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  • Pilar Clau

Gracias, Laluenga

Foto de Laluenga
Foto de Laluenga
Laura Uranga

Ando esta semana rebosante de gratitud. Este sentimiento, esta sensación me asalta a cada rato desde el pasado domingo. Siempre me siento agradecida: por vivir, por saber, por sentir, por todo lo que me rodea, y el domingo sentí que la gratitud se desbordaba: compañía, apoyo, reconocimiento, cariño.

Me refiero a mi pueblo, Laluenga. Estaba anunciado que el sábado presentaría un libro en Laluenga; sin embargo, el viernes por la tarde aplazamos la presentación al domingo por la mañana. "Es muy mala hora, no irá nadie", me decía mi madre con el fin de que no me decepcionara si ocurría algo así. Yo tomaba a risa esa cautela. ¿Cómo no iban a venir? Ellos no me fallan nunca. Y, pese a mi confianza, no imaginan la emoción que sentí el domingo cuando los vi a todos ahí; aunque fuera para ellos una hora intempestiva, aunque no estuviera en sus planes primeros. Pude confirmar que no me fallan nunca. Su atención, su cariño… ¿Cómo no voy a quererlos? ¿Cómo no voy a llevar a Laluenga siempre en mi corazón? Conmigo va allá adonde vaya.

Y al hondo agradecimiento que sentía por cada uno de los que allí estaban se sumaban otras gratitudes pasadas que me iban viniendo a la memoria cuando los miraba o cuando hablaba con ellos: reviví mi agradecimiento a Teresa porque me dijo las palabras justas en el momento indicado, a Javier porque tuvo un gesto amable conmigo cuando estaba mal… Fue hace muchos años y, sin embargo, el sentimiento está vivo como entonces. La gratitud no es sólo una reacción inmediata, es duradera: es emoción y es memoria. Crea y refuerza vínculos sociales, detiene las quejas y deshace los rencores. Dijo Cicerón que la gratitud es la madre de todas las virtudes.

La gratitud empuja al cerebro a dar lo mejor de sí mismo porque aquello que agradecemos: una palabra, un gesto, una presencia… nos ha conectado con los demás, ha hecho que nos sintamos más seguros en el mundo, nos ha puesto en sintonía con nosotros mismos, con nuestro ser más auténtico. Por eso la gratitud es estímulo y es impulso. Por eso, Laluenga, estás siempre presente en todo lo que escribo. Conmigo vas.

Pilar Clau es escritora

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