Viktor Orbán, la peor pesadilla de la Unión Europea

Las ansias de dominio del primer ministro húngaro, sus polémicas leyes y sus recientes citas con Putin, Xi Jinping y Trump han puesto en jaque a Europa

Viktor Orban
Viktor Orban
EFE

¿Soportará la Unión Europea un semestre de presidencia de turno húngara bajo las provocaciones del primer ministro Viktor Orbán? ¿Se comporta ya el líder magiar ante sus aliados en la OTAN como una avanzadilla del posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca? El jefe del ultranacionalista partido Fidesz y del Gobierno de Budapest desde 2010 no da tregua ni en el bloque comunitario ni en la Alianza.

Dejó claro sus propósitos unos días antes incluso de abrirse formalmente la presidencia húngara del Consejo de la UE al presentar el lema de su semestre: 'Make Europa great again' (Hagamos Europa grande otra vez), un mensaje 'trumpista' al cien por cien con el que además evidenció que no serían seis meses de rutina. En cuanto Hungría asumió formalmente la presidencia semestral, el 1 de julio, Orbán apretó el acelerador con una serie de viajes que tomó al resto de los Veintisiete absolutamente desprevenidos.

Inició sin consultar a ningún socio lo que calificó de "misión de paz" en Kiev. Ahí se entrevistó con el presidente Volodímir Zelenski, quien debió recibir alguna sacudida interna ante la visita del más leal y poderoso aliado de Vladímir Putin entre los miembros de la UE. La siguiente estación fue Moscú. Por si faltaba algún elemento, se personó a continuación en Pekín, donde fue recibido por su líder, Xi Jinping, y, puesto que pasaba por EE UU para la cumbre de la OTAN, ¿por qué no acercarse a Florida a ver a su gran amigo y posible nuevo presidente de la superpotencia global Donald Trump?

Malestar en la OTAN

El estupor de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, del alto representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, y de líderes como el canciller alemán, Olaf Scholz, alcanzó dimensiones que iban más allá de la descalificación o el descontento. Hay motivos serios de preocupación, no porque Orbán acumule viajes de tal relevancia, sino por la creciente influencia asumida por el líder húngaro mientras emergen nuevos gobiernos de la órbita ultraderechista o prorrusa, especialmente en el este de Europa.

A la primera ronda de estupor europeo siguió la generada en la cumbre de la OTAN en Washington. Desde EE UU Orbán volvió a dejar claro que para él no hay lealtades aliadas que le impidan mostrar lo que es: un líder más cercano a Trump que a Biden. El dirigente húngaro se encargó de colgar una foto con el expresidente, ambos con el pulgar en alto, a modo de resumen de la gestión de paz de la que no había siquiera confirmaciones oficiales.

No pasa un día sin que Orbán exhiba sus ansias de dominio. Jugó ahí una importante baza la conformación de un nuevo grupo en el Parlamento Europeo con el Fidesz como principal motor. Cabe recordar que el partido dominante en Hungría quedó fuera de los Populares Europeos (PPE) en 2021, en medio de una fuerte trifulca entre el magiar y el líder de esa formación, el bávaro Manfred Weber. Desde entonces estaba en tierra de nadie o como independiente. Podría haber tratado de remodelar o integrarse en una de las agrupaciones del populismo derechista existentes en la anterior legislatura -Conservadores y Reformistas (ECR) e Identidad y Democracia (ID)- pero decidió presentar una nueva, Patriotas por Europa. En sus filas están ya la francesa Agrupación Nacional, la Liga italiana, el neerlandés Partido por la Libertad... y también Vox. Entre todos suman 84 escaños.

"Nada nos hará cambiar de opinión. Mantendremos los canales diplomáticos abiertos con Rusia", aseguró el ministro húngaro de Asuntos Europeos, János Bóka, hombre de máxima confianza del mandatario, mientras subían de decibelios las protestas desde la UE por el nulo interés de Orbán en consensuar o coordinar nada. Es un asiduo discordante en toda cumbre de los Veintisiete, especialmente si se trata de política migratoria. Hay que reconocerle que en materia de asilo no está solo en su rechazo a las líneas trazadas desde la Comisión Europea. Pero la lista de encontronazos entre Budapest y Bruselas con el primer ministro magiar va más allá de desencuentros puntuales.

Mayoría absoluta

A sus 61 años, es el más veterano entre los líderes de la UE y manda en Fidesz desde 1993. Los sucesivos intentos desde la oposición para derrotarlo en las urnas han fracasado. Renovó sin problemas su mayoría absoluta en 2022, pocos meses después del baño de realidad que supuso para Occidente el inicio de la invasión de Ucrania y desde su condición de aliado de Putin.

En política interior, el Fidesz defiende lo que Orbán califica de "revolución conservadora", una línea que coloca a Hungría en el autoritarismo. Ha impulsado legislaciones homófobas que Bruselas califica de acoso a los colectivos LGTBI y ha sometido a los medios de comunicación a una suerte de ley mordaza. En materia judicial ha implantado una reforma similar a la que introdujo en Polonia el PiS en los ochos años que estuvo en el poder y que trata ahora de revertir su primer ministro, el liberal y europeísta Donald Tusk.

Tras varios avisos y sanciones, Bruselas llegó a congelar los fondos europeos destinados a Budapest. En lugar de retraerse, Orbán respondió estrechando sus lazos con China, con Rusia y con Turquía, el otro miembro díscolo de la OTAN. El mandatario magiar respondió siempre a los toques de atención enarbolando la bandera de la "soberanía húngara". Su poder podría empezar a erosionarse, de prosperar la oposición surgida de un disidente de Fidesz, Peter Magyar. En las elecciones europeas, el partido del primer ministro se alzó con un 43 % del voto, diez puntos menos que en 2019. Tisza, una formación hasta ahora minoritaria que Magyar asumió como propia, logró un 31 %. Este resultado supone un hito para una oposición que ha sacado a la calle las mayores movilizaciones vistas en décadas en Hungría contra la línea autoritaria de Orbán.

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