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Los zaragozanos llenan el Mercado Medieval animados por el buen tiempo y la variada artesanía

Miles de personas recorren a lo largo de la mañana los 140 puestos. Hay joyas, tés, quesos y embutidos, minerales, piedras preciosas, inciensos... 

Música, justas, artesanía y hasta un dragón en el Mercado Medieval del centro de Zaragoza.
Música, justas, artesanía y hasta un dragón en el Mercado Medieval del centro de Zaragoza.
Oliver Duch

El cuarzo blanco sirve para la limpieza y la conexión y el rosa permite atraer el amor y la autoestima. El lapislázuli llama a la intuición, la amazonita trae valentía y el jade y la fluorita sirven para aquellos que necesiten calma y paz. También hay piedras que tienen el poder de sanar los males del corazón o de quitar los miedos. Las ofrece Paqui Verdú en su puesto del Mercado Medieval de las Tres Culturas de Zaragoza, una habitual de esta feria que lleva acudiendo, dice, siete u ocho ediciones. 

Este sábado es uno de esos días buenos, en los que el tiempo anima a vecinos y visitantes a echarse a las calles y hay bastante ambiente. "Por la mañana se trabaja muy bien, se está más fresquito, la gente sale a pasear, los turistas vienen al Pilar y hay más movimiento económico", explica esta vendedora, que viene desde Albacete cada año por estas fechas a la capital aragonesa. Sobre todo pulseras es lo que más le están demandando los clientes en esta ocasión. 

En el Mercado Medieval las energías son importantes. Por eso, además del puesto de Verdú, hay muchos otros que hacen hincapié en este tipo de 'herramientas' naturales. Ubicada en la zona más cercana a la basílica, una vendedora informa a una joven de las propiedades de los distintos inciensos expuestos en función de su olor. El algodón permite crear un ambiente de bienestar y ayuda a la relajación, mientras que el ámbar es afrodisiaco y la canela ayuda a aclarar ideas y a meditar. También atrae dinero y éxito, mientras que el jazmín y el laurel ayudan a combatir la depresión y la lavanda hace lo propio con la sensación de fatiga. 

Pero las posibilidades son muchas más. "Hay tantas cosas que no sabemos qué comprar", comenta una pareja que suele acudir habitualmente a este tipo de mercados. Son 140, en concreto, los tenderetes que se han desplegado este año por las plazas del Pilar y de la Seo, la trasera de la Lonja, San Bruno, la calle de Palafox y el Arco del Dean y el Balcón de San Lázaro, en la margen izquierda del Ebro. 

Hay joyería, vestidos, bolsos, adornos para el pelo, calzado, cremas y ungüentos, quesos y embutidos, pan de hogaza, ambientadores tés que prometen ayudar con los dolores de cabeza o el acné, regalices que miden medio metro y licores de chocolate o arroz con leche. También hay espacio para la nostalgia, con los anillos que cambian de color en función del estado de ánimo de quien los lleva, que tan populares fueron a principios de los 2000, o aquellos imanes de forma ovalada y color negro que prometían ayudar a aliviar el estrés. Igualmente, se venden cubos de Rubik de mil formas y colores, muelles y hasta patitos de goma. 

En otro puesto, una vendedora le explicaba a una clienta la variedad de productos de higiene femenina reutilizables de los que disponía, de esos que son respetuosos con el medioambiente y a la vez con el bolsillo. 

Muchos de los visitantes optaban, además, por almorzar o tomar algo en alguno de los puestos de hostelería disponibles. Además de las casetas, hay seis tabernas y jaimas árabes en las que degustar un kebab, un dulce típico o alguna infusión. Pero más allá del Medievo también había pizzas, tequeños caseros, patatas asadas con todo tipo de salsas, horchata de Valencia y granizado de café o mojito. 

Alrededor de todo este mercado, el Ayuntamiento ha programado más de 150 espectáculos y actividades de todo tipo, conciertos, talleres y atracciones. Cantan los juglares, hay 'shows' de danza oriental y una exposición de máquinas de asedio. Un grupo de niños, aprovechando el buen tiempo, ha pasado la mañana arrojándose globos de agua a través de pequeñas catapultas, mientras que otros han participado en una especie de pasacalles en el que han dado vida a un alargado y fiero dragón. Los más creativos, también los adultos, han aprendido a elaborar sus propias piezas de cerámica en una clase que se ha impartido en la plaza de San Bruno. 

Aunque la esencia de esta feria, que pretende mostrar por unos días cómo era Zaragoza cuando convivían aquí la cultura cristiana, judía y musulmana, son las recreaciones. Por eso, en la trasera de la Seo demuestran cómo se vivía en una aldea rebelde y cuáles eran los oficios de la época. Y frente a la Casa Consistorial varios caballeros han participado en una demostración de lucha, eso sí, "sin heridas, ni sangre, ni muerte". Les ha excusado el presentador porque por la noche tenían que volver a pelear. 

Un joven llegado de los Cárpatos atraído por los placeres de la gastronomía se ha enfrentado contra un caballero local de Zaragoza "que fue en busca de fortuna y fama por Europa sirviendo a diferentes señores", y ahora estaba de vuelta con el objetivo de ganarse el amor de la hija de un noble. Y el público, encantado, en este Medievo anacrónico que se vive estos días en el corazón de la ciudad, no perdía detalle, móvil en mano, de cada uno de sus golpes. 

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