Economía
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José Luis Mur: "Saura apostó por la fotografía digital desde el principio"

Nacido en Labuerda (Huesca), Mur protagoniza una historia empresarial de éxito. Fue portero del Atlético de Madrid y vendedor en el Rastro, donde convirtió su pequeño puesto en Fotocasión, el mayor proveedor de Europa. "Tenía material, pasión y esfuerzo", resume.

Jose Luis Mur, dueño de Fotocasión, en Madrid
Jose Luis Mur, dueño de Fotocasión, en Madrid
Enrique Cidoncha

¿Cuál es el origen de su pasión por la fotografía? 
En mi pueblo natal, Labuerda (Huesca), siempre me llamaba la atención cuando veía a algún turista con una cámara. En una ocasión me hicieron unas fotos, me las enviaron después, y ahí empezó mi interés por la imagen. Con 13 años vi un anuncio en el semanario ‘7 Fechas’ y compré mi primera cámara, a escondidas de mis padres. Llevaba rollo 127 y las llevé a revelar a Altemir, el fotógrafo que había en Aínsa. 

¿Qué le trajo a Madrid? 
Me trajo otra de mis pasiones, el fútbol. Era portero en la Unión Deportiva Barbastro y jugamos un partido de promoción contra el Recreativo de Huelva para ascender de categoría que me salió tan bien que dio vuelco a mi vida. Las paraba todas y me fichó el Atlético de Madrid. Venir aquí me permitió conocer mucha documentación sobre la fotografía. Compré una cámara réflex, una Minolta SRT 101, con mi nuevo sueldo ya me la podía permitir. Pese a todo me la compré de segunda mano. Aún la conservo, me trae buenos recuerdos. 

¿Por qué dejó el fútbol? 
Me lesioné y tuve que dejar el fútbol profesional. Al día siguiente cogí el periódico y lo más fácil era encontrar trabajo como comercial pero no había de fotografía. Así que tuve que vender de todo: conservas, insecticidas, libros, enciclopedias.... iba casa por casa aprovechando la lista de socios del Atlético de Madrid. Pero en 1975, después de hacer un curso de fotografía con un amigo, le dije, oye tenemos algunas cosas, ¿por qué no ponemos un puesto en el Rastro de los domingos? Y así lo hicimos. Lo que pasa es que al segundo o tercer día, mi amigo me dijo que no quería madrugar tanto y seguí yo solo.

¿Qué vendía?
Eran cuatro libros, algunos discos, y después algunas cosas que me sobraban de fotografía. En el 79 conseguí entrar en una casa de fotografía como comercial, y ahí pude recorrer España, ir a Japón, a Alemania… y al poco me hice cargo de la red de ventas. Luego me puse por mi cuenta. El puesto se había hecho mucho mayor y necesitaba un local para guardar las cosas. Cogí uno en la calle Carlos Arniches. Hice unas modificaciones en la tienda y ahí empezó todo. 

¿Cómo se convierte un puesto en el rastro en el mayor proveedor de Europa?
Se juntó que tenía el material, la pasión por la fotografía y el esfuerzo. Además, daba una imagen de confianza sobre el material usado que entonces no había. Empecé con la publicidad en prensa y con precios muy agresivos porque por aquella época no tenía grandes gastos. Al poco me puse con la venta por catálogo. 

A lo largo de tantas décadas ha tenido que lidiar con muchos cambios disruptivos. ¿Cuál fue el más importante?
El gran cambio fue el de la fotografía química a la digital. Fui invitado a una conferencia en el 98, y de los que fuimos soy el único que sigue, todos fueron desapareciendo, los laboratorios tuvieron que cerrar. Nosotros nos fuimos adaptando a las nuevas tecnologías sin dejar lo que hacíamos antes. Con internet hay un sistema de comercialización distinto, pero se sigue vendiendo fotografía química y fotografía digital. Esa fue la clave, adaptarse a los tiempos pero manteniendo la esencia original.

¿El teléfono móvil es el último enemigo? 
El teléfono ha sustituido a las cámaras sencillas. Ya no se venden, ni se fabrican. Efectivamente el móvil ha quitado mucho mercado a la fotografía. Es verdad que salen muchos accesorios y podemos estar ahí.  

¿Cuál va a ser la próxima revolución u oportunidad en el mundo de la fotografía? 
Se habla mucho de la inteligencia artificial. Es algo que quiero ir conociendo y donde creo que está el futuro. Sobre ese futuro de la fotografía, la verdad es que soy más bien pesimista. 

Por su tienda han pasado y pasan algunos de los artistas más ilustres, como Carlos Saura. 
Teníamos una amistad mutua. La relación viene desde 40 años a esta parte. Hemos ido a Labuerda juntos, y con su hija Ana, desde muy pequeña… sigue habiendo una gran relación con la familia. Con Carlos comentábamos mucho el cambio de la fotografía química a la fotografía digital. Desde el principio, él fue de los primeros en apostar por la digital y le tuve que reconocer que tenía razón.

¿Cuál es su lugar favorito de Aragón para fotografiar? 
Hay muchos. Lógicamente, el que más he fotografiado es Labuerda, pero también San Vicente, el Cañón de Añisclo, Alquézar, Aínsa, la Peña Montañesa, Pineta... hay que subir cargado y coger un buen día, pero hay muchos lugares para disfrutar.  

Ha impulsado el Museo de los Ingenios Musicales de Labuerda. ¿Cómo está funcionando? 
Está teniendo mucha aceptación, solo nos hace falta algo de ayuda, porque hasta ahora todo ha sido por mi cuenta. Es un museo único en España, enseña toda la evolución de la grabación del sonido hasta que se llega al vinilo y la reproducción. Creo que vale la pena verlo.

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