FERIA DEL LIBRO. 13. OCIO Y CULTURA

David Uclés: “Es importante que un país tenga una memoria sólida y que sus muertos puedan descansar”

El joven escritor jienense visita la Feria del Libro con ‘La península de las casas vacías’, su novela de realismo mágico sobre la Guerra Civil

David Uclés ha recorrido 25.000 kilómetros por España para conocer los lugares de su novela.
David Uclés ha recorrido 25.000 kilómetros por España para conocer los lugares de su novela, escrita en cuatro tiempo y 120 episodios.
Archivo Siruela.

David Uclés (Úbeda, Jaén, 1990), licenciado y máster en Traducción e Interpretación, es uno de los acontecimientos la literatura más joven en España con su novela ‘La península de casas vacías’ (Siruela, 2024. 697 páginas), una historia de la Guerra Civil española, por episodios, en clave de realismo mágico y poético que transcurre en Iberia, España y Portugal, una vindicación que él defiende, como habían hecho Unamuno y Saramago. El libro parte de una historia familiar y en él aparecen numerosos personajes y hechos reales tratados de un modo distinto, sin sangre ni horror. Además de escritor, David Uclés es músico y dibujante. El viernes, 7, firmará en la librería Antígona y hablará de su libro en la carpa, de 19.00 a 20.00.

¿Desde cuando es consciente del inmenso caudal que hay en su familia sobre la Guerra Civil, qué percibió?

En realidad, en mi familia hay muchas historias particulares -rurales, costumbristas, desgraciadas y también maravillosas-, que fueron el origen del libro allá por 2009. Sin embargo, salvo los relatos de mi abuelo paterno -que estuvo en Córdoba luchando- y de mi bisabuelo materno -que tuvo que huir del pueblo por no querer entregar la escopeta a un famoso anarquista del pueblo-, las historias relacionadas con la Guerra Civil son inventadas o inspiradas en testimonios que recabé por todo el territorio peninsular, y no sólo en Quesada (Jándula). 

Dice que empezó hace quince años con la idea, con poco más de 18 años… ¿Cómo se ha ido sedimentando en su cabeza, qué ha pensado y cómo ha elegido este procedimiento de la Guerra Civil en episodios?

Registré el grueso hasta en cinco ocasiones, veces en las que brindé con mis amigos porque ya daba por terminada la novela. Pero las puertas editoriales nunca se abrieron. Cada vez que la retomaba, añadía un año completo de investigación: sobre el realismo mágico y la fantasía en la literatura contemporánea; sobre la Guerra Civil en los libros y en el cine; sobre el propio país, su geografía y los pueblos que lo habitan... Hasta hace unos años no me propuse narrar ‘toda’ la guerra. Digamos que en los diez primeros años nunca me propuse esa idea; fue un resultado más que un propósito. ¡Quince años dan para mucho!

"Quise poetizar los pasajes descritos y en crear cierto lirismo continuo, pese a tener que hacerlo en ocasiones sobre huesos y cenizas moribundas"

He leído que el protagonista sería, al menos metafóricamente, su abuelo Luis? ¿Cómo era, qué le debe su realismo mágico y la intervención del narrador a él?

El personaje de Odisto, el protagonista, es un calco de mi abuelo Luis. Él me contaba las historias más rocambolescas de la familia y del pueblo, y me explicaba las tradiciones del campo. Comencé a anotarlas al cumplir la mayoría de edad, y un año después me propuse hacer algo con ellas. Así surgió el primer borrador de este libro, que entonces ya tenía 500 páginas y se llamaba «Odisto» (nombre que mantuvo trece años). Si bien mi abuelo es el germen del libro, no tuvo influencia sobre el estilo narrativo que usé.

Es un libro en cuatro tiempos, muy unitario. Y el primero, de 30 episodios empieza en el pueblo. ¿Qué tenía de peculiar Jándula-Quesada, el pueblo imaginario y el real, y sus personajes, sobre todo sus familiares?

Es cierto que intenté que las historias, la información detallada de la guerra y las líneas temporales de los personajes quedaran muy organizados, y que el resultado fuera eso: unitario. Sobre lo peculiar de mi pueblo y de su gente… ¡Imaginaos! Quesada es un pueblecito de tres mil habitantes aislado del resto de la provincia olivarera al estar metido en un valle. ¡Allí el tiempo no pasó tan rápido como en las ciudades! Y aún se respiran tradiciones de antaño, maneras de hablar de otra época, una mitología propia, religiosa y pagana.

