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Olga Conde: "La movilización empuja a la Administración"

Nacida en Zaragoza en 1952, esta licenciada en Ciencias Físicas fue técnica del Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Zaragoza durante 30 años y es miembro de la Plataforma en Defensa de la Huerta de Zaragoza.

Olga Conde, recientemente en la capital aragonesa.
Olga Conde, recientemente en la capital aragonesa.
José Miguel Marco.

Durante tres décadas impulsó en el Ayuntamiento de Zaragoza iniciativas sobre temas como el arbolado urbano, los espacios naturales o la huerta, ¿de cuáles se siente más orgullosa?

Del Galacho de Juslibol y del proyecto desarrollado en el parque Oliver. En el primer caso, cuando el Ayuntamiento adquirió los terrenos en 1984, se barajaban proyectos que no garantizaban la protección del espacio. En ese momento se creó la Asociación de Amigos del Galacho de Juslibol, desde donde se trajo a John Celecia, un experto de la Unesco que dijo que era una zona de gran interés en la ciudad que merecía ser conservada como un espacio natural donde los usos que se proyectaran fueran compatibles con su conservación. Un apoyo que fue fundamental para que el Ayuntamiento se decantara por su protección. Yo, desde mi papel de trabajadora municipal, impulsé los programas de educación ambiental en el espacio con todos los sectores de población. Y al proyecto del parque Oliver, Vívelo, le tengo mucho cariño por el trabajo que desarrollé con los colectivos vecinales. Además, fue seleccionado por la ONU dentro de las 40 mejores prácticas del mundo en materia de participación para el disfrute y cuidado del parque.

¿Considera que los zaragozanos cuidan bien de su entorno? ¿Ha cambiado la concienciación?

Hay una sensibilización mayor sobre el medio ambiente, pero esto no siempre se traduce en que comprendamos cómo funciona. Eso se ve en los ríos. Llevo toda mi vida intentando que se entienda que el Ebro tiene una dinámica fluvial, un régimen de caudal variable, que arrastra sedimentos, que las crecidas aportan beneficios y que el agua no se pierde en el mar. Pero se sigue oyendo cuando hay una crecida que tenemos que dragarlo y limpiarlo, es decir, quitar los sedimentos que transporta, las islas que se crean o la vegetación que se desarrolla, cuando ello forma parte de la dinámica natural del río.

De hecho, los ríos suponen otro de sus ámbitos de trabajo. ¿Están bien cuidados?

La gente los valora más, pero sigue habiendo un gran deterioro. España ha sido denunciada por la Unión Europea por no cumplir la directiva de nitratos. Tenemos contaminadas aguas subterráneas y superficiales por la agricultura y la ganadería intensiva, y eso es algo grave. Que los ríos no estén en buen estado repercute en la calidad del agua que bebemos y en nuestra salud.

¿Existe en las administraciones públicas una voluntad real por proteger el entorno?

No se puede generalizar, pero las movilizaciones sociales casi siempre empujan para hacer posible esa protección. Ejemplo de ello son el soto de Cantalobos y la huerta de Las Fuentes. En su día se pensó que el trazado de circunvalación del cuarto cinturón los atravesase y la presión ciudadana permitió que finalmente se modificara su trazado. Las administraciones educan con lo que hacen y crean opinión, y a veces suponen un retroceso tremendo en el trabajo de sensibilización y educación desarrollado desde la propia institución. Yo he sido educadora ambiental en el Ayuntamiento y me he encontrado con esa contradicción.

"Tenemos contaminadas aguas subterráneas y superficiales por la agricultura y la ganadería intensiva, y eso es algo grave"

Ponga un ejemplo de ello.

El dragado que se hizo del Ebro en la Expo para que pudiesen circular los barcos. Habíamos estado trabajando desde Educación Ambiental en el régimen de caudal variable de los ríos y hablando de que las actividades tienen que adaptarse a su dinámica. Y, en una cita sobre el agua y la sostenibilidad, se programa una navegación no adaptada al río. Además, al no haber caudal para ello, fue necesario construir un canal que había que dragar permanentemente, actuando en contra del río.

Es integrante de la Plataforma en Defensa de la Huerta de Zaragoza, que atraviesa un momento delicado. ¿Qué se podría hacer para impulsarla?

Hemos llegado a un acuerdo con el Ayuntamiento, UAGA y la Asociación de Detallistas de Frutas y Verduras para que los productos con el distintivo ‘Huerta de Zaragoza’ se puedan encontrar en los comercios de los barrios y está siendo positivo, pero habría que hacer más. Hemos pasado de más de 700 hortelanos en los ochenta a no llegar a la treintena, teniendo 12.000 hectáreas de tierra productiva de regadío que hoy se dedican en su mayor parte al cultivo de alfalfa para la exportación. Sería interesante que hubiese una mayor publicidad, con más campañas de sensibilización, y que el Ayuntamiento apostase por los productos de temporada en los menús de las escuelas infantiles, el albergue municipal, la Casa de Amparo, los centros cívicos y de mayores o el Banco de Alimentos.

La plataforma protestó en noviembre por los parques fotovoltaicos proyectados en la huerta de Movera. ¿Qué encaje deberían tener las renovables para ser respetuosas con la naturaleza?

Estamos en una crisis climática que hay que enfrentar, pero yendo a las causas. Detrás de las renovables hay un negocio donde se aprovechan los grandes de siempre. Aragón ya ha sufrido repercusiones de muchos proyectos, como los embalses, por los que se desalojaron multitud de poblaciones. Científicos y plataformas ciudadanas dicen que habría que establecer una moratoria sobre estos parques y planificar su desarrollo, planteándonos si queremos un beneficio para la población que vive en el territorio o que se destruyan paisajes y biodiversidad sin que se mejore la vida de la gente.

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