Monegros Desert, cuando un festival de 50.000 personas es un asunto de familia

Juan Arnau Durán, el padre del Monegros Desert, hace un recorrido por el sitio donde jugó de niño y este sábado se ha llenado de 'ravers'.

Juan Arnau y Cruz Lasierra, en El Corral del Monegros Desert.
Juan Arnau y Cruz Lasierra, en El Corral del Monegros Desert.
Francisco Jiménez

Sin él –y su esposa Cruz– este gran milagro que es la celebración de uno de los principales festivales de música del planeta no sería posible. Lo que comenzó como un divertimento entre amigos y clientes de la discoteca Florida 135 se ha convertido, 31 años después, en una fiesta multitudinaria que congega a más de 50.000 personas en el desierto fragatino.

Nadie mejor que Juan Arnau Durán, el padre de la criatura, para realizar un recorrido por estas 12 hectáreas en las que la aridez y la ruralidad desafían a la lógica para convertir durante 22 horas este enclave de Aragón en epicentro de los sonidos electrónicos y urbanos.

A sus 68 años y pese a que hace tres que cedió todo el control del festival a sus hijos Juan y Cruz, sigue estando al pie del cañón. Faltan pocos minutos para que a las 14.00 se abran las puertas del paraíso de los ‘ravers’ y observa de cerca cualquier incidencia. "Ya no estoy en primera línea y veo las cosas con otra perspectiva. Todo está en manos de mis hijos, que son los que tienen que ocuparse y preocuparse en tomar muchas decisiones. Pero me gusta estar presente en el arranque, ver la cara y la ilusión con que viene tanta gente. Es un momento muy especial. En mi mente pasan diapositivas del pasado y suento mucho orgullo de que hayamos llegado tan lejos", explica con indisimulada emoción.

Rememora aquella primera edición del Monegros Desert en 1993, con aires de merendola en petit comité: "Venía de una ‘rave’ en Liverpool y quise compartir aquel espíritu con 200 personas. Hicimos carne a la brasa y escuchamos música. ¡Cómo ha cambiado todo!".

Arnau, que es abordado con frecuencia y simpatía por muchos asistentes para tomar un selfi, goza ahora en su faceta como escritor –ha vendido más de 10.000 ejemplares de su novela ‘Bailar en el desierto’– e incluso ultima un cómic. Pero el veneno de la electrónica y del Monegros sigue corriendo por sus venas. "Estoy a todas horas, apenas descanso un poquito en una caravana. Me gusta dar vueltas por todos los escenarios y ver cómo va la gente vestida. Se nota que han elegido a conciencia su vestimenta. No solo es cómoda, sino que sigue las tendencias. Me encanta que no haya pudor, sino hedonismo. Saben que nadie les dirá nada de cómo van o quiénes son. Se respira un sentimiento de libertad único. Estamos en tierra de nadie y el respeto es máximo entre todos. De hecho, no hay ni suciedad. La conciencia de que estamos en una zona salvaje y que hay que respetar la naturaleza es total", indica con orgullo.

Entre los 12 escenarios erigidos elige como favorito uno de los más humildes, El Corral, el lugar que sus antepasados reservaban al cuidado de los animales. "Es un lugar que me conecta con Josepet, mi tatarabuelo, que fue quien compró esta finca. Aquí venía yo desde bien pequeño para ver cosechar con caballerías. Pasaba el verano con mi bisabuela, la nuera de Josepet. Me pregunto qué pensarían si lo vieran ahora. Alucinarían y estarían muy satisfechos por lo que siguen haciendo sus tataranietos en 2024", prosigue.

Porque, desengañémonos, el Monegros Desert es, ante todo, un asunto de familia. Cada edición concluye con los Arnau junto al DJ estrella cerrando el festival en el escenario, en esta ocasión con el italiano Joseph Capriati. "Hacemos piña en un momento único. Queremos que la gente vea que los organizadores estamos ahí siempre, para lo bueno y para lo malo. Nos hacemos responsables de todo lo que sucede. Para mejorar no queda otra que escuchar a la gente. Está en nuestro ADN", concluye. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión