a la pretemporada murciana no era una cuestión accesoria para él. El educando quería ser maestro en el futuro. Y en ello está. 

Liso ha vuelto al lugar de los hechos. Aquí en Murcia su nombre se metió en el cerebelo de miles de zaragocistas. Había un tal Liso en el juvenil al que el club le había dado la oportunidad de hacer la pretemporada con la primera plantilla. Ahora, 365 días de aquella 'boutade' de algún dirigente, Liso ha retornado al escenario de su puesta de largo como uno más del grupo profesional. Un cortometraje que es una metáfora de la vida. 

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