eurocopa. el teatro verde. 2
La Roja se está peinando para la fiesta o la gran tarde berlinesa de Lamine Yamal
España presiona arriba, intenta dominar el balón y el juego, disfruta al contragolpe y resulta un poco indefinida en su teoría general
Empecemos con una observación: Croacia, como Zaragoza y Agustina, rara vez se rinde. Ni siquiera el día que sus estrellas se desmoronan. Ni Modric ni Kovacic ni siquiera Gvuardiol tuvieron su mejor tarde: hubo un instante que el equipo pareció irreconocible, trémulo de pavor, caótico, no una laguna de fallos sino un lodazal, y entonces España no acertó a ensanchar su ventaja. Luego, poco a poco, los croatas se vinieron arriba, se hicieron dueños del balón y sembraron dudas en el equipo nacional. En las estadísticas, vencieron en la posesión: 53 a 47. Eso sí, ni a De la Fuente ni a Rodri (su ‘alter ego’ en el teatro verde) les importa. El recambio Perisic, a sus 35 años, fue el más peligroso. Los balcánicos siguieron a lo suyo, sin brillo y con orgullo. Habrían podido marcar con un par de goles.
Dicho esto vayamos a lo importante. ¿Qué se puede pensar de España? Que presiona arriba, que intenta dominar el balón y el juego, que busca la intensidad y la combinación, disfruta al contragolpe y resulta un poco indefinido en su teoría general y que se abre por las alas con sus dos balas negras: Nico, irregular, más afanoso que inspirado, y Yamal, el auténtico espectáculo del Olímpico de Berlín. «¡Niño, deja de joder con la pelota!», le cantaría de nuevo, solo a él, Serrat. Combina con criterio, se abre a la banda, tiene intuición y es capaz de robar, pero lo mejor es lo otro: su capacidad de regate, esa mezcla de habilidad y electricidad, la poesía del virtuoso. Asistió, con precisión y con rosca; desbordó, fue vertical y debió marcar. El partido del colegial de la ESO ha sido muy bueno. ¡Quién ha jugado así en un escenario de tantos sueños y milagros a los 16 años! En este inventario de figuras, Fabián dio lecciones de visión del hueco y de habilidad para el regate, la ocultación y el disparo seco. Su segundo gol es la muestra. Y, hay que reconocérselo también, trabaja y trabaja. Fue el que más corrió de la Roja.
Ya que de paradas hablábamos, Unai Simón estuvo inmenso, incluso en el penalti que desencadenó. Siguió el juego, asumió a veces el papel de líbero y demostró que está pletórico de reflejos. Un portero así da confianza, y hoy, pese al leve despiste, su figura se engrandece. O al menos conquista alguna muesca más de confianza. El líder del equipo, sin duda, es Rodrigo (o Rodri): hasta cuando parece oscuro o invisible es decisivo. Marca los tiempos, ordena, se ofrece para el toque de progresión y de control de la situación, y ejerce de salvavidas con mucha calidad, poderío y elegancia.
La defensa resultó un poco frágil, pese a la impetuosidad de los laterales y la serenidad de Nacho y Le Normand. Y el capitán, Morata, melancólico y vulnerable en algún lugar del ánimo y del alma, se reivindicó como más le gusta: con un gol de ariete puro. El que abrió la lata.
¿Entonces? Bien. Bien, sin euforia. La Roja se está peinando para la fiesta.