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  • Isabel Soria

Falta de amor

Falta de amor
Falta de amor
Pixabay

Hay algo nefando que nos rodea, a lo que no reaccionamos puesto que nuestra mirada se ha maleducado y se ha acostumbrado: Es la fealdad, la tremenda fealdad urbanística y arquitectónica que invade pueblos y ciudades.

En los últimos sesenta o setenta años se ha construido de una forma espantosa y horrible. Parece que se ha hecho un urbanismo sin ton ni son y la referencia ha sido la ciudad trabajadora, la ciudad enjambre, la ciudad como espacio para transportarnos o consumidora. Y se nos ha olvidado una cosa fundamental: hay que vivir en ella. Y hay que vivir en lugares que propicien la felicidad de sus habitantes y lograr que ese espacio compartido contribuya a hacer más grata la existencia, teniendo en cuenta lo necesario para hacer que la sociedad y los vecinos estén satisfechos en todas las facetas de su vida, incluida la emocional.

Durante estas seis décadas se ha roto y destruido una importante parte de nuestro patrimonio, de nuestro paisaje emocional y apenas reconocemos los lugares y calles de nuestra infancia. Las ciudades se han despersonalizado, se han homogeneizado y los mismos barrios se repiten en todas ellas, en algo que se acerca más a un vividero que a un espacio en el que desarrollarse plenamente en la esfera de lo público.

Andrés Rubio, ha escrito un maravilloso libro, que se titula ‘España fea’, Debate, 2022. Tras realizar un sesudo ensayo sobre las causas de por qué España es fea, dice que la primera causa de la fealdad –con toda la polisemia que es capaz de soportar el término– es la falta de amor.

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