Pressing catch
Los Estados Unidos son Bob Dylan, Don Winslow y Martin Scorsese, pero también son Hulk Hogan. Icono mediático de los ochenta y noventa, cuando triunfó en la lucha libre profesional, Hulk Hogan es uno de esos superhéroes yanquis que bordean la caricatura, un amasijo de músculos adornado con un bigotón amarillo y un pañuelo con el que se tapa la calva.
Los que crecimos tragándonos aquella bazofia televisiva del ‘Pressing catch’ (deberíamos exigir responsabilidades médicas a Telecinco por los daños irreversibles que causó a nuestros cerebros adolescentes), sabemos que Hogan tenía la costumbre de romperse la camiseta en plan Camaron para que viésemos lo machote que era y los dilatados pectorales que tenía, y eso es lo que ha vuelto a hacer ante las cámaras para mostrar su apoyo a su amigo Donald.
Dice Hogan que Trump es su héroe y uno no puede evitar imaginarse al hombre del pelo de panocha subido también al ring de ‘Pressing catch’, con la gorra roja, la oreja vendada, unos calzoncillos con las barras y las estrellas y repartiendo puñetazos y patadas voladoras a los enemigos enmascarados de la América que aspira a ser grande de nuevo. Trump con capa y calzones de superhéroe en el ‘show’ electoral. Qué miedito.
Donald y Hulk no solo son amigos: son almas gemelas. No hay más que verlos juntos. Dios los cría, etc. ¡Joder, solo falta Schwarzenegger con la ametralladora de ‘Terminator’! ¿Se acuerdan de la película? Las máquinas tomaban el control del planeta dirigidas por un sistema de inteligencia artificial. Y yo no sé si es la IA, el FBI o son los directivos de Telecinco los que están detrás de todo esto, pero el mundo se parece cada vez más a la nave de los locos. O a la isla de ‘Supervivientes’.
Julio José Ordovás es escritor
