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No solo los más jóvenes buscan apartamento en Zaragoza: "En cuanto entré, supe que me gustaría morir aquí"

El modelo de viviendas tuteladas o 'senior living' escasea en la capital aragonesa, una alternativa a las residencias tradicionales.

A la derecha, Manolita, en su apartamento tutelado en el centro de CAI-Ozanam de la calle de Pomarón.
A la derecha, Manolita, en su apartamento tutelado en el centro de CAI-Ozanam de la calle de Pomarón.
Guillermo Mestre

Cualquiera que se entere de que Manolita va a cumplir 101 años se echaría las manos a la cabeza. Su vitalidad y autonomía, impropios de una persona de tal edad, tienen un secreto. Una vida plena, llena de felicidad, y que reside ahora en paz en un coqueto apartamento. Técnicamente, no es su casa, pero ella la trata como tal. La única diferencia es que comparte comedor con otras personas mayores, aprende a utilizar los ordenadores con ellos (entre otras actividades) y, cuando se cansa, se vuelve a casa por su propio pie, como cuando tenía muchos menos años en el cuerpo. Todo ello, con la atención que merece las 24 horas del día.

El 'senior living' está en boca de todos en otras ciudades, dado el auge de esta modalidad de la mano de empresas privadas que desarrollan este tipo de promociones. En Zaragoza, la oferta de estos apartamentos tutelados para mayores, como alternativa a las residencias, escasea. El Ayuntamiento dispone de un escaso registro con las posibilidades. Uno de los proyectos más grandes es el del Centro de Día CAI-Ozanam, en la calle de José Luis Pomarón, que pone a disposición 26 apartamentos con 46 plazas desde 2003. De hecho, el proyecto más reciente es el de Vitalia Home, que anunció la construcción de cien apartamentos tutelados junto a su residencia de la Expo, y que se prevé que abran el próximo año.

Manolita observa la fotografía de su marido Vicente en el sofá de su apartamento tutelado.
Manolita observa la fotografía de su marido Vicente en el sofá de su apartamento tutelado. Sobre ella, los cuadros que ella misma ha pintado.
Guillermo Mestre
Manolita, en su apartamento de la calle Pomarón.
Manolita, en su apartamento de la calle Pomarón.
Guillermo Mestre

Este modelo tiene un funcionamiento simple. La persona que disfruta del apartamento tutelado tiene total independencia, puede entrar y salir cuando quiera, tiene cama, cocina y un pequeño salón y, si no quiere cocinarse (rara vez lo hacen) entra en la tarifa un desayuno, una comida y una cena en compañía del resto de usuarios. Al margen, hay diferentes actividades: terapia, fisioterapia, animación sociocultural, aprender a utilizar la tecnología... Y el resto de servicios del centro de día.

Manolita ha experimentado lo que son los apartamentos tutelados desde hace ya 18 años. De hecho, los descubrió pensando que era una residencia. "Mi marido Vicente y yo vivíamos en un piso de la calle de Miguel Servet. Ya empezábamos a quedarnos mayores, por lo que ya pensábamos qué hacer. Pasamos por aquí delante y vimos esto, que parecía una residencia", expresa esta zaragozana que cumple 101 años el próximo 4 de julio.

"Dios quiso que viniéramos aquí. 'Vamos a entrar', le dije a Vicente. Cuando vi el apartamento, con este sol que entra, yo le dije: 'Me gustaría morir aquí'", comenta Manolita. Su querido Vicente falleció antes de la pandemia, pero ella lo tiene muy presente. En su apartamento guarda sus fotos, con su llamativo bigote -que entonces estaba muy de moda-, además de otras tantas instantáneas de sus viajes. Se sienta todos los días en la misma silla, alumbrada por las mañanas por esa luz que la encandiló en un inicio, mientras observa los cuadros que ella misma pintó con, atención, ¡86 años!

