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Las españolas Sorribes y Bucsa se cuelgan la medalla de bronce en el dobles femenino

Han derrotado a la pareja checa formada por Karolina Muchova y Linda Noskova por 6-2 y 6-2 en una hora y 14 minutos. 

Bucsa y Sorribes, antes de comenzar su partido por el bronce.
Bucsa y Sorribes, antes de comenzar su partido por el bronce.
AFP7 vía Europa Press

Sara Sorribes y Cristina Bucsa conquistaron el bronce en el dobles femenino en los Juegos Olímpicos de París 2024, tras derrotar a la pareja checa formada por Karolina Muchova y Linda Noskova por 6-2 y 6-2 en una hora y 14 minutos.

Consiguen un bronce magnífico con un partido en el que desplegaron todo lo que son: buen tenis, una desbordante ilusión y su compromiso con el esfuerzo y la superación. No es nada fácil la empresa, pero son dos tenistas que se han labrado una carrera en la que debería discurrir una categoría especial: trabajar.

Las dos conforman una dupla en la que poder inspirarse. Porque no han atendido a grandes focos, aunque los reciban todos ahora, para continuar un camino en el que el mayor premio es la satisfacción personal. Son el ejemplo claro de ese empeño por hacer el día a día, por no dejarse llevar, por el camino de la hormiguita hasta las grandes hazañas. Esas que a veces no pasan por los títulos de Grand Slam, sino de saber que te has dejado todo en la pista en el intento.

En estos mismos Juegos, Sorribes (27 años) ya demostró esa capacidad de sacrificio en el torneo individual. En primera ronda le tocó Barbora Krejcikova, campeona de Roland Garros 2021 y Wimbledon 2024. Ganó el primer set, perdió el segundo, y en el tercero, la huella Sorribes: pelea, pelea y pelea hasta el final. Más de una hora de tercer set en el que presionó a la checa hasta el tie break, en el que acabó rendida. 

«Todavía queda, pero bueno... Hace 15 minutos que acabo de perder y es lógico que duela. En un partido tan ajustado, en el que creo que he tenido mis opciones», se lamentaba la de Castellón de la Plana, sin poder contener la emoción en los ojos, pensando en esos errores porque había una familia detrás que estaba con ella: «Mi madre y mi hermano tenían los billetes y el hotel cogido desde hacía bastantes meses y no me dijeron nada porque sabían la ilusión que me hacía. Me hubiese encantado haber podido ganar hoy, pero no ha podido ser».

Y en ese difícil ejercicio de descomprimirse de esas sensaciones de derrota cuando se ha tenido tan cerca, Sorribes también brilló en oro. Quedaba el dobles, ilusionante y trabajador, con su compañera de fatigas, esa Cristina Bucsa (26 años) con la que ya había demostrado que había una química especial porque fueron las campeonas del Mutua Madrid Open, un torneo esquivo siempre para las raquetas nacionales femeninas, después de dos finales de Garbiñe Muguruza y Carla Suárez (2014 y 2015).

Lo mejor es que aquel triunfo fue algo inesperado. A Sorribes le falló por lesión la jugadora con la que siempre acometía los torneos de dobles, pero quería disfrutar de este cuadro también en Madrid. De un encuentro casual con el padre de Bucsa, acabaron firmando su participación quince minutos antes de que se acabara el plazo. De ahí, al último día de torneo. Una magnífica noticia para ese día y para el mañana. «Lo de apuntarnos en 15 minutos igual era el destino para cosas más grande. Estas cosas mágicas pasan», sonreía Bucsa en aquel momento.

Con esa conexión especial, y con ese triunfo mayúsculo, a este otro en los Juegos de París. Conquistado por derecho propio, con un torneo magnífico, en el que fueron despachando a las rivales con puntos de magia y compromiso: 6-1 y 6-2 a las italianas Bronzetti y Cocciaretto; 6-3 y 6-4 a Carle y Podoroska; y 6-3, 2-6 y 12-10 a las hermanas Kichenok. Perdieron con Andreeva y Schnaider (6-1 y 6-2), pero se rehicieron de inmediato para atrapar esta medalla.

Porque firmaron un duelo abrumador desde el inicio. Rotura para empezar y sin freno hasta el primer set, sin dejar respirar a las checas: si las rivales golpeaban alto, mejor lo hacían las españolas; si había duelo de potencia, ahí estaba Sorribes para meter presión y Bucsa para atajar la pelota en la red.

Ánimos, puños cerrados, liderazgo, risas, felicitaciones, reconocimiento entre ellas. Y una volea de Sorribes para zanjar la discusión: son una dupla de bronce.

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