Un abrazo de vinos, paisaje y arquitectura en el Somontano

Sommos, considerada una de las 10 maravillas del mundo del vino, invita a novedades.

El enólogo José Javier Echandi
El enólogo José Javier Echandi brinda con una copa de pinot noit
Montañés

En el horizonte del paisaje de la denominación de origen del Somontano se dibuja la silueta de una bodega que replica el perfil del pico Cotiella. Rompedora, elegante, de trazo limpio y vanguardista. Así es Sommos, que se fundó en 2014. Por fuera enamora a los amantes de la arquitectura y cuando se cruza su puerta cautiva a los seguidores del vino, tanto por las instalaciones bodegueras –todo a la última– como por los vinos que elaboran desde sus inicios y las referencias que han sumado a lo largo de su década de trabajo. Sommos es una de las ‘10 maravillas del mundo del vino’ por ‘The Drinks Business’.

Se brinda la oportunidad de conocer la bodega y los viñedos de varias formas, algunas poco usuales a lo que se está acostumbrado, por ejemplo, por los aires en paramotor o en bicicleta eléctrica. A través de estas actividades –entre otras– de enoturismo se conoce todo lo que envuelve su vino, desde el campo a la botella.

José Javier Echandi, enólogo, y Diego Mur, responsable de Márketing guían pedaleando hasta la parcela más pequeña y fría de Torresalas y donde nace uno de sus vinos más singulares: el tinto pinot noir, el único de estas características de la denominación oscense. Este exclusivo viñedo es acariciado por el viento que entra por el barranco cercano, lo que influye en el resultado. Al igual que el suelo, donde una brillante alfombra descubre rocas salinas que cuentan la historia de esta zona y le otorgan matices a sus sorbos. Catar este vino junto a las cepas es un privilegio que ayuda a entender cada una de las notas. Echandi mima las cepas, con sus diferentes podas y con el respeto a la variedad. La copa se viste de un delicado color cardenalicio –de capa media–. Es ligero y seductor .

Además de Torresalas, Sommos cuenta con otras dos fincas: Montesa, de cimientos de calcisoles y arcillas, y el viñedo Güel, una zona rica en conglomerados y fósiles a casi 1.000 metros de altura. "Son como tres países diferentes", lo ejemplifica Echandi. En cada una de ellas se cultivan variedades de uva que después se descubren en sus botellas, como los vinos de Colección. Esta distinguida gama es la traducción de esos diferentes suelos, microclimas y altitudes. La vendimia se realiza a la luz de la luna, en busca de unas bajas temperaturas. Normalmente es automática, pero algunos lados de los palos se recolectan de forma manual, en función de factores como la incidencia del sol sobre los racimos.

La mayoría de las cepas son de espaldera, alguna en vaso y también se despliega una peculiar forma de tradición italiana, donde las hojas forman una burbuja para proteger los racimos que en estas fechas comienzan a crecer.

La bodega, con 27 metros de profundidad, permite una elaboración por gravedad, lo que facilita un total respeto por el producto. Favorece cada detalle tecnológicos, desde una grúa puente hasta barandillas que en realidad son tuberías. En definitiva, la innovación le otorga un punto diferencial. Pero sin abandonar la tradición, que se observa en un espacio contiguo con las barricas, la mayoría de ellas de roble francés.

Aunque Sommos respire el aire del Somontano, mira también a la D. O. Calatayud, en concreto a Murero, donde elabora vinos muy diferentes a los que consiguen a los pies del Pirineo.

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