Opinión
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Por
  • Julio José Ordovás

Vieja foto

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Vieja foto
Pixabay

Esta vieja imagen que el azar ha puesto ante tus ojos puede ser el detonante de una novela o, al menos, de un pequeño relato, me digo al ver la fotografía de la inauguración del cuartelillo de policía de San José que cuelga de una de las paredes de la sala de espera de la actual comisaría del barrio. 

Hay una sola mujer entre hombres de rostros severos enfundados en abrigos largos y oscuros, uno de ellos con uniforme militar y otros con aspecto de ser autoridades políticas del régimen franquista. En el centro del grupo, un sacerdote con casulla que no creo que fuera una versión zaragozana del chestertoniano padre Brown sino el encargado de oficiar la bendición de la comisaría. De todos ellos, el que más llama mi atención es un tipo joven y guapo, con bigote de la época, que lanza a la cámara una mirada inteligente y confiada.

Salgo de la comisaría, entro en un bar, saco mi libreta y empiezo a fantasear. Imagino a un hombrecillo que se dirige hacia la comisaría de la foto por una amplia calle desierta. Camina contra el viento embozado en una bufanda de lana y con la mano izquierda se sujeta el sombrero a la cabeza. Sopla el viento con tal fuerza que da la impresión de que el hombrecillo va a salir volando en cualquier momento. No cabe duda de que hay algo que le apremia porque su andar es obstinado. Pasa un coche negro y rutilante como el féretro de un obispo y el hombrecillo lo sigue con la vista preguntándose quién puede ir dentro de él. Ya en el interior de la comisaría, el hombrecillo, sentado en una silla que cojea ligeramente, lo que aumenta su nerviosismo, escucha al joven policía: "Y dice usted que su sobrina lleva dos días desaparecida. ¿Ha traído alguna foto reciente de ella?".

Julio José Ordovás es escritor

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