¿Cómo se le ocurrió esparcir a tus personajes por la Península para contar la Guerra Civil? ¿Buscaba una forma impresionista y muy libre para contarla?

La idea de esparcirlos me vino hace unos cinco años. Entonces me dije: David, ya que la novela ocurre durante la Guerra, ¿por qué no haces que el lector sepa de esta no por el ruido de fondo, sino por los propios personajes? Y así hice. ¡Y sí! Tomé el camino más impresionista para realizarlo: pequeños episodios que lanzan escenas y metáforas muy visuales, narrados -o eso intenté- con total libertad creativa. 

¡Y tanta! Sus personajes acuden a situaciones reales: la muerte de Gerda Taro, la estancia de Orwell en España y en Huesca, la salvación de los cuadros del Museo del Prado, la presencia de María Moliner, la vida y la muerte de Lorca, el arte de Maruja Mallo, Unamuno, tan presente, el congreso internacional de escritores en Valencia con María Teresa León, Alberti, Elena Garro, Octavio Paz…, y otros y otras historias. ¿Pensó siempre en hacerlo así, en mezclar tus seres imaginarios con lo que pasó…?

No. Esa idea me llegó a mitad de camino. Tuve que reestructurar las casi ochocientas páginas que tenía en 2017 para incorporar personajes reales a la costumbrista trama, y para introducir y amoldar el contenido más ensayístico del libro: el que acerca el conflicto al lector. Una vez me decidí a hacerlo, el proceso creativo tomó un cariz placentero del que no había disfrutado hasta la fecha; poder mover a personajes tan conocidos y hacerlos partícipes de la historia fue algo maravilloso. 

Es capital la figura del narrador. Es activo, filosófico, testigo, pero además es capaz de hablar con Franco, y cuestionarlo, ante el Conde de Orgaz.

Así es. Es inquieto y se siente libre de hacer todo aquello que él considere para, primero, organizar bien todas las tramas y que cada una mantenga en vilo al lector; segundo, intentar que las cuatro partes del libro tengan el mismo impacto y la misma duración, y, tercero, para exprimir el problema existencialista/unamuniano de los personajes respecto a su propia existencia. ¡Y para disfrutar yo con el proceso creativo!

Se ve que lo ha hecho y se ha divertido. Algo clave, absolutamente clave, es el intento de huir del horror, de la muerte, de la sangre. Y la elección del lirismo, de la pura fabulación, que está en todas partes. ¿Esa esa su apuesta, es su condición de poeta?

Me alegra que así lo vea, pues en ello puse todo mi empeño: en poetizar los pasajes descritos y en crear cierto lirismo continuo, pese a tener que hacerlo en ocasiones sobre huesos y cenizas moribundas. Esto era, además, un reto para mí, ya que quería respetar a las víctimas que sufrieron aquellos años, y había sido fácil caer en el esperpento o en lo ridículo. 

"El proceso creativo tomó un cariz placentero del que no había disfrutado hasta la fecha; poder mover a personajes tan conocidos y hacerlos partícipes de la historia fue algo maravilloso"

¿Qué se ha encontrado en ese viaje de 25.000 kilómetros por España? ¿Qué le debe su novela?

Los viajes me permitieron dotar a la obra de algo muy importante: el barniz, imprescindible para que la creación no solo reluzca, sino que aguante el paso del tiempo. Esos viajes me ayudaron a otorgar al libro de verosimilitud. Pude presenciarme en todos los lugares que pisan los personajes, y eso hizo que pudiera reescribir los episodios únicamente para enriquecer las descripciones geográficas y de costumbres, las diferentes formas de hablar de los íberos; las comidas de cada región y su diversidad meteorológica… 

Por cierto, el libro también es muy filosófico y casi un inventario general sobre la Guerra Civil. Eso no parece deliberado. ¿Qué nos ha querido mostrar o invitar a pensar?

No he pretendido convencer a nadie porque, como decía Unamuno, hay a quien no se le puede convencer de nada. He querido tomar una panorámica de una herida reciente de nuestro país y devolvérsela al lector con mucho color y juego, y que él saque sus propias conclusiones. Si bien, sí que he querido resaltar lo importante que es que un país tenga una memoria sólida, y que sus muertos puedan tener su lugar de descanso. El tiempo es una ilusión; los que murieron siguen debajo de nosotros y hemos de asumir una responsabilidad. Si no, estamos poniendo tierra sobre nuestras cabezas.

David Uclés lleva quince años trabajando en este libro, desde que tenía 19 años.
David Uclés lleva quince años trabajando en este libro, desde que tenía 19 años.
Archivo Siruela.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión