Efemérides
No iba a hacerlo, hastiado como estaba de una temporada dolorosa, pero el pasado domingo 2 de junio fui a despedirme de la vieja Romareda. Intercambié un mensaje con mi primo durante el partido, y él me mandó una foto (muy emotiva) de su bufanda zaragocista sobre la misma butaca en la que lleva sentándose 23 años.
A su lado comencé mi aventura blanquiazul siendo apenas un niño y son muchos los recuerdos de aquel gol sur que colean todavía. Si recuerdo un día de euforia preadolescente pienso en cómo volví cantando hasta casa después de los seis goles al Real Madrid en aquella semifinal copera. Ha pasado mucho tiempo y llevamos once temporadas arrastrando la camiseta por segunda división. El día que escribo estas líneas se ha hecho oficial la renovación del gran jugador zaragocista por su otro club. Esperábamos su vuelta. Me falta contexto para juzgar este acto, pero dispongo del mío: el día 4 de junio de 2016 nos bastaba un punto contra la desaparecida Unió Esportiva Llagostera (ya descendida) para jugar un ‘play off’ de ascenso. Ese día, el equipo de mis amores perdió 6-2 contra los gerundenses en Palamós, en un campo que ni siquiera era suyo. Durante estos once años han vestido la camiseta zaragocista jugadores que nadie recuerda, nos hemos desilusionado tanto que creo que es precisamente este el apellido de todo abonado maño, creímos que este iba a ser el año del regreso y ha resultado ser una pesadilla, nos han ganado filiales, equipos sin gloria, hemos llorado de rabia. En cambio, la Romareda demostró en su despedida el amor a un escudo y el respeto a una historia: algunos todavía seguimos subidos al barco.
Sergio Royo es escritor
