Opinión
Suscríbete
Por
  • Luisa Miñana

Clásicos para el verano

Fallout 4 en imágenes
Fallout
HA

Pasé buena parte de mi último verano estrictamente universitario, entre cuatro y quinto de carrera, leyendo a Galdós y también algunas exégesis de las obras del autor canario a cargo, por ejemplo, de Casalduero y de Montesinos. 

Quizás les parezca esta una actividad estival insólita o estrambótica para una joven de veinte años. Quizás lo sea. Por aquel entonces no tanto. Además, el galdosianismo me abdujo tempranamente y yo quería cerrar mi especialización en Historia Contemporánea con un trabajo que también incluyera mi querencia por la literatura, lo cual fue absolutamente desechado por el profesor Ferrer en cuanto se lo propuse al inicio de curso. Tantos años después, de mi rabioso enfado por ello ya no queda ni rastro, pero sigo guardando memoria de las largas horas de aquel verano ochentero en compañía de Galdós.

Parece que el verano nos invita a entretenimientos ligeros, pero también es posible disfrutarlo buscando lecturas, películas, series o músicas de más enjundia

Muchos otros veranos se han significado para mí, con la perspectiva del paso del tiempo, a través de las lecturas, de las películas y series disfrutadas, de la música descubierta, gracias al ritmo más lento de las horas estivales, sobre todo en los años pre-laborales, claro. En algunos casos su importancia vital anduvo ligada a hechos y experiencias biográficos. Por ejemplo, recuerdo vívidamente dos series sesenteras de televisión, hoy de culto, emitidas el año en que mi familia se trasladó a vivir a Zaragoza desde Barcelona, y que yo seguí con deslumbramiento: ‘El túnel del tiempo’ y, sobre todo, ‘El prisionero’ (esta es fundamental en mi novela ‘Las hipnopómpicas’). Aunque yo lo desconocía, fue el mismo año en que Janis Joplin actúa con los Big Brother and the Holding Company en el Festival de Monterrey. Lo supe unos diez años después, durante otro verano universitario, en el que descubrí a Joplin y su voz de arcilla luminosa lo llenó casi noche tras noche, como un par de años antes lo había hecho ‘Mediterráneo’ de Joan Manuel Serrat, el primer disco con el que lloré de pura emoción.

Y ahí tenemos a los clásicos, una invitación permanente al descubrimiento

Los meses de duraderos días veraniegos en este sur europeo, con sus tardes necesariamente en sombra y sus inquietas noches, siempre me han animado –seguramente en contra de la lógica y mayoritaria inclinación a la ligereza– a emprender lecturas de largo recorrido y peso específico, lo que no les resta emoción, también en contra de la opinión seguramente más generalizada: últimamente nos falta a todos un poco de músculo indagador. Los del verano son buenos momentos para bucear sin miedo en los clásicos, que, a punto de cerrarse el primer cuarto del siglo XXI, ya suman unos cuantos, desde los antiguos clásicos a la literatura del tercer cuarto del siglo pasado, por poner un límite. Las tardes de las dos semanas dedicadas a las más de mil páginas de ‘Guerra y paz’, de Tolstói, son otro de los hitos lectores estivales que sigo recordando; una novela enorme, en todos los sentidos, que, por cierto, ha derivado en unas cuantas películas y series, aunque nadie, que yo sepa, se ha atrevido todavía a convertirla en el gran videojuego que podría ser.

Termino compartiendo mi descubrimiento de este principio de verano: la serie ‘Fallout’, con más miga de la que parece, en la que subyacen bastantes referencias literarias y que está basada en la saga de videojuegos de igual nombre, iniciada a finales de los 90; ya casi un clásico.

Luisa Miñana es escritora

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión