LETRAS ARAGONESAS. ARTES & lETRAS

Carmelo Romero: el fin de un mundo y la deuda de contarlo

El historiador de Unizar y escritor entona una elegía por un tiempo y un universo rural que desaparecen 

Carmelo Romero, historiador y escritor y cronista deportivo, en su casa de Soria.
Carmelo Romero, historiador y escritor y cronista deportivo, en su casa de Soria.
Ana Romero.

 Esta es la historia de un final, tanto que incluso empieza con un funeral. Porque cuenta una época, un tiempo de la España que ya no existe más que en el recuerdo de algunos, la memoria de otros o en los libros de historia, aunque éste tampoco sea el caso, o no solo.

‘El fin de un mundo’ (Pozalmuro, Soria, 1950) de Carmelo Romero es el retrato joya que un catedrático de Historia contemporánea como él (Unizar) dibuja con trazo preciso y afinado de esa España rural de la guerra y posguerra que, en algunos lugares, todavía parece que se resiste a irse y que, sin embargo, nos sale al encuentro cuando alguien de aquella generación se va. El nieto mayor que acude al funeral del abuelo en aquel pueblo que visitaba de pequeño y que le conecta con sus orígenes y su propia historia.

«Sublimamos y añoramos, en verdad, aquello que hemos perdido», dice el narrador. O «aunque nadie sea esclavo de su infancia, cada uno de nosotros, en mayor o menor grado somos deudores de ella». La historia como hilo invisible que nos teje y nos conecta con los que nos precedieron y forjaron, y sin pretenderlo incluso nos ayuda a averiguar hacia dónde vamos. Le pasa al protagonista –maduro inmaduro y fruto de este tiempo– que cuenta con dos personajes –la señora Manuela y el señor Antonino– que le brindan sus recuerdos y se convierten en la auténtica brújula de esta narración, y ya de paso la suya propia.

Ellos y el propio autor, que como profesor que es, no puede evitar a veces subirse a la narración como cuando Hitchcock se subía al tren. Carmelo Romero «camea» para explicar y aportar, como el que coge la tiza para redondear la solución de la ecuación, no vaya a ser que pase desapercibida para el lector. El autor explica, que es lo suyo, pero sobre todo cuenta: el paisaje, el poder, el pueblo, sus costumbres, los juegos de infancia, los animales, la desamortización, la guerra, el estraperlo y hasta Evita Perón… Y lo hace con el ritmo de entonces, infinitamente más tranquilo y sosegado que el de ahora, que tritura los segundos como antes no se hacía ni con los años. Se agradece lo mismo que su prosa, bella y serena, salpicada con vocablos de entonces, términos ahora en desuso porque ya no se nombra lo que no existe y que él rescata y dignifica como otro elemento más. Y lo hace convirtiendo en novela entretenida lo que seguro, en sus aulas y más de una vez, ha sido una magistral clase de Historia. Así, con mayúsculas.

«Estamos enterrando a los últimos protagonistas de un modo de ser y comportarse y no estoy seguro de que lo hagamos con la dignidad que ellos merecen».

Porque Romero no tiene intención de caer en la nostalgia ni en la melancolía, aunque a veces asomen, sino sobre todo porque lo que persigue es sobre todo hacer justicia. Como el notario y el testigo. Contar para que cuente y cuenten: «Las gentes de la generación de mis abuelos –dice el narrador– cargan sobre sus espaldas mochilas con grandes esfuerzos, con grandes sacrificios y con grandes logros. Como para reírse de ellos». O «estamos enterrando a los últimos protagonistas de un modo de ser y comportarse y no estoy seguro de que lo hagamos con la dignidad que ellos merecen».

Carmelo Romero puede estar tranquilo. Ha cumplido. Y el lector que se anime con ‘El fin de un mundo’ se lo reconocerá y lo disfrutará. En tiempos donde prevalece la desmemoria, lo suyo es mucho más que una novela.

FICHA 

'El fin de un mundo'. Carmelo Romero. Los Aciertos/Pepitas. Logroño, 2024. 200 páginas.

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