entrevista

Carlos Campo: "A mí dame electrónica y déjate de reguetón"

Tras formar parte del Ballet Nacional de Estonia y bailar en teatros como el Bolshói o el Mariinski, Carlos Campo Vecino (Barbastro, 1995) está de vuelta en Aragón, donde actúa este verano con el Colectivo Alpaca.

El artista, fotografiado hace unos días en Zaragoza.
El artista, fotografiado hace unos días en Zaragoza.
Guillermo Mestre

¿Qué es eso de que baila usted con una venda en los ojos?

‘Que no ven’ es una pieza que estamos representando este verano el Colectivo Alpaca, que formamos el ‘bboy’ Francisco Sánchez, el bailarín de contemporáneo Alejandro Longines y yo mismo. Toca el tema de la ceguera, tanto en el plano físico como en el emocional, cuando estás perdido y no sabes cómo tirar adelante. Gracias al gestor cultural Toño Monzón la estamos llevando por festivales. La próxima representación será en agosto en Fraga y, después, en las fiestas del Pilar.

¿Cómo y cuándo decide consagrar su vida a la danza?

De niño bailaba mucho con mi madre ‘rock &roll’. Era muy movido y en mi casa siempre había música. Abrieron una escuela delante de mi colegio y de ahí pasé a María de Ávila. Después, con 8 o 9 años, bailé una pieza en el Teatro Principal y Carmen Aldana me llamó a su estudio.

La vida de un bailarín tiene fama de ser sacrificada...

Son muchas horas de entrenamiento y te pierdes también cantidad de fiestas con los amigos. Te tienes que cuidar y en muchas ocasiones salir de tu país.

Usted lo hizo rumbo al Báltico. ¿Cómo recaló ahí?

A través de audiciones, accedí al Ballet Nacional de Estonia. Con 20 años tuve la oportunidad de hacer roles de solista en escenario como el Teatro Bolshói o el Mariinski. Junto al Lincoln Center o la Ópera de París son la cuna de la cultura, la música, la danza...

Si hubiera sido futbolista, nos habríamos cansado de escuchar su nombre...

Supongo que tiene fama lo que da dinero. Pienso en el fútbol, en Hollywood, en Jeff Bezos, en Elon Musk... En la danza hay un problema cultural y económico. Es difícil conseguir un beneficio y de ahí que no se le brinde una infraestructura o un apoyo decidido.

En Estonia, siendo español, ¿no le pedían que bailara flamenco?

Hay dos tópicos: piensan que todos los españoles tocamos la guitarra y también tenemos fama de trabajar muy poco.

¿Lo refrenda?

La mayor parte de mi familia trabaja en la sanidad pública y créame que es la gente más trabajadora y entregada que he visto nunca.

¿Cómo sigue su periplo europeo?

Tras Estonia, pasé tres años en Innsbruck (Austria), donde trabajé con coreógrafos como Nacho Duato o Jiri Kylian. Allí crecí mucho como bailarín neoclásico y contemporáneo. Estuve un último año en Saarbrücken (Alemania), donde bailé como solista e hicimos giras internacionales.

¿Por qué vuelve a Zaragoza?

La vida de la danza es muy sacrificada y yo quería seguir bailando pero –al mismo tiempo– tener una profesión que me permitiera vivir sin tantas limitaciones. Con 28 años aspiro a algo más equilibrado, aunque la idea también es trabajar con coreógrafos en Madrid y crear algunos ‘solos’ para poder moverme por España.

Clásico y contemporáneo son sus fuertes, pero ¿qué es lo que peor se le da bailar?

No sé si por habilidad o vergüenza, le diría que reguetón.

¿Entonces? ¿En las fiestas?

A mí dame electrónica. Me encantan las fiestas Sónica Sound.

¿Qué música suele escuchar?

Sobre todo, rap con conciencia. También algo de ‘reggae’ y mucho punk británico de los 80.

¿Algún ídolo de la infancia?

Un referente imprescindible es Baryshnikov, desde luego, pero te citaría también a Gonzalo García, que es de Zaragoza y es primera estrella del Ballet de Nueva York.

Hay mucho buen bailarín aragonés, ¿a qué lo atribuye?

Creo que el estudio de María de Ávila es diferencial. Ella es una figura muy conocida a nivel internacional y aporta un toque artístico que es difícil de encontrar. Los conservatorios de Madrid tienen un nivel muy alto.

¿Alguna otra pasión al margen del baile?

Las series, el anime y también me he aficionado mucho a escalar. Suelo escaparme a Calcena, Morata, Trasobares...

¿Qué planes de verano tiene?

Participo en un festival en Tartu (Estonia), que es Capital Cultural Europea este año. También preparo un proyecto audiovisual en el Pirineo con Alejandro Blasco, uno de los cámaras de ‘La estrella azul’.

Pocas vacaciones veo...

También pasaré unos días en Sallent de Gállego, junto a la familia.

Hoy es la noche de San Juan, ¿cómo va a celebrarla?

En mi pueblo, Yebra de Basa, siempre hacemos una hoguera gigantesca. Yo no soy supersticioso, pero sí creo en la magia de reunirse en torno al fuego.

Y, antes de pisar un escenario, ¿tiene alguna manía?

Guardo diez minutos físicos, de calentamiento, y me acuerdo mucho de mis abuelos, como dice la canción de KaseO.

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