Opinión
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  • Luisa Miñana

Edad de oro

El Café Niké (1940-1960), en la entonces llamada calle del Requeté Aragonés, hoy Cinco de Marzo.
El Café Niké (1940-1960), en la entonces llamada calle del Requeté Aragonés, hoy Cinco de Marzo.
Heraldo.es

Últimamente no es inhabitual leer acerca de la actual edad de oro por la que atraviesa la literatura aragonesa. En una tierra tan parca en el reconocer como ésta no es mala cosa. 

Y es verdad que asistimos al florecimiento de estupendas plumas en cualquiera de los géneros. Eso nos enriquece a todos. Bastantes de estos autores y autoras obtienen refrendada consideración también fuera de Aragón, lo que, con algunas excepciones, ha sucedido a lo largo del tiempo en escasísimas ocasiones. Pero, como suele ser, un robusto presente no llega desde la nada.

El pasado 8 de junio falleció el poeta Rosendo Tello, tan querido y admirado, el último puente de magisterio que nos quedaba con una época de ineludible herencia, la de los años 50-70 del siglo pasado, a la que otro aragonés inolvidable, Lázaro Carreter, calificó en su momento también como el ‘siglo de oro’ para nuestra literatura, y que hoy simbolizamos a través del Café Niké, y de los artistas que pasaron, más o menos asiduamente, por sus tertulias, o las tuvieron de referencia próxima.

En el marco del XXI Congreso de la Asociación Aragonesa de Escritores, Fanny Rubio leyó una magnífica, e intelectualmente valiente, conferencia: ‘Extraterritoriales vanguardistas: de Miguel Labordeta a Alejandra Pizarnik’. Se suma a otros estudios académicos en las últimas décadas dentro y fuera de Aragón. Pero la relevancia del trabajo de los muy diferentes poetas de la Peña Niké, desafiando la oscuridad estética y el lenguaje estricto de la dictadura, sigue sin encontrar el lugar que merece en la historia de la literatura española del siglo XX.

Luisa Miñana es escritora

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