Por
  • Enrique Abenia

El demonio en televisión

Imagen de la película de terror 'El último late night'
Imagen de la película de terror 'El último late night'
Filmin

El impacto televisivo puede buscarse de varios modos. ‘El último late night’ plasma el desarrollo de un programa nocturno en el que su presentador recurre a lo perturbador para relanzar su trayectoria. La entrevista a una joven poseída constituye su gran baza. La película de los hermanos australianos Colin Cairnes y Cameron Cairnes, premiados por su guion en Sitges, hace pensar, por el tema de la audiencia a cualquier precio, en ‘Network. Un mundo implacable’ (1976) y, por lo paranormal, en ‘Ghostwatch’ (1992), especial de la BBC que traumatizó a los espectadores que no detectaron su juego con la ficción documental. Los referentes que maneja, su alusión de base al metraje encontrado, el denominado ‘found footage’, al señalar que lo que muestra es un vídeo con aquella fatídica emisión de 1977 y lo sucedido durante las pausas publicitarias, y la vuelta de tuerca al cine de posesiones activan la sugerencia.

‘El último late night’ ***
Dirección, guión y edición:Colin Cairnes y Cameron Cairnes.
Fotografía:Matthew Temple.
Intérpretes:David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Rhys Auteri, Ingrid Torelli

En lo ejercido también interviene el inspirado y atractivo tratamiento, rasgo evidenciado en cómo su aspecto formal y su estupenda fotografía evocan lo setentero y en la habilidad con la que canaliza el factor de la televisión en directo. Lo suscitado se refuerza con la actuación de David Dastmalchian como un presentador que sabe conectar con el público y que aprovecha el clima generado y se agarra a la situación a la vez que denota desconcierto. Un retrato que aparte guarda conexiones clásicas con lo oscuro (lo que uno es capaz de vender y sacrificar, los grupos a los que hay que pertenecer para subir).

La narración, beneficiada por los otros personajes (el invitado escéptico, la doctora que trata a la menor y pide prudencia, el copresentador temeroso, la propia niña), ofrece contundentes expresiones de género, además estimulantes en cuanto a que parece que a los Cairnes se le va la mano. En contraste, los autores no rematan sus logros en el cierre, que pedía una mejor articulación de ideas.

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