PINTURA. ARTES & LETRAS

Joaquín Sorolla, pintar la naturaleza tal como es

El Museo Goya-Camón Aznar expone una exposición del pintor, de obras de su museo, concebida por el escritor valenciano Manuel Vicent

Autorretrato del pintor con su característica y enérgica pincelada.
Autorretrato del pintor con su característica y enérgica pincelada.
Museo Sorolla/Ibercaja.

Joaquín Sorolla Bastida (Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid,1923) está ligado al movimiento naturalista europeo de finales del siglo XIX. En su obra se percibe un vínculo universalista que traspasa el tiempo y una apuesta sincera en la reproducción de la realidad. En su pintura hay un misterio en la claridad, una filosofía en la evidencia y un pensamiento para restituir lo verdadero. El Museo Goya-Camón Aznar presenta una colección de óleos que se enmarca en el centenario del fallecimiento del artista que provienen del Museo Sorolla de Madrid y la Fundación del mismo nombre.

Como faceta diferenciadora, el comisariado corre a cargo del escritor castellonense Manuel Vicent que propone un diálogo entre literatura y arte. En la exposición y en el catálogo que la acompaña, Vicent traza un relato de la experiencia con las pinturas de Sorolla y con la reconstrucción de su propia memoria, sus recuerdos y vivencias frente al mar. También da voz a los personajes más característicos de Sorolla, y realiza una aproximación a la estética luminista de Sorolla. Además, reflexiona acerca de la literatura de Blasco Ibáñez y la pintura de Sorolla.

Joaquín Sorolla realizó en 1906 su primera exposición en París en la que presentó en la Galería Georges Petit, 500 obras realizadas de 1901 a 1905, de las que el escritor y periodista Henri Rochefort escribió: «Nunca ha contenido una paleta tanta luz solar. Nunca hasta ahora se han aplicado bajo el cielo los ocres y los verdes húmedos de las rocas con tanta intensidad. Esto no es impresionismo, pero es realmente impresionante». Sorolla se dio cuenta de que la luz y sus reflejos transitorios modifican los objetos que bañan, sólo durante un instante fugaz. Su interés era siempre detener con sus pinceles el momento. Esa preocupación llevó a muchos a llamarlo impresionista, un calificativo que Sorolla siempre negó que lo fuera.

Sorolla siempre tuvo una máxima: pintar la naturaleza tal como es. Sin embargo, no siempre fue entendida y tuvo detractores. Los conservadores le criticaban la falta de interpretación del detalle. Y, por otro lado, varios grupos de intelectuales opinaban que la pintura de Sorolla estaba vacía de contenido. La superficialidad que le reprochaban no era por falta de talento intelectual o artístico, sino que se debía a una actitud intencionada y positiva adoptada con conciencia plena por el pintor. Este asunto lo aborda en sus ensayos Carmen Gracia, catedrática de historia del arte en la Universidad de Valencia.

Uno de los retratos de Clotilde, esposa y musa del artista.
Uno de los retratos de Clotilde, esposa y musa del artista.
Museo Sorolla/Ibercaja.

Joaquín Sorolla, al igual que sus coetáneos, realizó una pintura de temática social siendo su última obra ‘Triste herencia’ de 1899. A partir de esta fecha el artista se convierte en el pintor de mar y las playas, la naturaleza y las gentes, que es el tema de la exposición. Como el propio Sorolla escribió: «Sólido en mi base, empecé a crearme, ya sin temor alguno, mi modo de hacer, bueno o malo, no lo sé; pero sincero, real, reflejo de lo visto por mis ojos y sentido por mi corazón; la manifestación exacta de lo que yo creía ser el arte. Hasta mi ‘Vuelta de la pesca’ no vi mostrárseme en toda amplitud el ideal que yo perseguía. Mi único afán fue crear una pintura franca que interpretara la naturaleza tal y como es verdaderamente, tal como debe verse». De esta manera el pintor realizará una producción extensa en la que estarán los elementos que han marcado su obra más conocida como el mar, los paisajes de roquedos de la costa de Jávea, los bañistas, los niños o la actividad de las gentes vinculadas al mar.

Sorolla se dio cuenta de que la luz y sus reflejos transitorios modifican los objetos que bañan, sólo durante un instante fugaz. Su interés era siempre detener con sus pinceles el momento.

Pintar la luz fue una pasión para Sorolla. Los apuntes no son bocetos de lienzos más grandes, sino que en general son anotaciones pictóricas tomadas con rapidez del natural para captar, con la máxima inmediatez, instantes de movimiento y de luz. En ellos está la clave que conducirá a la pintura de Joaquín Sorolla. La esencia de lo que el artista perseguía. La base con la que construye las técnicas y la maestría que después aplicará a los lienzos de mayor tamaño.

En su pintura vibran el aire libre y el sol. El mar resume en sí mismo la permanente vitalidad del pintor, es fuente de contantes mutaciones de luz, color y movimiento y es el centro de los mas variados quehaceres humanos que viven en él y para él. Sorolla siempre vio el mar desde la tierra. Ni siquiera le gustaba embarcarse. Estuvo ligado a las playas, a sus paisajes y costas. Su mirada se posó en los acantilados rocosos o en el reflejo del sol sobre el mar.

LA FICHA

En el mar de Sorolla con Manuel Vicent.

Joaquín Sorolla. Museo Goya-Camón Aznar de Fundación Ibercaja. Hasta el 22 de septiembre.

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