Opinión
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Por
  • Julio José Ordovás

Besar el escudo

Keylor Navas besa el escudo del Real Madrid en su presentación
Besar el escudo
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Tú besarías el logo de la empresa para la que trabajas? ¿A que no? Tendrían que apuntarte con una pistola a la cabeza, ¿verdad? Pues eso es lo que hacen algunos futbolistas. 

Cuando un futbolista besa el escudo que lleva en la camiseta para celebrar un gol no solo está besando un símbolo identitario, también está besando la mano que le da de comer, es decir, la mano del presidente del club, la mano que firma contratos millonarios. Besar el escudo es un gesto de vasallaje.

El fútbol es industria y deporte, épica y entretenimiento, pero sobre todo el fútbol es negocio y política. Vázquez Montalbán llegó a definir al Barça como el "desarmado ejército simbólico" de Cataluña, y lo mismo podría aplicarse al Real Madrid. Ejércitos de mercenarios que besan teatralmente sus escudos bordados en China. Los momentos más interesantes de los partidos son esos en que la cámara enfoca al palco y vemos a políticos y empresarios en feliz armonía, aunque alguno de ellos ponga cara de sufrimiento o de estreñimiento porque los balonazos de su equipo se estrellan sistemáticamente contra el larguero de la portería contraria.

Los simples aficionados, los que pagan la entrada de su bolsillo, van al estadio a sufrir y a gozar (los aficionados del Zaragoza hace años que solo vamos a masticar de mala gana el bocata de la decepción), pero los empresarios y los políticos van al estadio a hacer negocios y a hacer política.

Dicho esto, me voy con mi hijo a pelotear al parque de la Granja. A la cancha de fútbol del parque no llegan los tentáculos del poder ni los padres tarados que proyectan en sus hijos sus frustraciones económico-deportivas. En el parque el fútbol es una forma de pasar el rato y de hacer amigos.

Julio José Ordovás es escritor

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