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Zaragoza se ancla con gusto a la Edad Media: "En el mercado puedes encontrar de todo"

Los ciudadanos abarrotan la muestra de las Tres Culturas en una mañana de domingo de sol, compras y acrobacias. 

El Mercado Medieval de Zaragoza, este domingo.
El Mercado Medieval de Zaragoza, este domingo.
Oliver Duch

Se dice a veces que todo tiempo pasado fue mejor, pero quizá no sea del todo cierto. Lo que ocurre es que, con perspectiva, existe la tendencia de recordar con más fuerza solo las cosas buenas. Y quizá por eso atrae tanto el Mercado de las Tres Culturas de Zaragoza, porque supone una muestra muy sucinta, y con algo de imaginación, de lo que era la ciudad en la Edad Media, cuando convivían en sus calles cristianos, judíos y musulmanes. Únicamente, claro, de los aspectos positivos de aquella vida en realidad tan difícil frente a la era del 'smartphone' y la inteligencia artificial. 

Así que este fin de semana zaragozanos y visitantes han dejado por un rato a un lado los problemas para rendirse a los placeres del Medievo. Al gastronómico, a través de los numerosos puestos -hasta 40- de comida dispersos por toda la feria, las tabernas donde se sirve carne asada y corren los litros de cerveza, y las jaimas árabes donde ofrecen tés y kebabs. Al estético y visual a través de las joyas, ropas y piezas de artesanía, entre otros muchos objetos, a la venta en los 80 tenderetes de este tipo; y también a ese pequeño placer instantáneo que a menudo supone gastar dinero en cosas que, verdaderamente, no se necesitan. 

Decantarse por algo para llevar a cabo esa adquisición-capricho se hacía para algunos incluso complicado. Lo comentaba Iván Ruiz, que junto a su pareja es un habitual de este tipo de mercados. "Nos gusta mucho porque puedes encontrar de todo y hay muy buen ambiente. De momento no nos hemos llevado nada, pero aún nos queda por ver", indicaba. Sí que habían hecho gasto en una de las casetas de comida, pues ambos cargaban con sendos granizados, uno verde y otro color café, que seguro resultaban de gran ayuda para hacer frente a los rigores climáticos.   

A otros el gran despliegue medieval les había pillado por sorpresa. Mayte había viajado desde Vitoria con su marido para visitar la ciudad sin saber que acudía en fechas señaladas. "Está fenomenal, es muy bonito. Y ya hemos comprado varias cosas de recuerdo", comentaba señalando una bolsa llena de 'souvenirs' que, sentenciaba, resultarían "más especiales que el típico imán" de nevera.

Pero más allá de las compras, el Mercado Medieval ofrece muchas posibilidades. Hasta 150 espectáculos programó el Ayuntamiento de la mano de numerosas compañías artísticas que se han encargado de dar vida a la muestra y representar la cultura zaragozana de la época. A media mañana, decenas de personas asistían encantados el 'show' que ofrecían varios acróbatas en una suerte de escenario frente a la Casa Consistorial. Unos metros más hacia La Lonja otro grupo de visitantes escuchaba con interés las explicaciones que un caballero medieval ofrecía sobre los trajes que se empleaban para la guerra a lo largo de los años. "El siglo XV es por antonomasia el de las armaduras, veáis lo que veáis en el cine y la televisión o es de entonces o se han tomado licencias", indicaba. 

A su lado una muchedumbre infantil disfrutaba a lomos de los ponis ecológicos, subidos a la noria en miniatura o dando vueltas en el tiovivo, todo ante la atenta mirada de sus padres y demás familiares que móvil en mano se encargaban de captar un recuerdo para la posteridad. La música está también muy presente en la feria y varios grupos de artistas, vestidos siempre con trajes del Medievo, la recorren continuamente al ritmo de las gaitas, los tambores y otros instrumentos. En la calle del Cisne, un variado grupo animada a los presentes, que aplaudían desde sus asientos mientras daban cuenta de un copioso almuerzo en una de las tabernas.  

En la plaza de la Seo, varios visitantes se arremolinaban alrededor de un individuo que decía ser el almutazaf de la ciudad de Zaragoza, lo que viene a ser en el siglo XXI, explicaba a su confusa audiencia, el concejal de Mercados. Debía guardar una mala experiencia el edil, porque en tono amenazante advertía al público de las normas que rigurosamente deberían seguir en su recorrido para no caer en las redes de "romanceros, trasechadores, volatineros, artistas de circo, amaestradores de monos, lanzadores de cuchillos, músicos y demás especies del género juglaresco". 

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