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Tercer Milenio

Aragón es ciencia: "Lo mejor ha sido ver cómo podemos resolver problemas entre todos"

La ciencia ciudadana estimula la creatividad de los más jóvenes en proyectos como Servet, que lleva hasta la estratosfera sus experimentos.

Todos a una en el lanzamiento del globo con los experimentos en el proyecto de ciencia ciudadana Servet, cuya décima edición tuvo lugar en Calamocha.
Todos a una en el lanzamiento del globo con los experimentos en el proyecto de ciencia ciudadana Servet, cuya décima edición tuvo lugar en Calamocha.
Antonio García / Bykofoto

El cielo turolense parece pintado con acuarela, con un pincel cargado de gris y de agua. Es sábado por la mañana y hasta la Feria de Calamocha han llegado chicos y chicas que no le quitan ojo a la amenaza de chaparrón y se preguntan si el viento les permitirá cumplir su sueño: llevar su experimento científico hasta la estratosfera, a más de los 30.000 metros de altura. 

Participan en el proyecto de ciencia ciudadana Servet, que pone a su alcance el primer escalón de la astronáutica y la navegación espacial. Una oportunidad de conocer la ciencia por dentro, con las manos en la masa y dando forma a experimentos con propósitos tan variados como detectar los recursos hídricos en la zona de los lanzamientos para combatir los incendios, poner a prueba una cápsula diseñada con materiales biodegradables que contiene una gajo de mandarina, comprobar la eficacia de los medicamentos fuera de la Tierra o pintar un cuadro en la estratosfera. Por el camino, la semilla de una futura dedicación profesional a la ciencia o simplemente de interesarse por ella sobrevuela decenas de cabezas inquietas y cargadas del combustible más valioso: la curiosidad.

Otro combustible caro, el helio, va llenando dos globos que serán los encargados de elevar los experimentos de los 15 centros educativos participantes en la décima edición de esta iniciativa bautizada con el nombre de uno de los grandes de la ciencia aragonesa: Miguel Servet, descubridor de la circulación sanguínea pulmonar. 

Varios miembros del equipo organizador, del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón de la Universidad de Zaragoza (I3A) y la Fundación Ibercivis, se aplican al cuidadoso y paciente llenado de los globos. Serán dos porque el peso de las cápsulas que contienen los 15 experimentos así lo aconseja. "Hay que conseguir ganar altura rápido para levantar el vuelo", comenta Enrique Torres, investigador del I3A.

Fomento de la ciencia ciudadana

Ibercivis lidera el fomento de la ciencia ciudadana en España y, desde 2011, ha coordinado y participado en más de 80 proyectos, involucrando a 70.000 participantes en actividades científicas. Desde el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España que coordinan, se divisa este activo campo que ya atraviesa todas las ramas de la ciencia. Ya en 2007 Ibercivis, daba pasos pioneros en computación distribuida: ceder voluntariamente capacidad de tu ordenador para los cálculos de la comunidad científica. Después, la participación de la ciudadanía ha contribuido a monitorizar la calidad del aire que respiramos o el agua que bebemos; cada año, el trabajo con decenas de centros educativos en proyectos científicos fomenta las vocaciones STEAM entre el alumnado, al hacerle partícipe de todo el ciclo investigador.

Llevan desde 2017 enviando experimentos científicos escolares a la estratosfera con Servet, un proyecto de ciencia ciudadana que se ha propuesto democratizar el acceso al espacio. Un lugar que ya es familiar para los estudiantes de entre 3º de ESO y 2º de bachillerato que, con la supervisión de los docentes, han diseñado y elaborado las cápsulas viajeras durante todo el curso escolar.

Una ristra de experimentos

Mientras los globos van engordando, alumnado venido desde Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Castilla y León, Cataluña y La Rioja hace las últimas comprobaciones y ayuda a atar las cápsulas con los experimentos en sendas ristras, que descansan sobre las mesas hasta el momento del lanzamiento. 

Han plantado en la gran nave del recinto ferial sus pósteres explicativos. Uno de ellos se titula ‘Remedios celestiales. Explorando las fronteras de la medicina’ y cuenta el experimento ideado por el equipo del colegio Liceo Francés Molière de Zaragoza. "Ojalá nada se rompa y se recupere todo bien", desea Andrea Alday, una de las componentes de este nutrido grupo de una veintena de estudiantes de 1º de bachillerato, "hemos aprendido muchísimo haciéndolo". 

