Opinión
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Por
  • Isabel Soria

Tres años

Imagen de la zona de Canal Roya de la estación de Astún.
Imagen de la zona de Canal Roya de la estación de Astún.
Astún

Hace tres años que dimos un frenazo en seco. El día 12 de marzo de 2020 servidora estaba volviendo de un viaje. Afortunadamente llegué a tiempo para recoger a mis hijos del colegio, uno de los primeros que cerró en Aragón

A partir de entonces, nuestra sociedad y nuestro mundo que, aunque tiene y tenía sus problemas estaba más menos bien, se fracturó y se desestabilizó. Y el virus comenzó a ser una dantesca realidad. Recuerdo aquellos duros días de primavera en los que cada día moría más gente. Aprendimos y convivimos con palabras y conceptos nuevos. Pasaron meses y meses de variantes –delta y ómicron, entre otras– del virus SARS-CoV-2. Más de cinco mil aragoneses se quedaron en el camino. El sistema hospitalario estuvo a punto de colapsar. Miles de profesionales –que fueron quienes nos sacaron de aquello– combatían encarnizadamente y hasta la extenuación contra el aire y la enfermedad. Gracias. Gastamos mucha lejía, hidrogel y mascarillas. Guardamos las distancias de seguridad. Y los más nos vacunamos sin rechistar. Aquellos largos días de confinamiento mirábamos tras los cristales añorando el aire y el mundo de fuera. Queríamos oler la naturaleza, pasearla, sentirla, y quedarnos extasiados con su grandeza. La naturaleza, el mar, la montaña se convirtieron en arcadias, en evocadores edenes. Que no se nos olvide aquello, y tampoco que es una obligación moral cuidar y transmitir en las mejores condiciones posibles todo lo bueno que nos rodea, el patrimonio cultural y el natural. Por eso, tenemos que conservar nuestros ya pocos paraísos naturales. Desde estas humildes líneas, no al proyecto de la Canal Roya.

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