Opinión
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Por
  • Jorge Sanz Barajas

Derechos de papel

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Derechos de papel
Unsplash

A. tiene treinta y dos años, dos hijas, dos trabajos (solo uno con contrato), un alquiler, un préstamo y, hasta ayer, un perro. Trabaja de ocho de la mañana a diez de la noche. El alquiler le arranca dos tercios de sus ingresos. 

Ha decidido volver con sus dos hijas (fue madre por primera vez a los dieciséis) a la habitación compartida con dos familias más. La cesta de la compra que antes completaba con cuarenta euros, ahora cuesta sesenta. A. mira y remira el precio del aceite de oliva y lo acaba devolviendo al estante. Hace lo propio con los yogures y el queso. Solo da para untar paté de lata en el pan. Le inquieta encontrar los bocadillos de L. en la mochila, pero lo que más le preocupa son las dos tarjetas de bus y los tres móviles cuya existencia ignoraba. No sabe muy bien cómo hablarle de ello. Entre tanto, guarda como oro en paño los cuarenta euros para pagar el banco de libros y la matrícula. En el instituto le acaban de decir que este año el proceso es telemático. Telemático quiere decir: harás los papeles con el ordenador que no tienes. Como A. es de las que no tiene, pregunta en el insti si le ayudarían a hacerla. La secretaría le ha dicho que sí, como a las trescientas familias más que no pueden o saben hacerlo. Pero A. sabe pelear, y sabe que si esta generación encaja en el mundo laboral, todo será distinto. Sabe que derechos en papel son derechos de papel. Y sabe rezar. Se arrodilla y salmodia a sus santas: "Clara Campoamor, María Telo, rogad por nosotras…".

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