Opinión
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  • Julio José Ordovás

Perfume porcino

Perfume porcino
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Aragón es tierra de cerdos. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas: en Aragón hay siete cerdos por cada habitante. Aún me parecen pocos cerdos teniendo en cuenta el intenso perfume porcino que se extiende de un extremo a otro de la región y que te obliga a mantener cerradas las ventanillas del coche en cuanto sales a la carretera, aunque no tengas aire acondicionado y el termómetro supere los cuarenta grados. 

No sé a qué esperan las autoridades del gobierno autonómico para trasladar la escultura jamona de la rotonda de Calamocha a la plaza de Aragón, donde luciría en todo su esplendor artístico, y a sustituir las cabezas decapitadas de los reyes musulmanes del escudo aragonés por cuatro flamantes perniles. También podríamos sustituir por cerdos los leones del puente de Piedra. Los zaragozanos no solo nos acostumbraríamos a ellos sino que acabaríamos cogiéndoles cariño.

Pero Aragón no es solo tierra de cerdos. También es tierra de molinos. Al paso que vamos, pronto tendremos más molinos que árboles y llegará un día en que el cierzo soplará con más furia de la habitual y nos despegaremos de la corteza terrestre y saldremos disparados hasta el infinito y más allá. Más de nueve millones de cerdos y un millón y pico de aragoneses flotando por la galaxia en plan ‘Interstellar’. Y de banda sonora ‘La palomica’ en bucle.

Podemos estar orgullosos: somos la piara y la pila de Europa. Si al menos nos bajaran la factura de la luz y nos obsequiaran con un jamón y un lote de embutidos por Navidad. Pero nada. Ni eso. Urge actualizar el himno labordetiano. Aragón ya no es polvo, niebla, viento y sol, como cantaba el abuelo. Aragón es cerdos, molinos, Inditex y Amazon. Y donde hay agua, un polígono.  

Julio José Ordovás es escritor

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