"No es Port Aventura, pero estamos orgullosos de tener un parque de atracciones en Zaragoza así"
El director general del complejo, Jorge López, defiende que la "nostalgia" y lo vintage son puntos de atracción de visitantes.
Cruzar los tornos de acceso al parque de atracciones de Zaragoza es como dar un salto al pasado: la primera impresión en poco o nada ha cambiado en los últimos 50 años. Los espejos, la Casa Magnética, el Mississippi, la montaña rusa Moncayo, la noria... La mayoría estaban cuando un 1 de agosto de 1974, el complejo abrió sus puertas. No hay karts, tampoco ponis. También se desechó el ‘gusanito del amor’, que era la preferida de Jorge López, que empezó a trabajar en el parque hace 14 años y es ahora su director.
Sostiene López que la capacidad de atracción en Zaragoza se debe a que "está lleno de nostalgia" y a que es un "parque vintage". Cuando los padres llevan a sus hijos recuerdan las visitas que hicieron de niños.
A esos padres cincuentañeros se dirigen con eventos temáticos, como las cenas ochenteras, donde tras disfrutar del menú y la música se invita a los comensales a subirse a las atracciones.
Aunque saben que "no es un Port Aventura", el director piensa que todos, "en nuestro corazoncito", estamos "orgullosos" de tener un parque así.
Las atracciones nuevas son caras. Las más básicas y pequeñas rondan los 300.000 euros. En la instalación de Zaragoza, la más cara fueron los rápidos del Río Navajo, que costaron dos millones de euros en 2005. No sería viable asumir los 10 millones que valdría una montaña rusa nueva. Y menos aún ahora, cuando la concesión se agota.
El parque ha buscado la rentabilidad en los últimos años con la celebración de eventos especiales. Empezaron con Halloween en 2017 y, desde hace tres años, con un parque de Navidad. Consiguen, gracias a ello, estar abiertos 140 días al año y alcanzar unos 230.000 visitantes. Organizan 30 eventos "muy potentes" y otros 300 más pequeñitos, incluso cuando el parque está cerrado. Apuestan por la responsabilidad social corporativa desde hace años, y el director general del parque considera que ahora es el momento para recordarlo.
Medio siglo de historia da para mucho. En el parque, al estar situado en un pinar, tuvieron que reforzar el mantenimiento porque las raíces de los árboles afectaban al pavimento. Con los años se fueron adaptando. No hace tanto tiempo, en 2020, sufrieron de lleno el impacto de la pandemia. Se cortaron de raíz los eventos, que habían empezado a dar buenos resultados. Apenas visitaron el parque 3.000 personas, cuando ponerlo en marcha cuesta mucho dinero, casi "como si fuera un trasatlántico", detalla Jorge López. En ningún momento se plantearon renunciar a la concesión. Ni entonces, ni tampoco ahora, aclara, si bien no espera que vayan a tener mucha competencia.
Los fenómenos meteorológicos extremos también les han hecho daño. Con la tormenta histórica del 6 de julio de 2023, tuvieron que reacción "muy rápido". El agua que anegó el Barranco de la Muerte se deslizó desde los Pinares de Venecia, donde se asienta el parque de atracciones. Filomena, la borrasca histórica de inicios de 2021, tampoco se lo puso fácil. "Nos arrancó techos, mesas de las terrazas, y en otras zonas del parque era como si no hubiera pasado nada", relata.
Cada uno de estos inconvenientes se han ido superando. Con 235.000 visitas, el año 2023 fue el que logró un mejor resultado. López recuerda que figura entre "los parques más baratos" y que, además, "no está masificado". Dispone de atracciones emblemáticas, como la Casa Magnética, única en España, y el Moncayo, una montaña rusa de la tierra. Pero el parque, insiste, aunque lo parece, no está igual. Y es uno de los secretos de un recinto que cumple medio siglo.
