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Las madres de los menores maltratados en la "casa de los horrores" de Ateca señalan a la DGA

Los progenitores de varios de los internos estudian su personación en la causa y reprochan al IASS no haber detectado antes las presuntas torturas y delitos sexuales.

Karelly Padilla, que muestra en su móvil una foto de su hijo en la que se aprecia que ha perdido casi 20 kilos, junto a Marcela Céspedes.
Karelly Padilla, que muestra en su móvil una foto de su hijo en la que se aprecia que ha perdido casi 20 kilos, junto a Marcela Céspedes.
Guillermo Mestre

Se llaman Karelly Padilla y Marcela Céspedes y son las madres del chico y la chica que han destapado las presuntas torturas y agresiones sexuales que se cometían en el Centro de Atención a Menores de Ateca. “Nos dijeron que era el mejor sitio para solucionar los problemas de conducta de nuestros hijos y ha resultado ser una auténtica casa de los horrores”, se lamentan. Las dos mujeres no se conocían de nada, pero las ha unido el trauma de sus chavales y están decididas a llegar juntas hasta el final.

La titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Calatayud envió esta semana a prisión al director, dos educadores y dos auxiliares sin ningún tipo de titulación del centro gestionado por la Fundación Salud y Comunidad y el Grupo Lagunduz. Pero las madres de estos menores no se conforman. Ahora exigen responsabilidades al Gobierno de Aragón, al que reprochan que, teniendo la guarda y custodia de sus hijos, no fuera capaz de detectar antes lo que estaba ocurriendo en el centro de Ateca, con el que tenían concertadas una veintena de plazas para atender a chicos con conductas disruptivas.

“Desde que hace un año y tres meses mi hijo ingresó en Ateca, yo no he dejado de verme con las técnicas del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS) que llevan su caso. Desde el primer momento les advertí de que allí pasaba algo, porque no veía bien al chico y me preocupaban los golpes y moratones que trataba de ocultarme”, explica Karelly. “Pero lo único que conseguí fue que me restringieran las visitas -añade-. Solo me han dejado ir a verlo cinco o seis veces en más de un año”.

Karelly y Marcela están algo más tranquilas porque tienen ya a sus hijos en casa, pero ambas son incapaces de contener las lágrimas al hablar de cómo se encuentran los menores. “Todavía se despiertan por la noche dando gritos, a mí eso es algo que me encoge el alma”, confiesa Marcela, mientras la otra le pasa la mano por el brazo. “Hemos sufrido mucho, porque desde que puse la primera denuncia ante la Policía Nacional, el pasado 2 de julio, a mí no me dejaban sacar de allí a mi hijo. Y no sabía qué podían hacerle dentro en represalia”, cuenta Karelly.

Tanto las familias de estos dos chavales como las de otros menores ingresados en las instalaciones de Ateca estudian ahora su personación en la causa penal como acusación particular. En cuanto se supo de las detenciones del director y otros cuatro empleados del centro, la DGA insistió en que su principal interés era el “bienestar” de estos menores y anunció que también su personación. Habrá que ver ahora si la jueza la acepta o prefiere esperar a que las diligencias avancen y estén claras todas las posibles responsabilidades.

“Me han intentado acuchillar”

El 21 de julio fue una fecha clave, ya que fue ese día cuando Karelly recibió una corta pero alarmante videollamada de su hijo. “Me han intentado acuchillar”, le decía a su madre. Y si la mujer llevaba ya tiempo llamando a todas las puertas para que le ayudaran –incluso a las de la Justicia de Aragón, que se había interesado por su caso–, aquel domingo no se lo pensó dos veces y se plantó con su marido en Ateca preguntando por el director del centro. “Admitió que sabía de lo que le hablaba, pero me dijo: ‘Su hijo no está en riesgo de nada, yo tengo la obligación de protegerlo’, me contestó”. Karelly le preguntó entonces por qué no había llevado al chaval al cuartel para que presentara una denuncia por el intento de acuchillamiento. Y la respuesta de Iván R., ahora encarcelado, fue: "No me lo ha pedido". Y hay constancia de ello porque la mujer lo graba todo.

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