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  • Francisco José Serón Arbeloa

Malas entendederas

Malas entendederas
Malas entendederas
ISM

Si analizamos las cuatro revoluciones industriales previas: la del carbón en 1765, la del gas en 1870, la electrónica y nuclear en 1969, la de Internet y las energías renovables en 2000, se observa que, en aproximadamente 235 años, hemos: explotado minas, deforestado montañas, contaminado el aire y el agua, perturbado la salud tanto fisiológica como psicológica, saltado a la torera los derechos humanos, incluidos los de los niños… 

Y ahora, en el primer cuarto de siglo XXI, parece, sólo lo parece, que nos estamos dando cuenta de que hemos ido demasiado deprisa o, como se dice por mis tierras, hemos ido a lo ‘tonto modorro’.

Todas esas revoluciones dejamos que se desarrollaran sin restricciones, en las dos primeras, y con ciertas restricciones en las dos segundas, y hoy todavía estamos pagando el precio. Es indudable que, en cada una de ellas se han generado altas rentabilidades y se ha avanzado tanto en el bienestar como en el malestar de los ‘sapiens’.

Y qué decir de otros ejemplos entresacados de las industrias: militar, del tabaco, del petróleo y de las grandes tecnológicas.

Ahora, pensemos en la velocidad de penetración de las grandes tecnologías que afectan a la gran mayoría de los seres humanos. Empecemos por la del automóvil, patentado por Carl Benz en Alemania en 1886. Quince años después sólo había 8.000 automóviles en Estados Unidos que pasaron a ser 500.000 en 1910. Además, la primera señal de ‘stop’ no se utilizó hasta 1915… La idea que pretendo transmitir es que se emplearon décadas antes de la adopción generalizada de los automóviles. Eso nos dio tiempo para llegar a tener regulaciones formales y normas sociales relacionadas y adecuadas.

Otro ejemplo más moderno tiene que ver con las redes sociales, se pasó de un uso insignificante hasta 2008, con unos pocos millones de usuarios, a mil millones en solo cuatro años, lo que impidió recopilar datos sobre sus riesgos e impacto negativo hasta que fue demasiado tarde y nos topamos con el mundo de la desinformación, de los problemas de salud mental, del acoso, de la pornografía sin control…

Deberíamos haber aprendido para no repetir los mismos errores del pasado. No se puede sacar al genio de la lámpara y después de su uso intentar volver a meterlo, puede que en el lapso de tiempo transcurrido haya engordado y ya no quepa

En ambos casos, el riesgo de daño no ha sido una razón para no usarlas ya que ambas tecnologías han sido y siguen siendo útiles para la humanidad. Todos sabemos y admitimos que mucha gente muere por accidentes o conducciones temerarias, y también que a mucha gente le afecta el mal uso de las redes. Pero, como dice la sabiduría popular, que tiene para todo: "No es de hombre prudente nadar contra corriente", aunque "más vale prevenir que curar".

Esta misma lógica se puede aplicar a la inteligencia artificial de última hornada. A diferencia de las tecnologías de la información previas, que tardaron décadas en adoptarse, con ese tipo de inteligencia artificial las grandes tecnológicas luchan entre sí y nos bombardean de forma continuada y completamente sesgada para que adoptemos, de forma rápida, alguna de las que ofrecen. Pero, ¿dónde está la capacitación necesaria para comprender su funcionamiento, sus posibilidades, entender sus resultados, así como leer las regulaciones de su uso?

Sabemos por experiencia que cualquier tecnología transversal que pueda causar un impacto suficiente y que crezca más rápido de lo deseable va a producir más daños que bienes. Deberíamos haber aprendido para no repetir los mismos errores del pasado. No se puede sacar al genio de la lámpara y después de su uso intentar volver a meterlo, puede que en el lapso de tiempo transcurrido haya engordado y ya no quepa. Veamos cómo nos va esta nueva prueba con la inteligencia artificial.

Francisco José Serón Arbeloa es catedrático de la Universidad de Zaragoza

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