Bunbury arrasa en su concierto de Madrid con un recital hechicero y pleno de energía

El zaragozano, que llevaba seis años sin tocar en España, repitió el repertorio de los cuatro conciertos ofrecidos este mes en tierras americanas, y lució en perfecta sintonía con su banda

Bunbury, anoche, en Madrid.
Bunbury, anoche, en Madrid.
Enrique Cidoncha

Había expectación. Había reservas, a pesar del magnífico eco que llegaba de allende los mares tras los conciertos mexicanos y estadounidenses, dos y dos, ofrecidos este mes. ¿Saben lo que es borrar las reservas de un plumazo y alcanzar las expectativas en el primer acorde? Pues eso ocurrió anoche con Enrique Bunbury y Los Santos Inocentes en el Wizink Center de Madrid. Un concierto que no se salió del guión marcado en esta segunda tanda de ‘shows únicos’ (el mismo orden, los mismos temas que en Ciudad de México, Guadalajara, Los Angeles y Nueva York) pero con la energía siempre renovada, jodidamente única que imprime este hombre a sus apariciones públicas.

La mejor noticia para sus seguidores (17.000 ayer, incluyendo a la televisiva Terelu Campos con camiseta negra adornada con calavera plateada) es que Buy sunbury está en plena forma. Anda fino, le ha dado al gimnasio, y todo su repertorio gestual (sentadillas en amago, boxeo, air guitar, brazo al viento y reverencia al respetable) sigue intacto. A la gente le gustan las fotos fijas con movimiento, los contrasentidos que se entienden, cuando de reencuentros con sus ídolos se trata. De voz, muy bien, aunque el sonido del coso madrileño no fuera precisamente perfecto.

Loor al charro siniestro

Lo dicho, las fotos fijas tienen su aquél. Bunbury salió de negro riguroso, chaqueta y camiseta, pañuelo rojo al cuello, gafas de sol. Un charro siniestro que comenzó a desgranar su repertorio con una de la joyas de ‘Greta Garbo’, ese up-tempo que pone la velocidad de crucero en un segundo. Eso sí, con el zaragozano no cabe esperar curvas de intensidad lógicas. Frena y acelera a voluntad, apelando siempre a los sentimientos. ‘Cuna de Caín’ dejó claro a los más escépticos que su garganta anda nítida sin el tristemente famoso glycol que le tumbara hace un par de años; además, los coros de Álvaro Suite y Erin Memento (buena adición la de la joven zaragozana) encienden aún más el tema.

Con ‘Despierta’, que guiña al himno ‘I feel you’ de Depeche Mode, hubo duelo de guitarras: la de Jordi Mena lloraba, la de Álvaro Suite sonaba rotunda y peligrosa. El respetable eligió el cierre de este tema para mostrar sus respetos al protagonista de la noche. “Enrique, Enrique” es un clásico que tiende puentes desde hace casi tres décadas entre el artista y su audiencia.

El cantante zaragozano ha desatado la euforia de sus seguidores en el recinto madrileño, que lo han aclamado al grito de 'Enrique, Enrique".
El cantante zaragozano ha desatado la euforia de sus seguidores en el recinto madrileño, que lo han aclamado al grito de 'Enrique, Enrique".

‘Hombre de acción’ marcó el primer discurso de Bunbury. “Es un verdadero placer estar aquí en el Wizink con todos ustedes después de seis años: demasiado tiempo. Les traemos canciones nuevas y un repertorio mirando a todas las épocas, a la primera etapa con Héroes del Silencio, los años con El Huracán Ambulante y todo lo de Los Santos Inocentes. Esperamos –concluyó, quitándose las gafas de sol– que el repertorio sea de su agrado”.

Tocaba desgarro con ‘El rescate’, y rendición de amor con ‘Cualquiera en su sano juicio (se habría vuelto loco por ti)’. Ya sin chaqueta, el zaragozano atacó ‘Invulnerables’, otra gran canción de su último disco. La iluminación escénica, por cierto, fue resultona a más no poder: una especie de focos móviles en enjambre que formaban diferentes figuras e incluso simulaban movimientos rotatorios con rápidos encendidos y apagados, sobre pantalla gigante que apoyó algunas de las canciones.

La banda funciona de lujo. Quino Béjar, ‘El Marqués’ para Enrique, es un metrónomo humano, impasible y certero. Su jefe se emocionaba “Hace dos años pensaba que esto no iba a pasar más, que no íbamos a tener la oportunidad de mantener esta comunicación, este hermanamiento. No crean que doy por sentado lo de volver al escenario. aprecio cada día como si fuera el último”, espetaba el aragonés. Emoción genuina, se le llama a eso.

‘El extranjero’ o estar en casa

Con ‘Alaska’, Bunbury cocinó el primer gran momentazo de la noche. ‘El extranjero’ es una canción única, un cuarto de siglo después de asomar al mundo. Con el arreglo ligeramente cambiado –le sentaba bien a la rola– y Erin destacando en los coros, con Gacías infalible en la batería, el reverendo Rebenaque haciendo diabluras en los teclados, Robert Castellanos marcando el latido del corazón con el bajo, la canción fue redonda. El estribillo lo acabó cantando el público, con Bunbury media octava arriba, siguiendo el calor de su público.

‘Desaparecer’ puso de nuevo el tempo de liturgia pagana, y ‘La actitud correcta’, el toque cantinero y polvoriento a la fiesta. Seguía ‘Apuesta por el rock’n’roll’, esa canción que tomó prestada a Mauricio Aznar y que tanto hace lucir. Bunbury la tildó ayer de “recomendación para los tiempos que nos están tocando vivir, porque ahí afuera es la puta jungla”.

Tras ‘Porque las cosas cambian’ llegó otro himno casi chamánico, ‘De todo el mundo’, y Bunbury bajó al público para cantarla antes de subir de nuevo a tarima y atracar ‘Entre dos tierras’, un cataclismo –la primera de Héroes en la noche– con la boa roja al cuello y el rito de presentar la banda incluidos.

El repertorio tiene el acierto en este punto de saltar a ‘Sí’, tema de Umpah Pah que data de 1996 y que Bunbury versionó con mucho éxito. Ahí se habla de ese zarpazo al corazón que bautiza estos días la exposición pictórica de Vito Pastor en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza, con varias obras inspiradas en Bunbury. Vayan a verla, no se arrepentirán.

Ojo al ‘rush’ final: ‘Lady Blue’, ‘Parecemos tontos’, ‘Infinito’ –rotunda–, ‘Maldito duende’ –apoteósica–, ‘La constante’ y, como colofón, ‘Y al final’. Si en Madrid la cosa fue así, ¿cómo será en Zaragoza?

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