Una de las habitaciones de los apartamentos tutelados del Centro de Día CAI-Ozanam.
Una de las habitaciones de los apartamentos tutelados del Centro de Día CAI-Ozanam.
Guillermo Mestre
Uno de los baños de los apartamentos tutelados del Centro de Día CAI-Ozanam.
Uno de los baños de los apartamentos tutelados del Centro de Día CAI-Ozanam.
Guillermo Mestre

Este modelo residencial, el de los apartamentos tutelados, hace que una persona como Manolita, con más de un siglo de vida en sus piernas, pueda bajar a comprar fruta un viernes cualquiera (con una muleta en la mano, que los años pesan) porque puede y quiere. Del mismo modo, puede quedarse en su casa todo el tiempo que quiera y, si le apetece, bajar a cenar con sus amigas. Tiene muchos objetos que le recuerdan a su hogar, pero también goza de una protección similar a la de las residencias.

Durante 18 años, Manolita dice que no se ha quejado en ningún momento de la atención que le han brindado o de la comida que le han servido. "He vivido muy feliz y muy a gusto aquí", asegura. Ahora, le falla la vista y ya no puede hacer aquello que tanto le gusta, como coser, leer o pintar. No obstante, de la mano de los trabajadores del centro de día de CAI-Ozanam, ha aprendido a usar el teléfono móvil para buscar en Google aquellos lugares a los que viajó con Vicente, para recordar aquellos momentos que la llenaron de vida y felicidad. Y quizá ese sea el secreto para mantenerse como ella: "Vicente era muy alto, muy guapo y muy bueno. Eso también se nota en la salud". Eran inseparables.

El 'hall' del centro de día de la calle de Pomarón, 7.
El 'hall' del centro de día de la calle de Pomarón, 7.
Guillermo Mestre

"Fue un recurso pionero"

Los apartamentos tutelados han permitido que personas mayores como Manolita y Vicente pudieran disfrutar estos últimos años de la independencia y autonomía que ellos querían, pero estando bajo tutela en todo momento. "Esto fue un recurso pionero en Zaragoza en 2003. A día de hoy, no hay proyectos tan grandes", asegura Ana Gómez, directora de este centro. Porque es precisamente ese el objetivo: "Es un recurso dirigido a aquellas personas mayores que quieran mantener su independencia pero con una atención de 24 horas".

"En las residencias, tendríamos las salas llenas de estas personas, supervisadas por los trabajadores. Aquí los usuarios tienen libertad plena para entrar y salir cuando quieran", añade Gómez. En el 'hall' hay gente descansando, leyendo el periódico o charlando. "Otros salen de compra, hacen sus gestiones en el banco...", comenta la directora. 

El apartamento es totalmente personalizable. De hecho, hay algunos usuarios que retiraron todos los muebles para traerse los suyos propios y hacer del lugar un poco más de hogar. "Hay tipología doble, para parejas, e individuales. Aunque también hay personas que prefieren cogerse una doble por tener más espacio", puntualiza Ana Gómez. Todas vienen con lo mismo: una habitación, un baño y una zona de estar con 'office' de cocina, adaptadas para personas con movilidad reducida. Los precios van desde los 1.700 euros para las unidades individuales hasta los 2.200 euros.

"Hay muchas personas que piensan que no quieren pasar sus últimos días en una residencia. Las que se decantan por las residencias es porque al final piensan que quieren que les den todo hecho. Los que vienen a los apartamentos tutelados han probado ya otros modelos residenciales y simplemente quieren que, por ejemplo, les cocinen o se olvidan de la limpieza, pero quieren disfrutar de su vejez", puntualiza Gómez. Hay unos requisitos, pues un equipo interdisciplinar se encarga de evaluar a la persona antes de entrar y asegurarse de que puede desenvolverse con autonomía. Tienen terapia ocupacional, servicio de enfermería tres días a la semana y gimnasia de rehabilitación, entre otros.

Aunque es un recurso residencial no muy conocido, los apartamentos tutelados los recomiendan también a las personas adecuadas desde los centros de salud y hospitales. "Existe el boca a boca y muchos vienen gracias a eso. Incluso médicos de atención primaria que conocen el recurso y saben cómo funcionamos y lo recomiendan a sus pacientes", dice la directora del Centro de Día CAI-Ozanam. En caso de que la persona mayor empeore su estado de salud, se redistribuye entre el resto de infraestructuras de la fundación.

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