José Dault: "La responsabilidad de lo público es ir más allá de llenar un teatro"

El actor aragonés es cofundador de Kulunka Teatro, compañía nominada a cuatro Premios Max

El actor zaragozano José Dault
El actor zaragozano José Dault
Enrique Cidoncha

El actor aragonés José Dault (Zaragoza, 1976) recibió en 2018 el Premio Max a la mejor obra teatral por ‘Solitudes’, de la compañía Kulunka Teatro –de la que es cofundador junto a Garbiñe Insausti–, que el 1 de julio aspira a cuatro Max por el montaje ‘Forever’ en las categorías de diseño de espacio escénico, dirección de escena, autoría teatral y espectáculo de teatro.

¿Cómo definiría ‘Forever’, su espectáculo más reciente?

Es el tercer espectáculo de máscara expresiva de Kulunka Teatro, que es la compañía que creé junto con Garbiñe Insausti en 2010. El primer montaje que hicimos de este tipo fue ‘André & Dorine’, y el segundo ‘Solitudes’, con el que ganamos el Premio Max. ‘Forever’ es una coproducción con el Centro Dramático Nacional, el Teatro Victoria Eugenia de Donostia y el Teatro Arriaga de Bilbao donde se estrenó en enero de 2023. Contamos la historia de una pareja que desea tener un hijo. Lo intentan, les cuesta, y cuando lo consiguen descubren que quizá no es lo que ellos esperaban y lo que proyectaban está muy lejos de lo que se van a encontrar, de la realidad.

¿Qué han querido transmitir con esta nueva obra?

‘Forever’ habla sobre todo de la incomunicación, de las proyecciones de futuro que a menudo nos hacemos y que no se cumplen, de la distancia entre deseo y realidad. Transcurre en una plataforma giratoria que juega con la metáfora de la noria de la vida. En escena somos tres actores, usamos unas veinte máscaras y esto le da un ritmo trepidante al espectáculo. Tiene momentos de comedia, pero también posee una gran dosis de emotividad y de realismo.

A priori resulta una propuesta arriesgada. ¿Cómo la recibe el público?

Es una sorpresa brutal para quien nos ve por primera vez porque no se espera que sin texto seamos capaces de expresar tanto. El público siente una montaña rusa de emociones: se ríe, se conmueve y se divierte. No es un espectáculo performativo, ni siquiera la partitura de acciones está estilizada, no es mímica... Yo siempre digo que es como una película de Pixar, es algo hecho y pensado para todos los espectadores. El público es activo, pero no de una manera intelectual. Nuestro trabajo previo está hecho para que el público no tenga que averiguar o descifrar lo que ocurre en escena, sino para que lo entienda perfectamente y pueda completar la pieza que falta ‘escuchando’, incluso, la ‘voz’ de los personajes.

Unos personajes que llevan máscaras y no hablan.

Muchas veces nos dicen: «¿Cómo hacéis para mover las máscaras? Porque yo las he visto reír, las he visto llorar, he visto la expresión en las máscaras». Y son máscaras fijas. El gran reto al que nos enfrentamos cada vez que creamos un nuevo espectáculo es dar con esta partitura de acciones cotidianas que va a hacer que el espectador entienda sin esfuerzo la historia que queremos contar, al margen de que esté llena de estímulos, tanto cómicos como emotivos. Nos han llegado testimonios de espectadores que, años después de haber visto alguna de nuestras obras, la recuerdan con texto, recuerdan los diálogos y las voces de los personajes. Son espectáculos que dejan huella.

¿Los montajes de mascara expresiva, sin texto, les han facilitado llegar a otros públicos?

Nos ha dado una cierta fama y un recorrido internacional. En estos 14 años de recorrido hemos realizado unas 1.200 funciones por 32 países diferentes, con temporadas en Nueva York , Los Ángeles, 14 giras solo en China con más 120 funciones… Acabamos de estar hace poco en Colombia y Canadá con ‘André y Dorine’ y volvemos a China a finales de junio. Tenemos a agentes locales vendiendo Kulunka repartidos un poco por todo el mundo.

Cuando recogió el Max en 2018 expresó su deseo de actuar en Zaragoza. ¿Se ha cumplido?

No. Llegamos a figurar en dos ocasiones en la programación del Teatro Principal, aunque, por distintas razones, no pudo materializarse. Por otro lado, el Teatro de la Estación y el Teatro de las Esquinas han hecho grandes esfuerzos por traer a nuestra compañía a Zaragoza, pero no ha cuadrado, a veces por agenda y a veces por el riesgo económico que supone plantear la obra en un espacio privado. Eso hace que hayamos priorizado la posibilidad de estar programados en un espacio público. Pero se nos resiste. Y eso que en nuestro caso tenemos 14 años de recorrido, hemos ganado premios nacionales e internacionales y nuestra trayectoria está más que demostrada. Ofrecemos a los espectadores la oportunidad de conocer nuevos códigos con una propuesta que cuenta con suficientes garantías de que vaya a gustar a quien lo vaya a ver.

Pero en algún momento tendrá que poder venir a su ciudad con alguna de sus obras...

El teatro público siempre ha sido nuestra primera opción porque entendemos, además, que es el que tiene que asumir el riesgo de proponerle al público ofertas variadas, distintas, no tan conservadoras. La responsabilidad de un espacio público es ir más allá de llenar un teatro. Desde lo público hay que favorecer el acceso a otras propuestas, aunque eso implique un riesgo. Si solo te basas en los números, posiblemente lo que estés generando es pan para hoy y hambre para mañana porque el público va a entender que ir al teatro solo consiste en ver obras protagonizadas por famosos o musicales, y no tengo nada en contra de estas propuestas, también son necesarias y muchas de ellas magistrales, pero no deberían copar la programación de un teatro público.

Es complicado llegar a un cierto equilibrio.

Es una tarea pendiente de algunas gestiones públicas, pero más que de los programadores, sobre todo el problema suele provenir de la injerencia política que hay sobre los programadores, que son presionados para que el teatro esté lleno todos los días. Yo animaría a los concejales a decantarse por un proyecto cultural a largo plazo, porque las cosas no se consiguen de la noche a la mañana, y dejarles trabajar, acordando, si es necesario, unos mínimos para la viavilidad del proyecto.

Antes de formar su propia compañía trabajó con Alberto Castrillo-Ferrer, Santiago Meléndez y Pilar Molinero, Cristina Yáñez... ¿Han influido en su manera de entender el teatro?

Les debo mi carrera. De Cristina Yañez aprendí que ser un profesional de las artes escénicas era un sueño plausible, y fue quien me animó a que estudiará en La Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid y me preparó para las pruebas de acceso. Santiago Meléndez y Pilar Molinero han sido mis maestros además de compañeros y amigos del alma, y Alberto fue quien me dio la primera oportunidad de trabajar al salir de la escuela. Todos ellos, y otros muchos de gran talento que hay en Aragón, me contagiaron su pasión y su compromiso con el oficio. Le debo mucho a la gente de mi tierra, aunque ahora esté más en Madrid o girando por el mundo que en Zaragoza. Por eso me da pena no poder compartir mi trabajo con mi ciudad porque, aunque esté lejos, la siento cerca.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión