Xordica es una de las mejores cosas que le han pasado a Aragón en su historia reciente. Xordica es la aventura vital e intelectual de un tipo valiente, apasionado y obstinado que se llama Chusé Raúl Usón.

Una aventura que Raúl no hubiera desarrollado con éxito sin la complicidad de su padre, de Espe, su admirable mujer, de sus hijas, de un buen puñado de amigos leales y de cientos de lectores comprometidos y entusiastas. Xordica es el recuerdo de las cenas locas en Casa Emilio, con Félix Romeo aporreando la mesa, Melero cantando jotas picantes, Labordeta sonriendo bajo su mostacho brasseniano y Josemari repartiendo botellas de Ambar y llamando al orden. Xordica son muchísimas horas de trabajo y muchísimas horas de viaje: solo Raúl sabe las horas que ha pasado corrigiendo galeradas y los kilómetros que ha hecho con la furgoneta cargada de libros.

La autobiografía de un editor, como dice siempre Jorge Herralde, es su catálogo, y el amplio y diverso catálogo de Xordica es la cartografía personal de Raúl, donde están representadas todas sus pasiones: su pasión por la cultura y la lengua aragonesas, su pasión por la literatura centroeuropea, su pasión por el mundo rural y su pasión por la literatura híbrida y mestiza, que él también ha practicado, porque Raúl, antes que editor y traductor, es escritor, uno de los buenos escritores aragoneses (mejor que algunos autores de su catálogo, dicho sea de paso).

Xordica cumple treinta años, gesta que hay que celebrar. Cuántas horas de felicidad lectora le debemos a ese somarda romántico que dedica sus escasos ratos libres a traducir a Eliot a la lengua de Ánchel Conte y a recorrer los Pirineos entrevistando a los últimos mohicanos del aragonés. 

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