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Real Zaragoza: cuando los entrenamientos parecen manifestaciones

Víctor Fernández acabó este sábado la primera semana de pretemporada con 32 futbolistas a sus órdenes, más de una docena de ellos sabedores de que lo normal es que no entren en el proyecto y 6 del filial. Solo hay 4 fichajes nuevos por ahora.

Víctor Fernández, en el centro del grupo junto a varios miembros de su equipo de trabajo, da consignas a los futbolistas.
Víctor Fernández, en el centro del grupo junto a varios miembros de su equipo de trabajo, da consignas a los futbolistas.
Rubén Losada

Entrenar con un grupo de 32 futbolistas es algo que siempre ha generado alergia y disgusto a los entrenadores. Desde que el fútbol es fútbol, hace más de un siglo. No es operativo. Genera un batiburrillo de interrelaciones -con y sin el balón- que estorba en el quehacer diario. Y, sobre todo, es sinónimo siempre de rareza, de que la situación de esa plantilla está lejos, bastante lejos, de su composición definitiva. 

Ahí está parado ahora el Real Zaragoza 24-25, tras concluir su primera semana de trabajo después de las vacaciones de verano y ya con las miras puestas en el principio de la nueva liga, para la que (solo) faltan por consumirse 33 días, un mes y un rato. Donde debería haber un grupo suficiente para hacer dos equipos, en torno a 22 hombres, alguno más por si acaso, Víctor Fernández tiene elementos que le dan para tres escuadras. Y más de la mitad de ellos saben que, seguramente, su sitio en el torneo venidero no estará en el primer equipo zaragocista, por más que sus contratos tengan vigencia hasta uno o dos años más allá de hoy en día.

El tiempo de entre ligas, el que unió este verano el 2 de junio con el 8 de julio (fechas del último partido de la competición anterior ante el Albacete y del reinicio del trabajo de la presente), se le ha ido al director deportivo, Juan Carlos Cordero, demasiado en salvas. El trabajo era amplio y arduo, ciertamente, pero las negociaciones con final concreto han estado muy por debajo de lo previsto y aconsejable en años tan delicados y exigentes. Así que ahora esa presión temporal se multiplica por bastante para el citado Cordero y, por extensión, para Fernández y el resto de responsables con mando en plaza en la SAD.

De cómo sea capaz la entidad de desembozar el tapón que mantiene la recomposición del Real Zaragoza en una situación de evidente y arriesgado tiempo de incertidumbre va a depender el grado de utilidad real de esta pretemporada, que ya ha atravesado la primera de sus cinco semanas sin demasiado provecho técnico y táctico. Nada de nada, en realidad. 

Jugadores en el limbo... o parecido

En la mañana de este sábado 13 de julio, en el último entrenamiento semanal de esta reanudación de la vida activa del Real Zaragoza posvacacional, se ha visto en la Ciudad Deportiva a jugadores como Baselga, Sabin Merino, Luna y Bermejo (ya con la mente en Gijón, donde le quieren), los cinco que han estado cedidos en los últimos tiempos y que saben que no están en los planes principales del nuevo proyecto. 

También, echar el ojo al rincón de los porteros, ha sido apreciar la presencia de Poussin y Rebollo en un lugar donde no se les contempla cuando todo sea de verdad. Los dos guardametas están avisados de que la idea es que abandonen el equipo, algo que se traslada a otros futbolistas de campo:  Jair, Sergi Enrich, Lecoeuche o Grau. Ya salen 11 piezas en estado atípico.

Falta por resolver la singularidad de Maikel Mesa, quien ha sugerido desde su posición particular el deseo de irse a jugar a su tierra, a Tenerife. Y, en otra vía paralela, caminan los casos de necesaria renovación y ampliación de contratos de los canteranos con más peso específico, Francés, Azón, Francho y Aguado (acaban vínculo en un año, junio de 2025) y cuyo desenlace, en uno o varios casos, podría terminar en un traspaso a otro club durante el próximo mes y medio. 

Por supuesto, en el pelotón de futbolistas trabajan ilusionados media docena de chavales de la cantera cuyo destino natural será en agosto el filial, el RZD Aragón de Segunda RFEF: Juan Sebastián, Hugo Barrachina, Vaquero, Terrer, Cuenca y Pau Sans.

Si se tiene en cuenta que solo han llegado 4 fichajes nuevos -Femenías, Soberón, Gori y Tasende-, jugadores por ahora de perfil no tan llamativo como el que todo el mundo espera -y desea- que sean el preámbulo de contrataciones de mayor enjundia para elevar como es perentorio el nivel futbolístico de una plantilla que lleva cuatro años rozando la tragedia del descenso al tercer escalón del fútbol español, es obvio que la pretemporada ha arrugado la primera semana y la ha arrojado a la papelera en un episodio de puro trámite, insustancial.

El 1 de septiembre no deberían estar en la caseta, como mínimo, 11 de los actuales jugadores profesionales que acuden cada día a la Ciudad Deportiva, además de los 6 del filial que tendrán su ubicación  habitual en el equipo B. Y pueden salir (saldrán, seguramente), por otras vías, dos, tres o cuatro más. Y, en sentido contrario, faltan por ficharse al menos 9 refuerzos más de envergadura. 

Los entrenamientos de este preludio de la campaña 24-25 se mueven en unas pautas alejadas a la utilidad y lo razonable. Son más parecidos a manifestaciones, por su volumen humano (y trasfondo reivindicativo de las partes), que a la puesta a punto efectiva de un equipo de fútbol que quiere alcanzar cotas elevadas. Cordero está cautivo de la fuerza de los tiempos en el neofútbol. De eso y de las tenazas de los agentes y representantes de los futbolistas, la divisa más influyente (directa e indirectamente) en el medioambiente del balompié del siglo XXI. 

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