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Las porterías de redes profundas de La Romareda, emblemas indelebles que antes tuvieron hierros

César Azcárate, el arquitecto del nuevo estadio, asegura que las particulares redes que personalizan el estadio van a continuar como sello distintivo. Su vida data de 1973, pues antes, durante 16 años, no fueron así. 

La la izda., La Romareda en los años 60, con las porterías con hierros; la dcha., ya en los 70, un plano perfecto con la profundidad de las redes de tensores, enormes, que son el ADN del estadio del Real Zaragoza.
La la izda., La Romareda en los años 60, con las porterías con hierros; la dcha., ya en los 70, un plano perfecto con la profundidad de las redes de tensores, enormes, que son el ADN del estadio del Real Zaragoza.
Archivo Ángel Aznar/Heraldo Documentación

Ha dicho un par de veces César Azcárate, el arquitecto vasco que va a dirigir la reconstrucción de La Romareda, que se van a conservar y a respetar las redes de las porterías del estadio del Real Zaragoza. Sin duda, un gran acierto histórico, un gesto de buen gusto estético y un dato crucial para mantener una parte única de la idiosincrasia del campo de fútbol zaragozano que va a cambiar de faz tras 67 años de vida. 

Porque las porterías, sus redes, fueron siempre el mayor rasgo diferenciador de los campos de cualquier rincón del mundo. Especialmente cuando ese elemento doble, indispensable para el desarrollo de los partidos, se sujetaba a tierra con los dos hierros atrás, uniendo las escuadras con el suelo y sirviendo de molde para las redes. Unos eran redondeados, otros cuadrados, otros rectangulares, otros con forma semejante a triangulada, otros trapezoidal... Bastaba un golpe de ojo para saber de qué estadio se hablaba o dónde se jugaba ese partido. Solo con ver las porterías. 

Foto del Fondo Norte de La Romareda, en la temporada 60-61, antes de un partido. Se ve cómo eran las porterías con hierros.
Foto del Fondo Norte de La Romareda, en la temporada 60-61, antes de un partido. Se ve cómo eran las porterías con hierros.
Heraldo Documentación

Por el contrario, el neofútbol, el de los neoestadios y las neotransmisiones televisivas con idénticos tiros de cámara (otro asunto diferencial para identificar los coliseos del fútbol con rapidez), nos ha llevado a campos idénticos, impersonales, clonados. Tan maravillosos en prestaciones y comodidades de todo tipo como sosos, planos y carentes de perfiles propios y rasgos autóctonos

Sirva el ejemplo: si se pone un partido televisado sin programa previo y un espectador ve el césped, una portería y el fondo correspondiente del graderío, aunque esa imagen se mueva ligeramente y dure un minuto, es casi imposible distinguir San Mamés de Bilbao, de Anoeta de San Sebastián, del Metropolitano de Madrid, del estadio de Munich, del Stade de France de París... y así sucesivamente. Las porterías son todas hechas con el mismo troquel. Los diseños de gradas, terminaciones de césped y demás accesorios, son gemelos, trillizos. 

Un gol del Real Zaragoza al Córdoba en 1978, en las porterías con redes con tensores, profundas y únicas en España.
Un gol del Real Zaragoza al Córdoba en 1978, en las porterías con redes con tensores, profundas y únicas en España.
Heraldo Documentación

Las porterías de La Romareda, profundísimas (entre 4 y 5 metros en sus momentos de más longitud, que no siempre han sido constantes), con redes grandes, con su comba más o menos pronunciada en el lado de arriba, con sus tensores en los ángulos superiores, son genuinas

Antes hubo más así en varios puntos de España. O parecidas (nunca tan hondas, salvo un tiempo en Balaídos, Vigo, en los años 70). Los veteranos recordarán las del Vicente Calderón madrileño, las del Luis Casanova valenciano, las de La Rosaleda malagueña, hasta un tiempo en el Campo Nou (o Nou Camp, que también se llamó) barcelonés. También en El Sadar pamplonés. Pero en todos estos sitios claudicaron poco a poco hasta estandarizarse y poner redes de catálogo, idénticas, aburridas, alienantes. 

La Romareda aguantó. Solo se modificaron en los tres partidos del Mundial de España 82 (vaya usted a saber por qué, pues no era necesario ya que Gijón y Oviedo, por ejemplo, conservaron en ese torneo las suyas del momento), en los que se colocaron unas minúsculas, de medio metro de profundidad en la parte alta del larguero y alrededor de un metro y poco abajo, a suelo. Después, para alivio de quiénes pensaron que igual se perdían, volvieron las de aquí, las gigantescas. 

La escasa profundidad de las redes de La Romareda en los tres partidos del Mundial España 82 se aprecia en esta celebración del gol del Honduras a Irlanda del Norte (1-1). Fue una rareza pasajera.
La escasa profundidad de las redes de La Romareda en los tres partidos del Mundial España 82 se aprecia en esta celebración del gol del Honduras a Irlanda del Norte (1-1). Fue una rareza pasajera.
Heraldo Documentación

Los goles en La Romareda son distintos. Entran hasta muy adentro, lejos. El balón hay que recogerlo atrás del todo. Este efecto, por cierto, se daba antes más, pues las redes se colocaban poco tensas y se quedaba agarrado el balón sin salir sacudido por el látigo de otras fases con más tensión en las mallas. 

Hubo porterías con hierros desde 1957 a 1972, 15 años

Eso sí, las porterías de La Romareda no siempre fueron así, grandes contenedores de redes gigantescas. Durante 15 años, los primeros, desde el corte de la cinta en 1957 hasta 1972, los marcos fueron del viejo modelo clásico, con hierros de sujeción detrás de cada poste. Con un formato de los que se pueden denominar 'amorfos'. Con cierta curva para ganar el soporte horizontal de arriba con la bajante vertical de atrás. Pero no curva perfecta, sino con un par de pliegues ligeros en las barras. 

Eran porterías similares a las que habían regido durante años en el anterior campo, Torrero. Con una profundidad normal, ni corta ni larga. En esos tres primeros lustros, La Romareda tuvo una idiosincrasia alejada de la que se le dotó en el verano de 1972, en el retorno del Real Zaragoza a Primera División tras el paso por Segunda en los estertores de Los Magníficos. O sea, los grandes triunfos del gran Zaragoza de los 60 vieron sus goles en porterías con hierros, no en el modelo actual. 

En la liga 72-73 se estrenaron las que se han convertido en santo y seña de La Romareda y que van a continuar siéndolo. Con José Ángel Zalba como recién llegado a la presidencia, en su primera etapa. Los Zaraguayos fueron, pues, los primeros que hicieron honores a esta dotación crucial del estadio, sus porterías de madera, con ángulos de refuerzo de acero y redes con tensores. Una de las joyas de la Corona. Larga vida. Tanta como obligado y respetuoso recuerdo a los marcos con hierros. Símbolo de otras épocas anteriores, llenas de sabor y solera. 

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