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Los últimos 15 días de la temporada más deficiente del Real Zaragoza en la vigente era en Segunda

La cúpula de la SAD, desde su dispersión geográfica, tendrá que afrontar una restauración del plan tras dos años de gestión lejos del éxito futbolístico.

Juan Carlos Cordero y Raúl Sanllehí charlan antes de un evento hace dos semanas.
Juan Carlos Cordero y Raúl Sanllehí charlan antes de un evento hace dos semanas.
Guillermo Mestre 

A esta liga 23-24 le quedan solo 15 días de recorrido. El domingo 2 de junio, a la vuelta de la esquina, todo habrá acabado con la disputa de la jornada 42, que el Real Zaragoza cerrará en La Romareda contra el Albacete.

Cuando la cuestión crucial de cualquier club, que es –al menos o como mínimo– tener segura la consolidación de la categoría en la que milita, todavía no está confirmada en el seno zaragocista, pues aún hay que cuadrar las matemáticas para certificar otro año más en Segunda División (que será el 12º), a la propiedad de la SAD se le aproxima un verano de devaneos, incandescente. Y, más allá de las vicisitudes de hondura relativas a la construcción del nuevo estadio, que eso circula por otro canal, esta afirmación se refiere únicamente a lo futbolístico.

Cuestión mayor, en cualquier caso, dentro de un club este apartado pura y estrictamente relativo a lo que ocurre en el césped, al balón, al proyecto básico de la entidad (la base debería girar siempre en este negociado alrededor del fútbol, de la clasificación, de los triunfos y, en el caso del Real Zaragoza actual, de su retorno cuanto antes a Primera División).

La cúpula de la SAD, dispersa por el mundo por la singular idiosincrasia de su composición en torno a un fondo de inversión con vocación internacional, se ve obligada a actuar. Son dos años de gestión al frente del Real Zaragoza sin éxitos en lo nuclear: el fútbol. Y no solo eso, sino que el doble fiasco ha ubicado al equipo lejos de la que es un única aspiración cada curso mientras no se logre: ascender a la máxima categoría del balompié español.

Se mueve el histórico club zaragozano exactamente en las antípodas, peleando por no bajar un escalón más, al tercero de la pirámide del fútbol español, ahora llamado Primera RFEF (antes era la Segunda B). Ya le pasó en el debut de esta propiedad el curso pasado, circunstancia que requirió una reparación sobre la marcha con el cambio de entrenador (Escribá vino por Carcedo) para firmar un recorrido feo y decepcionante. Y, en su segundo año en el timón del viejo club que ya va camino de los 93 años de vida, un referente con títulos en España y Europa muy venido a menos desde su descenso en 2013, los actuales propietarios han visto como la temporada ha rizado el rizo del fracaso. El pretendido éxito no solo no se ha acercado respecto de lo desarrollado el año previo, sino que se ha alejado de la órbita necesaria para obtener lo prometido.

Dentro de 15 días, los inversores, máximos accionistas y consejeros, a miles de kilómetros de distancia (solo cientos, en algún caso) deberán poner en marcha diferentes mecanismos para demoler, desguazar, desescombrar y reconstruir lo que va a constituir –cuando el torneo concluya en nada– el equipo cuyo rendimiento ha sido el más defectuoso de la vigente era zaragocista en Segunda División, que cumple 11 años y, el que viene, alcanzará la docena fuera de la élite. 

Porque, se presupone, a nadie se le habrá pasado por la cabeza acudir a una tercera temporada encadenada con los mismos guiones, los mismos protagonistas, los mismos mensajes hacia el exterior, las mismas conductas diarias, semanales o semestrales (véanse determinadas visitas).

De abajo a arriba, quedan 15 días para que la plantilla se centrifugue y quede abierta a enormes cambios. También para que se defina la continuidad –o no– de Víctor Fernández en el banquillo, tal y como se pactó cuando vino en marzo a salvar a la desesperada a este equipo cadavérico. Queda pendiente saber si quien ejecute estos movimientos de presente/futuro inmediato será Juan Carlos Cordero, actual director deportivo, o si él también entra en ardua tarea de restauración de la abollada y suspendida área deportiva. Y, como la inmensa mayoría de los sujetos con poder de decisión en este proyecto se mueven en el ámbito de los asuntos exteriores, cabe preguntarse cuál será el papel de su ministro Raúl Sanllehí, nombrado director general de la encomienda hace dos años al principio de todo y, por ende, el principal responsable en tierra zaragozana de esta aventura que, por ahora, no va en la dirección correcta en el asunto futbolístico.

En 15 días, se da por descontado que habrá hiperactividad en los despachos donde el balón es la materia más sustancial en la SAD. Hay 28.882 socios y miles de aficionados zaragocistas esparcidos por el orbe (también) esperando todo lo contrario a la pasividad y las miradas hacia otro lado.

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