REAL ZARAGOZA

Víctor Fernández dirá sí o no al banquillo según sea el perfil del proyecto de la SAD

El entrenador aragonés, pasadas 48 horas desde la consumación matemática de la permanencia en Segunda División (misión única para la que llegó hace dos meses), espera con atención saber el plan del club.

Víctor Fernández, en el centro de atención de Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero, el 12 de marzo en su presentación última como entrenador.
Víctor Fernández, en el centro de atención de Raúl Sanllehí y Juan Carlos Cordero, el 12 de marzo en su presentación última como entrenador.
Guillermo Mestre | Francisco Jose Gimenez Vidal

¿Tiene vocación de continuar como entrenador del Real Zaragoza Víctor Fernández tras conseguir salvar al equipo del descenso a Primera RFEF en este final de temporada 23-24? La respuesta es sí. 

¿Es seguro afirmar a 28 de mayo que Víctor será el entrenador zaragocista el curso que viene? No lo es. Cuando ya han pasado 48 horas desde que se consumara la permanencia en Segunda División de forma matemática el pasado domingo en Santander, no se ha movido una sola pieza, ni un solo dedo, en un sentido o en otro al respecto. 

La situación es muy clara, cristalina y contundente. No admite dudas ni interpretaciones. Todo está registrado negro sobre blanco y no caben ases en la manga de nadie ni filtraciones más o menos interesadas de parte. Víctor Fernández está a la espera, con la máxima atención y expectación, de que alguien en el club (SAD) le presente las líneas básicas y los detalles del proyecto que ha de nacer de inmediato para afrontar la campaña 24-25. 

Sin esta primera maniobra de conocimiento del medio, indispensable a la vez que urgente, Víctor Fernández no está en disposición de decir si ve factible o no seguir en el cargo de entrenador del equipo zaragozano. 

Así se pactó el 11 de marzo cuando el veterano y laureado técnico del barrio Oliver, de 63 años, dio el paso adelante de asumir el banquillo como tercer plato de la nefasta temporada que va a concluir el domingo en La Romareda ante el Albacete: el primer y único objetivo de Víctor era, en los 12 partidos que restaban, salvar al Real Zaragoza de la caída a la categoría inferior, fuera del profesionalismo. Y, si eso se conseguía, entraba en vigor la segunda parte del trato. 

Ese acuerdo contempla un año más de Víctor Fernández como entrenador, al frente del vestuario. Fue una condición que pidió el técnico en el momento de la firma. Quería tener una continuidad en caso de lograr sacar positivamente el reto de la elusión del descenso de un equipo que recogió cadavérico.

Pero no es una continuidad reflejada de forma imperativa. El preparador aragonés tiene la opción de decir que no. Fue una propuesta de su parte cuando se negoció aquel acuerdo de manera súbita tras perder 2-0 en Valladolid y verse los ejecutivos de la entidad en la necesidad de despedir a Julio Velázquez, el segundo entrenador del año, que en noviembre ya había llegado en vez de otro destituido, Fran Escribá

Víctor se guardó esta baza por diferentes razones de índole personal. Hacía casi cuatro años que no entrenaba y estaba fuera del circuito, viendo fútbol (al Real Zaragoza principalmente) por televisión y a veces en el estadio, pero sin intención de volver a ponerse el traje de faena nunca más. Quería ver cómo reaccionaba, cómo se sentía, de qué modo su mente se reenganchaba a los frenéticos ritmos de una competición como la Segunda División española. Y, por supuesto, quería observar en estas 12 semanas el medioambiente del nuevo zaragocismo, nuevo desde la cúpula de la SAD hasta muchos de los hábitos en las gradas y los alrededores del día a día. 

Si Víctor no se hubiera visto estimulado para seguir el año que viene como entrenador hay contemplada una salida contractual, un plan B. No tiende a ser el caso, pues Fernández sí quiere abanderar el proyecto del año que viene, se siente con la misma energía de siempre para tratar de devolver al Real Zaragoza a la pelea por el ascenso a Primera División, su sitio natural. 

Ese plan alternativo pasa por reubicar a Víctor Fernández en un puesto honorífico, consultivo, como asesor institucional. Una especie de presidente de honor, sin capilarización ejecutiva en sus criterios u opiniones. Si se diera esta opción, que derivase de una negativa de Víctor a continuar como técnico, naturalmente habría que contratar a otro. Y para que la entidad pueda manejar sus gastos, sus presupuestos y su liquidez con mayor holgura, se le propuso a Fernández que ese año de contrato como entrenador de la 24-25, si se transformaba en un contrato como asesor, se le pagaría en tres temporadas. La misma cantidad pero prorrateada en un trienio. 

Víctor quiere y necesita saber el boceto, el programa piloto, el anteproyecto del Real Zaragoza 24-25 para decidir si su lugar está en el banquillo o no. Como ya anticipó en la rueda de prensa de Santander, minutos después de dejar asentado al equipo en Segunda un año más, la intención de Fernández es que el equipo viva su renacer a partir de ahora. Que deje de coquetear con el despeñamiento al tercer nivel del fútbol nacional (son ya cuatro temporadas seguidas bordeando la catástrofe) y que, como ocurrió en su última presencia en la caseta blanquilla, se pugne por volver a Primera División. 

Y Fernández requiere de datos. De cuantos más, mejor. Saber de qué piensan los gobernantes de la SAD en sus diversas ubicaciones en el orbe. Cómo va a reestructurarse (si es que va ha suceder algo así) el ‘staff’ de la entidad. Con quién tiene que reportar y reunirse. Cuál es el plan deportivo, en lo económico, en los vínculos con futbolistas y demás entornos de ese palo. 

Víctor, hasta ahora una figura con mucho de verso libre, espera recibir en el menor tiempo posible todos los datos claves que le hagan posible una composición de lugar para saber a qué atenerse. Mientras esto no suceda, el principio de la restauración del equipo no habrá empezado. En un sentido o en otro. Con Víctor Fernández o sin él. 

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