El bar J. M. cumple 30 años en el corazón del Arrabal de Zaragoza: “Ha merecido la pena”

Regentado por Iván Caballero, el establecimiento abrió sus puertas en 1993 de la mano de sus padres, Ángel Caballero y Luisa Arquillúe, quienes hoy le acompañan desde el otro lado de la barra.

Ivan Caballero, detrás del mostrador de su bar J. M. del Arrabal, con una de sus reclamadas tortillas
Ivan Caballero, detrás del mostrador de su bar J. M. del Arrabal, con una de sus reclamadas tortillas
Camino Ivars

Si alguien les hubiera dicho hace más de tres décadas a sus dueños que iban a llegar a contar esta historia seguramente jamás lo hubieran creído. No en vano, ni siquiera tienen muy claro a día de hoy cómo comenzó esta aventura. Y es que ni Ángel Caballero ni Luisa Arquillúe tenían prácticamente experiencia en el mundo de la hostelería cuando surgió la oportunidad de coger este traspaso. “Nada más entramos al local por primera vez yo me eché a llorar y mi marido se quería ir”, rememora la zaragozana, entre risas.

Y es que ambos reconocen que en buena medida fue su hijo, Ángel, que por aquel entonces tan solo tenía 16 años, quien les animó a que, al menos, lo intentaran. Así, en el año 1993, abrió sus puertas el bar J. M. en el 41 de la calle Sobrarbe de la capital aragonesa, en el Arrabal, convirtiéndose en uno de los locales más longevos de la zona. Un barrio tradicionalmente obrero en el que el ir y venir de gente es -de vecinos de la zona, pero también de paso- aseguran, constante.

Luisa Arquillúe y su hijo Ivan Caballero, ante el bar J. M. del Arrabal de Zaragoza.
Luisa Arquillúe y su hijo Ivan Caballero, ante el bar J. M. del Arrabal de Zaragoza.
Camino Ivars

Hoy lo regenta Iván, quien tomó las riendas del negocio familiar hace más de una década. “Aquí antes había otro bar que llevaban unos amigos de mis padres desde hacía más de 45 años. Un día surgió la oportunidad de traspasar y se lanzaron a la piscina”, relata Iván, que empezó a echarles una mano tan pronto pudo después de sus clases y al tiempo que terminaba los estudios.

Han pasado los años, pero el ambiente y la filosofía del establecimiento siguen siendo los mismos. “Somos un bar de barrio, de los de toda la vida, en el que ofrecemos buen café, desayunos, minis y, sobre todo, nuestra famosa tortilla de patata”, explica. Con o sin cebolla, ambas alternativas vuelan nada más llegan al mostrador de la barra. “Llevamos con la misma receta 30 años y cada vez se vende más”, asegura Iván.

También apuestan por el café de origen natural, con denominaciones de Colombia, Brasil, Kenia o Etiopía. “Vamos cambiando por temporadas, igual que tenemos café descafeinado natural, que no es fácil de encontrar”, añade. Todo esto se complementa con una amplia oferta de tapas y raciones durante el fin de semana.

Además, con motivo del aniversario, hace unos meses decidieron cerrar sus puertas, eso sí, temporalmente, para llevar a cabo una reforma del local y así actualizar su imagen y tener un detalle con sus clientes de toda la vida. “Queríamos celebrarlo de alguna manera. Hemos alisado las paredes y hemos colocado un papel más moderno, de color verde, acompañado de toques de madera natural, con colores más claros y mucha más luz”, afirma Iván. Además, también han modificado la decoración y parte de la vajilla.

Iván Caballero, al frente del bar JM de Arrabal
Iván Caballero, al frente del bar JM de Arrabal
Camino Ivars

En cuanto al perfil de su clientela, el zaragozano afirma que la mayoría son personas mayores de la zona o trabajadores de negocios cercanos, en definitiva, un público muy familiar. “Sobre todo viene la gente del barrio, o sea, los vecinos y clientes de toda la vida. Y nos encanta mantener ese trato tan cercano. Para nosotros ya no son clientes, son familia”, afirma.

Algo con lo que está muy de acuerdo Luisa, su madre, que tras una vida detrás de la barra asegura que algunos clientes que hoy vienen con sus propios hijos “llegaron aquí por primera vez cuando todavía iban en el vientre de sus madres”, asegura: “Formar parte del barrio de esta forma es muy bonito y muy especial”.

Clientes que son familia

Obviamente, siendo un negocio familiar en estado puro, con el tiempo el bar se ha convertido en una dependencia más de cualquiera de sus casas, a pesar de las dificultades a la hora de conciliar, como siempre ocurre en el mundo de la hostelería, sobre todo para Iván que tiene dos niños pequeños. “Es complicado, pero se saca adelante”, afirma.

También su madre sabe de lo que habla: “Nosotros hemos tenido suerte porque siempre hemos trabajado con nuestro hijo y hemos estado muy a gusto juntos. Sin embargo, ha habido algunos momentos en los que no hemos podido estar como nos habría gustado. Es esta vida. Aún con todo, esto ha merecido la pena”, concluye.  

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