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Pastores que resisten a la sombra de Monte Perdido

Fanlo y Fiscal, que comparten 5.000 hectáreas de los montes del puerto de Góriz, reviven con una fiesta el ancestral ritual del conteo y la suelta de ganado en este paraje del Parque Nacional

La suelta de ganado en el puerto de Góriz.
Conteo y suelta de ganado en el puerto de Góriz.
Verónica Lacasa

Desde principios de julio, el paisaje del Parque Nacional de Ordesa, en las faldas del macizo de Monte Perdido, está salpicado de ovejas y vacas. Los turistas no son los únicos ocupantes del mosaico de prados alpinos. Todavía hay pastores que resisten y siguen subiendo sus animales a los pastos de Góriz, donde dicen que pueden encontrar la mejor hierba del Pirineo. Los rebaños ascienden hasta 2.500 metros en estos montes situados entre el valle de Ordesa y el cañón de Añisclo.

La llegada de las reses está precedida de una ancestral ceremonia, celebrada el 2 de julio, compartida por los vecinos de Fiscal y los de Fanlo, en el valle de Vio: el conteo del ganado, previo a la suelta. Se ha convertido en una fiesta, con presencia incluso de autoridades, y en un simbólico respaldo al sector de la ganadería extensiva.

El Ayuntamiento de Fanlo conserva documentos que refieren el traslado de 40.000 ovejas a los pastos de Góriz hace medio siglo. El pasado 2 de julio entraron 2.056, contadas una por una, a las que habría que sumar algunos rebaños que llegaron días antes. En todo caso no alcanzan las 4.000. 

El encargado de dar fe del número de animales es Silverio Castillo, secretario municipal de los ayuntamientos de Fanlo, Torla y Yésero. "Por cada 50 que cuento, otro hace una raya. Luego las sumamos", dice sobre el método empleado. La razón de este control es que los ganaderos tendrán que pagar una cantidad por oveja para afrontar los gastos, entre ellos la licencia del uso de pastos al Gobierno de Aragón. "Dicen que la calidad de la hierba aquí es muy superior a la de otros lugares", señala el encargado de dar fe del número de reses.

Alberto Fuertes, del valle de Vió, es uno de los cuatro ganaderos que suben a Góriz. Hasta aquí llegan animales de San Vicente de Labuerda y Ceresa, en el Sobrarbe, pero también de Mediana de Aragón, en Zaragoza. "Cada pastor va a su vereda", explica este pastor, que lleva 698 ovejas a la ribera alta de la Catuarta, donde estarán hasta el Pilar. "Mi vereda les gusta mucho y se quedan allí. Una lleva un GPS y si se mueven, subo. No se dispersan, van todas juntas". El mayor peligro no son los depredadores, como podría parecer, sino las tormentas. "Más que un oso, lo que las puede matar es un rayo", dice Fuertes.

Este joven ha decidido coger el testigo de su padre y mantener la ancestral actividad en el puerto de Góriz, donde desde hace años el oficio de pastor parece estar en peligro de extinción. Sin embargo, nuevas generaciones de ganaderos dan esperanza de la supervivencia de la ganadería de montaña en estos parajes.

Silvino Orús, de Fiscal, es otro. Él trae aquí a sus vacas. "En Goriz llegará a haber en verano unas 500. El cupo para los de Fiscal es de 300", explica. Y es que un tercio del monte pertenece a este municipio y el resto, al de Fanlo. "Antiguamente la montaña de Góriz estaba repartida con el Ayuntamiento de la Solana de Burgasé. Cuando se fusionaron los ayuntamientos, pasó a Fiscal, que tiene en propiedad parte de la montaña y derecho a los pastos", cuenta el alcalde, Manuel Larrosa.

Fanlo y Fiscal tienen acuerdos para el reparto de las zonas, que cambian según avanza el calendario estival. El peligro empieza en agosto, afirma Larrosa, cuando el monte está más seco, la comida escasea en algunas zonas y el ganado se arriesga por las pendientes, con posibilidad de despeñarse.

Una costumbre ancestral

La fiesta del conteo y la suelta del ganado de los primeros días de julio reúne a decenas de vecinos. "Nadie se acuerda del origen. El valle de Vió ha sido siempre de tradición ganadera de ovejas. Con 5.000 hectáreas, puede que sea de las montañas más grandes del Pirineo y está diseñada sobre todo para ganado lanar", afirma el alcalde de Fanlo, Horacio Palacio. Él cuenta que Monte Perdido lo donó a Fanlo Jaime I por una batalla librada en la conquista de Mallorca. "Las gentes del lugar, cuando reclamaron sus servicios, solo pidieron el derecho a pastar aquí con carácter inmemorial. El rey vino dos veces. Un año dio el derecho a pastar, y el otro, la propiedad".

Los asistentes recuerdan que desde niños acudían a la misa y la comida organizadas el día del conteo. "Cada vez quedan menos ganaderos, pero se sigue la tradición", indica el alcalde de Fanlo, que no es muy optimista sobre el futuro "porque la ganadería extensiva tiene un coste social muy grande para la juventud, es muy sacrificada". En su opinión, son los últimos coletazos del pastoreo en estos parajes a las faldas de Monte Perdido.

En la fiesta estuvo el director general de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, Alfonso Calvo, porque la suelta de ganado, destaca, "tiene una importancia ecológica tremenda". El beneficio no es solo para los animales, que aquí tienen comida y temperaturas más bajas. "La trashumancia contribuye a hacer territorio y a fijar población y el Gobierno está totalmente implicado en estas actividades tradicionales, apostando porque sigan", asegura, dejando claro que el Parque Nacional no sería lo que es sin los rebaños.

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