PATRIMONIO

Estaciones de ferrocarril: las catedrales de la modernidad

Algunas parecen palacios y otras acusan cierta ansia megalómana. El especialista ferroviario Alfonso Marco acaba de publicar un recorrido histórico y artístico por medio centenar de estaciones de veinte países europeos.

Los distintos niveles de la estación de Berlín, reformada en 2006.
Los distintos niveles de la estación de Berlín, reformada en 2006.
Marcus Bredt

«Probablemente tuviera que haber nacido en el hospital de Jaca, pero no, vine al mundo, con el practicante y la ayuda de mi abuela, en la estación de Canfranc», cuenta Alfonso Marco Pérez, evidenciando cómo un azar así puede marcar una vida. Marco es miembro de una familia de cuatro generaciones ferroviarias y ha vivido en las estaciones de Calamocha, Longares, Tudela, Caminreal... Bagaje de sobra para conocer a fondo las infraestructuras ferroviarias –sin obviar que trabaja en el ADIF– y, aunque asegura que tiene más interés por los trenes que por las terminales, acaba de publicar el libro ‘50 estaciones europeas. Catedrales de la modernidad’ (Pregunta, 2024), que reúne la historia de medio centenar de los más bellos «templos del progreso» del continente.

«Empecé con 180 edificios, pero luego fui recortando y autoimponiéndome algunos criterios: que estuvieran en activo, por ejemplo, o que fueran monumentales», dice el autor de un volumen, para cuyo título ha tomado prestada una expresión del escritor Téophile Gautier, que se refiere a las estaciones como los «palacios de la industria».

El interior de Suceava-Burdujeni (Rumanía).
El interior de Suceava-Burdujeni (Rumanía).
A. Marco

Para la portada se ha escogido una imagen de la estación de Amberes: «Quizá es la típica, la que siempre sale en los ránquines de ‘diez estaciones hermosas’, pero lo cierto es que recoge bien el espíritu de la publicación», dice el autor, que ya anteriormente había publicado monográficos sobre el ferrocarril de Cortes a Borja o el libro ‘El Canfranc. Historia de un tren de leyenda’ (Doce Robles, 2017). «Canfranc es mi pueblo y tiene una de las estaciones más bonitas que hay», dice sobre la única aragonesa que aparece reseñada, aunque hay varias más españolas: la barcelonesa Estación de Francia, Atocha, Valencia Norte o más desconocidas como las de Puebla de Sanabria o Almería.

«Por no ser tan localista, también me gusta destacar las tres ciudades que tiene dos estaciones monumentales: París, Budapest y Lisboa. En esta última es sorprendente lo distintas que son entre sí: la antigua que parece un palacio neogótico (Rossio) y la nueva, con una cubierta cubriendo los andenes con el sello de Calatrava (Oriente).

Estación de St. Polten, gemela de la de Canfranc.
Estación de St. Polten, gemela de la de Canfranc.
Heraldo

En el libro se abunda en cómo «el ferrocarril ha contribuido a la metamorfosis del entorno urbano» y en su decisiva aportación a la arquitectura de los siglos XIX, XX y XXI. Marco explica que en el ‘hall’ de muchas estaciones se produce «un encuentro de dos mundos, síntesis de la cultura moderna vigente y muy apegada al pasado». Como puerta de entrada a las ciudades, a su carácter funcional hay que sumar el legado artístico (y a veces los ataques de megalomanía), que refleja los estilos arquitectónicos de la época y las características de un país. En el viejo continente, la mayoría se levantaron a raíz de la Revolución Industrial (prima el hormigón, el hierro y el cristal), y los visitantes estamos acostumbrados a lo que dan en llamar el ‘beaux arts’, que surgió en Francia como un estilo clásico donde abundan las columnas, los arcos, las bóvedas y las cúpulas. «Todo en buena simetría y que marcó tendencia en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se abrían grandes avenidas y bulevares en las nuevas ciudades».

La fachada principal, con relieves alegóricos, de la estación de París Gare de Lyon.
La fachada principal, con relieves alegóricos, de la estación de París Gare de Lyon.
Sncf Mediatheque

Conjuntos de interés

En España estas ‘catedrales’ modernas también tienen rasgos singulares y, de hecho, algunas de las más destacadas responden a una aspiración ‘regionalista-historicista’, que se dio en las primeras décadas del siglo XX. Cuenta Marco que le ha dolido dejar fuera algunas como las de Leipzig, Jerez, Burdeos o Colonia, y que también hay más ejemplos aragoneses que merecerían una mención. «El conjunto de Delicias es muy interesante. Tanto la intermodal como la original, la de ahora acoge el centro de control del ADIF, que es obra de Luis Gutiérrez Soto (con diseño de Secundino Suazo), quien también diseñó una estación gemela en Caminreal. La del Portillo puede que no sea bonita, pero en su día resultó de lo más innovador levantar el edificio dejando las vías abajo. La de Borja también es especial, la del Arrabal sigue la estética de las de la compañía del norte, y también me gusta mencionar la de St. Polten, en Austria, cuya cubierta es muy semejante a la de Canfranc».

Unas 400 fotografías

Publicado por la editorial aragonesa Pregunta, fue una de las sensaciones de la última Feria del Libro de Zaragoza. ‘50 estaciones europeas. Catedrales de la modernidad’ cuenta con un prólogo de María Luisa Domínguez (expresidenta de ADIF y presidenta de European Rail Infrastructure Managers) y un epílogo de Pilar García Fuertes, directora del Museo del Ferrocarril de Cataluña. A lo largo de 220 páginas, se reúnen estaciones que destacan por su valor artístico y arquitectónico o por su integración con el entorno urbano. Los textos recogen la cronología y la historia de cada estación y se presentan acompañados por casi 400 fotografías (muchas del propio Alfonso Marco), en un álbum de gran formato a todo color. El diseño y la maquetación del volumen, que cuesta 32 euros, han corrido a cargo del ilustrador zaragozano Óscar Sanmartín Vargas.

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