Economía
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GENTE DE LA TIERRA

La mejor de las aficiones: trabajar y mimar la tierra

Miguel Ángel Lacámara ha dedicado toda su vida a la agricultura. Miembro de la almazara La Olivera, en Magallón, cultiva cereales, vid y olivos.

Miguel Ángel Lacámara, en uno de sus olivares, en este caso de empeltre.
Miguel Ángel Lacámara, en uno de sus olivares, en este caso de empeltre.

"Soy un agricultor 100%, de los pocos que vamos quedando". Miguel Ángel Lacámara, vecino de Magallón, cultiva los olivares, viñedos y cereales de las fincas familiares. Es socio de la almazara La Olivera y presidente de la Denominación de Origen (DOP) Sierra del Moncayo. La calidad del aceite de oliva de esta almazara ha traspasado fronteras. 

No solo ha recibido diversos reconocimientos en nuestra Comunidad –fue nombrada la mejor almazara de 2022 según la Academia Aragonesa de Gastronomía–, sino que en 2023 recibió diversos galardones en el Japan International Competition Extra Virgen Olive Oil, el mayor certamen de aceite de oliva en la región de Asia y Oceanía, también en el concurso de aceite de oliva virgen extra más prestigioso de Alemania y una medalla de oro en el Concurso Internacional de Aceite de Oliva EVO-100C que tuvo lugar en la ciudad italiana de Palmi. Esto es gracias, sin duda, a la labor diaria de pequeños productores de la comarca Campo de Borja como Lacámara, procedentes no solo de Magallón, sino también de otras localidades como Mallén, Bureta, Fréscano o Fuendejalón.

A sus 60 años, Miguel Ángel lleva toda su vida dedicada a la tierra. Se define a sí mismo como un hombre profundamente familiar y recuerda con cariño cómo ayudaba a su padre siendo aún un niño, subiéndose a los olivos para coger las aceitunas más altas, haciendo de ‘copero’ o recogiendo junto a su madre los sarmientos que después quemaban en fajos. "Entonces se trabajaba mucho más con las manos y ahora esas labores las han suplido las máquinas", reconoce. En su caso, sus terrenos son de olivos tradicionales "de toda la vida", herencia de su padre y de su abuelo, de la variedad empeltre de más de 200 años, además de plantaciones más modernas en emparrado de arberquina.

"Las dos grandes pasiones de mi vida son la familia y la agricultura, aunque actualmente no pasa por buen momento"

Ahora en verano su jornada arranca a las cinco de la mañana hasta aproximadamente las doce. Después, le gusta ayudar a su padre a levantarse y a asearse, tras lo cual come y se echa una merecida siesta. Por la tarde, si el calor lo permite, acude de nuevo al campo para seguir trabajando. En invierno, sus horarios cambian un poco por la luz y el clima, aunque durante todo el año trabaja de lunes a sábado. Miguel Ángel Lacámara todavía pertenece a esa estirpe de campesinos esforzados y amantes de sus tierras, que no se arrugan ante el trabajo duro y que conocen, con la experiencia que dan los años y los consejos de sus ancestros, cómo cuidar sus cultivos. No lo hace solo, sino acompañado de Fernando, su hermano menor y compañero de fatigas. "La explotación la tenemos entre los dos. Desde siempre hemos ido juntos", explica.

Paseando o en moto

Los cultivos no suponen solo el modo en el que Miguel Ángel se gana la vida, sino también su gran pasión. Por eso, los domingos, su día de descanso, le gusta acercarse hasta las plantaciones en su moto o dando un paseo para relajarse y observar. "Hay muchos que no lo comprenden, pero la mía es una afición tan válida como la del que hace una excursión al Moncayo". En su caso, le produce especial satisfacción cuando observa cómo empieza a brotar la viña y cuando asoman las flores al olivo y van cuajando... "Es algo muy bonito de ver y de lo que sentirse orgulloso", indica.

"Si la agricultura no fuera mi pasión no me dedicaría a ello, porque por desgracia no está pasando por su mejor momento", reconoce. Aunque ahora hay máquinas que aligeran el esfuerzo humano, "antes con poca tierra podía vivir una familia y ahora se necesita cinco veces más de terreno... Por ejemplo, estamos cobrando los cereales al mismo precio que hace décadas y en los últimos años la uva ha bajado muchísimo. Eso por no hablar del encarecimiento de los productos fitosanitarios", expone. De hecho, su hijo Mario, de 19 años, está estudiando y aunque le ayuda cuando tiene tiempo libre, aún no sabe si en el futuro se dedicará al negocio familiar. "Hace algunos años yo lo deseaba. Ahora tendría que pensármelo", reconoce Lacámara. Respecto a los olivos, opina que este no ha sido un mal año, aunque tampoco bueno, debido a la falta de lluvias.

Desea de corazón que la agricultura vaya a mejor. Ayudaría que todos consumiéramos productos locales y de proximidad, lo que supondría además un gran ahorro en el transporte y un descenso en la contaminación. El propio Lacámara es un buen ejemplo: posee un huerto propio donde cultiva sus hortalizas, patatas, tomates, pimientos, melones, sandías, borrajas y judías.

"Ahora en verano me encanta comer los tomates y los pepinos de mi huerto –relata–. El sabor es exquisito, en nada se parecen a lo que compramos en invierno". Por supuesto, tomates y pepinos condimentados con una pizca de sal y con aceite de oliva. Porque, como no podría ser de otra manera, en casa de Lacámara consumen siempre exquisito aceite de oliva virgen extra.

"Todo lo cocinamos con aceite de oliva. En mi cabeza no cabe de otra manera: no he conocido otra cosa y estoy completamente acostumbrado. Pienso que no tiene nada que ver cocinar con aceite de semillas –concluye–. Si un día salgo a almorzar y me como unos huevos fritos enseguida noto con qué tipo de aceite se han preparado. Y muchísimo más si apaño una ensalada". 

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