Opinión
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Por
  • Jaime Armengol

Taza y media de fango

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el Congreso para presentar el plan de calidad democrática.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el Congreso para presentar el plan de calidad democrática.
ZIPI ARAGON/Efe

Ahora resulta que el agua cristalina que trajeron internet, el periodismo ciudadano y la abundancia ha devenido en fango. Lodo que toca depurar, con un afán regulador e intervencionista nunca visto para abordar vía boletín oficial un problema complejo como es la calidad informativa. 

La mayoría de los medios de información intentan hacer bien su trabajo, frente al ruido y al odio amplificados en las redes sociales. Medios públicos o privados observadores de la realidad, fedatarios de lo sucedido, transformadores de hechos en palabras, conseguidores de testimonios gráficos y sonoros, creadores de opinión con sus enfoques y su forma de ver el mundo. Facilitadores de la reflexión.

Medios con sus profesionales, periodistas que persiguen las noticias, cómodas o incómodas, necesarias siempre que sean veraces y contrastadas… Medios con sus colaboradores y columnistas, con sus firmas invitadas y sus tribunas libres como ésta. Medios a los que hoy algunos cuestionan, menoscabando su reputación, enclaustrando a sus profesionales, con el bozal convenientemente puesto sus columnistas.

Cualquier norma mal enfocada tendente a la hiperregulación de los medios de comunicación no traerá sino una opresión a una mayoría de cabeceras y canales honestos y profesionales que permiten que el periodismo cumpla con su función social como basamento de la vida pública y política en la democracia. El insulto, la difamación y el alboroto acabarán encontrando otros cauces para impactar en el ciudadano.

Está fuera de la realidad quien piense que la libertad de prensa se consigue vía decreto. El pluralismo, la independencia de los medios de comunicación, la calidad del marco legal, la influencia de los poderes políticos y económicos o la seguridad de los periodistas son cosa de todos, no de un parlamento y mucho menos de un Gobierno o de un presidente enojado. También es cosa de todos el derecho a recibir información libremente. Debemos defenderlo activamente, comenzando por elegir. ¿O es que a usted le obligan a leer una u otra cosa?

Cualquier norma mal enfocada tendente a la hiperregulación de los medios de comunicación no traerá sino una opresión a una mayoría de cabeceras y canales honestos y profesionales que permiten que el periodismo cumpla con su función social

Estos derechos están consagrados en el artículo 20 de nuestra Constitución o en el artículo 19 de la veterana Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión".

El hecho de que la libertad de prensa y el derecho a la información se recojan en estos textos no asegura ni su cumplimiento ni su eficacia. Hay que luchar por ellos día a día. Y señalar a quienes quieran manosearlos. Internet ha traído una crisis de la intermediación, pero tratar la información como una mercancía más de la trifulca partidaria representa un error que acabaremos pagando muy caro. Frente a los bulos, rigor; frente a las difamaciones, derecho al honor.

Una pataleta nos ha traído hasta aquí, un pantano de vaguedades en el Congreso. Perdidos en la inconcreción, dibujando fantasmas en los consejos de los medios, con una pizquita de ley mordaza para que suene mejor. ¿Alguien cree que esto es un plan, que va a llegar a alguna parte? Difama que algo queda… ¿Calidad democrática o taza y media de fango?

Jaime Armengol es periodista

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