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El estreno de la Tribuna de Gol Sur, en el salto de los años 70 a los 80 del siglo pasado

Entre 1979 y 1980 se pusieron en uso las tribunas superiores en ambos fondos, en la única ampliación de La Romareda desde su construcción en 1957. Nació así un lugar más cómodo, con mayor espacio entre filas, que sedujo a miles de zaragocistas.

Anverso de la tarjeta de socio de la temporada 79-80 (izda.) y dos reversos del paso del Gol Sentado (abajo) a la Tribuna de Gol Sur en las dos campañas siguientes, una vez construida esta última.
Anverso de la tarjeta de socio de la temporada 79-80 (izda.) y dos reversos del paso del Gol Sentado (abajo) a la Tribuna de Gol Sur en las dos campañas siguientes, una vez construida esta última.
FJGV

Acababa la década de los 70 del siglo pasado (hace 46 años) cuando las obras de construcción de las dos tribunas superiores de los dos fondos de La Romareda, Norte y Sur, se ponían en uso tras un trienio de obras. Faltaban más de dos años para el Mundial de España'82, en el que el estadio zaragozano fue sede y acogió tres partidos. 

El campo de fútbol de Zaragoza afrontó así la única remodelación real que ha vivido desde que se levantó y estrenó en 1957. Los dos graderíos de detrás de ambas porterías, que nacieron recortados a un solo anfiteatro, cuando las dos tribunas largas de banda tenían dos, se igualaron así en altura y experimentaron un cierre perfecto del coliseo, totalmente igualado en sus dimensiones perimetrales en los cuatro lados del rectángulo de su pastilla urbanística. 

Además, la obra contempló la implantación del tejado que cubriera esas dos partes superiores, continuidad de la única cobertura con la que se dotó a La Romareda en el 57, la de la Tribuna Cubierta (llamada así desde siempre por esa singularidad en su calidad de servicio). Para que todo quedase uniforme, la reestructuración del campo también necesitó de la construcción del mismo tejadillo en la Tribuna de General, la de enfrente de la principal, la de 'la Casa Grande', la Este, la del Paseo de Isabel la Católica, que estuvo en sus primeros cuarenta y tantos años de vida al albur de la lluvia, el sol y la nieve, cuando tocó. 

Uno puede hablar en primera persona de aquel momento mágico de lo que, en puridad, fue la ampliación de La Romareda. Como entonces había dos grandes graderíos en los que las localidades eran de pie (el Gol de Pie y la General de Pie, partes bajas del Fondo Norte y de la Tribuna Este), la capacidad pasó de unos 30.000 espectadores a 42.500. Esos espacios de pie eran como el chicle, por lo que en días de máxima demanda, en los partidos grandes, se podían vender hasta 45.000 billetes. Y se hizo.

En la época infantil, el fútbol de quien suscribe este ejercicio de memoria histórica discurrió durante unos años en el Fondo Sur, siempre en compañía de mi padre, nunca en los quesitos de los córneres donde coexistían las localidades Infantiles. Primero todo discurrió abajo, en el llamado popularmente Gol Sentado (en las tarjetas de abono, como se ve, su denominación era Asiento de Gol). Y, cuando se estrenó, en la parte más alta, casi rozando el techo metálico granate de la espectacular Tribuna de Gol Sur. Así, hasta la marcha fuera de Zaragoza para estudiar y, una vez regresado, pasando a ocupar ya un lugar de trabajo en la tribuna de prensa cada día de partido, hasta hoy.

Es el Gol Sur el que va a ser derribado el primero en la construcción de la nueva Romareda. Le ha tocado, por el orden así establecido por los arquitectos, ser el primer objeto de despedida, un desgarro en el corazón de quienes crecimos desde niños en esos metros cúbicos de hormigón (lo de las butacas de plástico llegó muchos años después). Ahí vivimos cientos de partidos de liga, Copa, competiciones europeas, torneos Ciudad de Zaragoza, amistosos, del filial (Deportivo Aragón), de la selección española (absoluta, sub 21, olímpica y juvenil), de la selección de Aragón. El cerebro insinúa que es un listado infinito, queriendo mitificar tantos ratos ahí, con tantos amigos (varios ya no están para rememorarlo), familiares, vecinos de localidad. 

Una localidad en la parte de abajo costaba, en el momento en el que apareció la oferta de la tribuna recién creada arriba, 6.090 pesetas anuales. Al cambio de hoy, serían algo más de 36 euros. Entonces, con aquel valor del dinero, era una cantidad importante. 

Cuando se inauguraron las Tribunas de Gol, su precio fue de 12.600 pesetas (75 euros y algunos céntimos de hoy). En la zona Sur, algo más de el doble costaba el fútbol en el estrato superior que en la zona 'vieja' inferior.

La comodidad, el espacio, lamín de la Tribuna de Gol

Muchos miles de socios se decantaron por irse a lo moderno. La razón principal que arrastró a la mayoría fue la comodidad. El espacio entre las filas era prácticamente el doble que en las tribunas antiguas, las que datan de 1957. La gente podíamos estirar las piernas sin el impedimento de los banquitos de hormigón que caracterizaron a La Romareda hasta que las butacas se colocaron en toda su extensión (esos poyetes siguen intocados, las sillas se colocaron encima). Ahí se sentaba el público en sus almohadillas, aquellas gruesas, acolchadas y con el exterior de material (cuero o similar), que lanzadas con fuerza al campo eran auténticas armas arrojadizas y origen de más de una suspensión de partidos, aquí y en otros lugares del país. 

