Breve recital bien cohesionado
Sonó expresiva y cargada de matices extremos bien contrastados. La voz de Gabriel Díaz consiguió que un timbre tan artificioso como el de contratenor surgiera natural y bastante expresivo en general. Así, la cantata 'Irene, idolo mio', de Georg Friedrich Händel estuvo dotada de un equilibrio neto entre registros, bajando limpiamente hasta los graves.
Rasgos especialmente notorios en esa aria bien introducida por Alfonso Sebastián al clave. Sebastián extrajo las sonoridades aterciopeladas, suaves y elegantes de su instrumento William Dowd y cuidó a su cantante con delicadeza y discreción. En sus intervenciones como solista, lució un sensible dominio del teclado, tanto en 'Passacaglia en sol menor', desgranando su inspirada melodía händeliana, trufada de grupetos, apoyaturas y mordentes; como en ‘El herrero armonioso’, cuyas ‘Air & Variations’, de dificultad creciente, fueron negociadas con solvencia.
Ambos músicos formaron un dúo bien cohesionado en este breve recital de una hora escasa de duración, que clausuraba la vigésima edición el Festival de Música Antigua en la hermosa Real Capilla de Santa Isabel de Portugal.
El programa monográfico de G. F. Händel, que estuvo compuesto por cinco de sus cantatas para alto y dos piezas para clave, había comenzado con 'Dolc'è pur d'amor affano', y desde sus primeros compases el contratenor español trazó líneas de canto bien acentuadas y capeó con destreza sus abruptos saltos melódicos. Gabriel Díaz estuvo expresivo en la cantata 'Lungi da me, pensier tiranno', donde lidió con bastante soltura con sus pasajes de notas vertiginosas y dejó patente su flexibilidad para las agilidades vocales. Hermosas esas frases de líneas melódicas sincopadas. Y bien expresadas, en general, con calidez moderada 'Clori degli occhi miei' y 'Stanco di più soffrire’.