El equipo del Liceo Francés Molière hace las últimas comprobaciones de su experimento, que subirá en globo hasta la estratosfera con el proyecto de ciencia ciudadana Servet.
El equipo del Liceo Francés Molière hace las últimas comprobaciones de su experimento, que subirá en globo hasta la estratosfera con el proyecto de ciencia ciudadana Servet.
Antonio García / Bykofoto

En su mente han estado los futuros viajes espaciales, para los que han pensado que será necesario conocer cómo se comporta la sangre –por eso en la cápsula va una muestra, en este caso, de cerdo– y comprobar si la eficacia de los medicamentos se ve alterada –de ahí que los otros pasajeros sean aspirina, ibuprofeno y amoxicilina–. Junto a ellos, también a bordo, un conjunto de sensores y una pequeña cámara para poder fotografiar la Tierra desde el espacio.

Para llegar aquí, día a día, en su tiempo libre, en los recreos y después de comer, han diseñado y fabricado su experimento, organizados por temática: física, telecomunicaciones, radio, biología y programación. Hablamos con un pequeño grupo representativo de una forma de trabajar, repartiendo funciones y tareas, en la que "ha sido importante sentir que cada cual teníamos un papel", destacan. Para Diego Sanmartín, contento de que hayan conseguido hacer la programación "desde cero", lo mejor ha sido "ver cómo podíamos resolver problemas entre todos".

Mirando al futuro

A sus 16 o 17 años, ¿cómo ven el futuro? Hay optimismo en sus respuestas cuando imaginan un progreso en el que "la ciencia esté al servicio de las personas para facilitarnos la vida –dicen– y a la par se avance en aspectos sociales". 

Pero también son conscientes de los retos y les preocupa el mundo que dejarán a quienes vengan detrás, "la contaminación, el calentamiento global, la extinción de especies, la deforestación...", enumera Alejandro Juárez. Su compañero Diego apunta que le inquieta que "se valoren más las ciencias que las artes, cuando también nos definen como personas" y resalta "la importancia de seguir teniendo un periodismo fiable, porque una población informada sobre cómo funcionan la cosas no cae en bulos ni en falsas expectativas".

Asoma la esperanza de obtener la energía universal gracias a la fusión nuclear, de lograr mejoras genéticas y el deseo de que la automatización de las máquinas en la industria no solo conduzca a una mayor productividad sino también a que la producción sea más sostenible.

Están viendo llegar a nuestras vidas la inteligencia artificial (IA) y de ella esperan que, usada como herramienta, nos libre de tareas tediosas "y nos permita centrarnos en lo importante". Javier Gargallo quiere estudiar Ingeniería y cree que la IA "creará nuevos trabajos si se gestiona bien", aunque otros desaparecerán al ser automatizados. Confían en que no usurpará su lugar creativo al ser humano: "Siempre hará falta gente innovadora, porque la IA reutiliza ideas que ya existían", considera Andrea.

Elaborar este experimento para lanzarlo con el proyecto Servet fomenta ese lado innovador en los jóvenes científicos ciudadanos. "Da rienda suelta a su creatividad y curiosidad, saliendo de la rigidez del currículum didáctico", valora Grégoire Blandin, profesor de Física y Química en el Molière. Aunque participar en el proyecto Servet no cuenta para nota, "han metido muchas horas, están muy motivados" y, hoy, 27 de abril, día del lanzamiento, nerviosos.

Bien atadas al globo, las cápsulas del proyecto Servet alcanzarán los 32 km de altura.
Bien atadas al globo, las cápsulas del proyecto Servet alcanzarán los 32 km de altura.
Antonio García / Bykofoto

Viento y emociones

Todos están pendientes de un pilotito encendido en el cubo blanco que alberga el experimento. Su color verde indica que todo va OK dentro: sensores listos y radio transmitiendo. Llega el instante crítico: "Qué momento, estamos en tensión", se oye. Con sumo cuidado –solo tocando se puede romper el fino látex–, entre varias personas sacan el gran globo blanco a la explanada exterior. "¡Venga, todos a una!". Las fuertes ráfagas del viento de abril no lo ponen fácil, pero en un vuelo, el globo se alza con los experimentos colgando, rumbo a la estratosfera. 

Esta es una aventura de ida y vuelta. A algo más de 32.000 metros de altura, tres veces por encima de la zona de vuelo de los aviones, este globo y su gemelo explosionarán, para, tras un descenso vertiginoso al principio y asistido por paracaídas después, acabar aterrizando en la sierra de Alcubierre. Una vez localizadas y recuperadas las cápsulas, en una tarde de ciencia ciudadana en Etopia, los jóvenes analizarán todos los datos y fotografías obtenidas. Asombrados de haber sido capaces de captar la curvatura de la Tierra.

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