En las nuevas zonas de graderío, en mi Tribuna de Fondo Sur, ya no había banquitos de cemento. Todo era liso y laso. Plano. Y se podían cruzar las piernas por la rodilla. Una gozada. Además, ver el fútbol al menos con 10 metros más de altitud sobre el nivel del terreno de juego, permitía una perspectiva excelente de las acciones, especialmente las más alejadas. Siempre se dijo que en La Romareda se ve el fútbol bien desde cualquier localidad, cualquier ubicación. Aquella construcción de los fondos altos le dio más riqueza y veracidad al aserto. Hubo gente, acostumbrada a ver los partidos desde un lateral (siempre considerado algo más natural) que desechó tal opción y apostó por adaptarse a la panorámica de los fondos simplemente por este hecho del confort, que fue superlativo

Días y detalles únicos e inolvidables en el Fondo Sur

En mi Fondo Sur vi toneladas de goles del Real Zaragoza. Partidos marcados a fuego en el alma. Voy a recordar solo algunos con vocación de singulares, para no repetir lo más manido de lo ya reseñado en las últimas horas.

El primero que me surge a bote pronto es el tanto de Arrúa al Alavés, de córner directo, que fue el 1-0 del 23 de abril de 1978 con el que el Real Zaragoza ascendió matemáticamente a Primera División tras uno de aquellos anómalos descensos (el de los Zaraguayos) que solo duraban, en aquellas décadas, un solo curso en Segunda. Otro, de Víctor Muñoz, con la ayuda del toque del defensor Sanjosé tras su duro disparo desde fuera del área, que supuso el 1-0 ganador sobre el Real Madrid el año siguiente, de nuevo en la élite. O aquel histórico, por histriónico, gol de penalti marcado por el portero zaragocista Chilavert a la Real Sociedad (a González), que fue el 2-0 segundos antes de la charlotada del guardameta paraguayo que fue batido por Goikoetxea desde medio campo segundos después por entretenerse en volver saludando al graderío desde mi portería Sur camino de la del Fondo Norte. O uno del recordado Violeta  al Borussia Moonchengladbach alemán en la Copa de la UEFA de 1975, que fue el 1-0, un espejismo porque el gran equipo teutón, campeón de todo, acabó volteando y ganando en nuestra casa. Son piezas que transportan a un maduro muy maduro a su etapa más infantil y naciente de la vida futbolística. 

En estas tribunas nuevas, en el Fondo Sur, con el presidente Armando Sisqués (quien regía cuando se hicieron las obras) fueron habituales grupos de estudiantes universitarios a los que la directiva 'regalaba' paquetes de 200 entradas a precios baratísimos cada jornada para dar color y ánimo. Se ubicaban en la curva de la calle Jerusalén con Isabel La Católica, donde más claros había en el elenco de socios. Los de medicina venían con sus batas blancas. Los de veterinaria o derecho eran menos originales pero igualmente ruidosos. También hubo en aquellos primeros 80 espacio para invitaciones a las peñas pilaristas, que tenían que traer sus charangas. También se las colocó en la Tribuna del Gol Sur, con un creciente volumen de críticas por las molestias que ocasionaban a los más puristas del balompié. No se quería asemejar los partidos a las corridas de toros o a las fiestas rurales. Y aquello duró poco. 

Finalmente, por poner ya el corolario a un torbellino de recuerdos imparable, quiero hacer un homenaje a la cultura de la fiambrera, el termo, la bota de vino y los bocadillos de medio metro de pan que, de modo masivo, llevaban (llevábamos) los aficionados zaragocistas a La Romareda en las tardes y noches de fútbol año tras años. Era poco y ordinario lo de la tortilla de patata o el jamón. La facilidad que dio tener espacio donde maniobrar y dejar los enseres, hizo que muchos apostaran por ensaladas ilustradas, las magras con tomate y otras muestras de 'gourmet' que dieron vida a los descansos de cada partido (especialmente, los nocturnos, de Copa, europeos, o los adelantados a los sábados por la televisión). Aquello fue una ceremonia durante decenas de temporadas, un rito que la modernidad abolió. Como el olor a tabaco (puros y farias) y ese humillo 'smog' que envolvía como un hongo la caperuza del estadio. 

Todo esto es mi Fondo Sur. El de miles y miles de zaragocistas que peinan canas o no peinan nada por ausencia de materia prima. 

Este domingo se me escapará una lágrima. O muchas. La edad acentúa los sentimientos. Y cuando uno lleva desde los 5 años acudiendo al mismo santuario, es imposible concebir que sus paredes, su aspecto, vaya a desaparecer para siempre. Aunque sea para mejorar y terminar en un sustitutivo de primer orden de calidad y progresión. La vida se sustenta en buena medida en recuerdos, en vivencias, en escenas indelebles. Y todo esto sucede en unos lugares. Que permanecerán inalterables en el cerebro aunque la piqueta los eche abajo y las excavadoras arrastren sus restos a un vertedero. El Fondo Sur será siempre la casa de muchos. Nuestra segunda casa en una fase crucial de nuestras vidas. 

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