En los Goya de 2019, Carlota Pereda obtuvo el reconocimiento por ‘Cerdita’, cortometraje en torno a una joven cuya marcada obesidad la convierte en víctima de acoso, burlas crueles y humillaciones, situación que coincidía con la presencia en el pueblo de un asesino en serie y que llevaba a un sugerente y potente final adscrito al terror. Las ideas y la historia daban para más desarrollo, de ahí que la directora las haya retomado y ampliado. En la película homónima, tras una introducción, Pereda vuelve a mostrar lo planteado en origen (el desagradable suceso en la piscina, la huida en bañador, la aparición de la furgoneta con una de las chicas secuestrada, la decisión que toma), plasmado mejor y empleado como planteamiento de un drama conjugado con el ‘slasher’ rural a la española. La obra desprende un carácter apreciable en virtud de los detalles expositivos de Pereda (la fuerza de las circunstancias y de las imágenes, la singularidad ambiental de las pequeñas localidades) y la entregada actuación, en lo físico y lo emocional, de Laura Galán, que encarna de nuevo a la protagonista.

Pereda describe el sufrimiento de Sara, su soledad, sus complejos, sus vías de escape, y sobre todo señala su miedo. Este explica su reacción ante el rapto de la que creía que era su amiga (también asoma la venganza), pero se debe a que no quiere que se sepa lo que le han hecho las chicas y en que teme a su madre. La mujer (buena aportación de Carmen Machi) es dura con ella, no la entiende y la ama a su manera, relación que constituye el segundo condicionante anímico.

El filme sigue el camino intuido y el vínculo que surge remite a la conexión en medio del trauma y del absoluto desamparo emocional. No obstante, Pereda no lleva la vía hasta el final, movimiento con el mismo atractivo que si la hubiera mantenido. La evolución adoptada resultaría satisfactoria respecto al personaje y en términos de tensión y sangre.