Real Zaragoza

Los dos principales culpables, ¿de rositas?

Reparado, en la medida de lo posible, el daño al Real Zaragoza por la expulsión de Iglesias, el árbitro Figueroa y el portero/actor del Nástic no sufren por su negligencia y antideportividad.

Imagen fija del momento de la expulsión de Borja Iglesias. Abajo, extracto de los dos personajes de la acción que, siendo los principales culpables del incidente, por negligencia y engaño, no van a tener castigo por cómo está la normativa .
Toni Galán

El Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol anuló la segunda tarjeta amarilla que vio Borja Iglesias el pasado domingo ante el Nástic y que supuso su injusta expulsión antes del descanso. En la medida de lo posible, ante la flagrante apreciación errónea del árbitro, los jueces deportivos han reparado el daño sufrido por el jugador del Real Zaragoza, que así podrá jugar el próximo partido en Oviedo.

Solo es un desagravio parcial, el que se puede llevar a cabo en la medida de lo posible según están las normas en el fútbol español y que, obviamente, se queda corto para lo que el Real Zaragoza estaría en disposición de solicitar si la justicia fuese plena. Porque al club zaragocista es imposible restituirle la posibilidad de ganar un partido que, como consecuencia directa de quedarse en inferioridad numérica en el minuto 44, cambió radicalmente su rumbo y, lamentablemente para sus intenciones e intereses, no pudo terminar con el triunfo parcial de 1-0 que había en el marcador cuando sucedió el incidente que modificó todo. Al Zaragoza le volaron dos puntos porque el Nástic, en un acoso constante durante los segundos 45 minutos, acabó empatando, 1-1, en el 87, ya al final del desigual duelo por mor del arbitraje de ese día. Esto no tiene, hoy por hoy, remedio. Y probablemente nunca lo tendrá en circunstancias gemelas.

Una vez parcheado el primer desaguisado, la mirada panorámica del suceso muestra una vista con dos puntos de injusticia derivada de la injusticia primera. En la foto fija del momento de la expulsión de Iglesias (adjunta con esta información), hay dos sujetos que, por su actitud, fueron los principales actores de la escena. Uno, está de pie, a la izquierda, con el brazo extendido señalando al túnel de vestuarios, tras mostrar la tarjeta roja a Borja Iglesias, para que se marche del campo en ese rumbo: es el árbitro, el sevillano Jorge Figueroa Vázquez. El otro, se halla abajo, a la derecha, tirado en suelo hacia arriba, con las piernas plegadas, doliéndose de dolor por una agresión de Iglesias... que no existió. Es el portero macedonio del Nástic, Stole Dimitrevski, al que la imagen recoge en el momento más álgido de su fingimiento, con cara de Ecce Homo.

Borja Iglesias ya se perdió, por culpa de estos dos culpables de un fraude para la historia, 46 minutos del partido del domingo. Ni pudo seguir marcando goles, ni pudo ayudar a su equipo a redondear una victoria que estaba encarada desde el minuto 18 con el 1-0 de Toquero, en un partido igualado donde los de Tarragona, 11 contra 11, también pugnaron con intención por ganar. Fue el único damnificado en el momento justo de acontecer la incidencia. Los otros dos prosiguieron campando a sus anchas.

Pero, en principio, Figueroa Vázquez seguirá arbitrando en lo sucesivo sin que su negligencia le pase factura (habrá que vigilar la puerta de la 'nevera' por si el Comité Técnico de Árbitros le aconseja un tiempo de refrigeración). Y, por supuesto, Dimitrievski, un mentiroso alejado del juego limpio, volverá a defender la portería del Nástic de Tarragona este mismo fin de semana -si su entrenador, Rodri, así lo quiere-porque, en el fútbol español, los jueces deportivos no pueden entrar de oficio para sancionar y rearbitrar situaciones así aunque sean palmarias (en Inglaterra, por el contrario, Dimitrievski pasaría un largo tiempo de vacaciones y, probablemente, acabaría teniendo que buscar otros horizontes a corto o medio plazo).

El caso del Real Zaragoza, de Borja Iglesias, de este partido entre los aragoneses y el Nástic del pasado domingo, es un claro paradigma que puede servir de estudio para el futuro. Si alguien de los responsables del fútbol en España, en su fuero interno, piensa activar las intervenciones de oficio de los comités en casos graves o flagrantes, aquí tiene un ejemplo de cabecera, cristalino, irrebatible. Pero, mientras eso se rumia en silencio y penumbra, la liga sigue, el Real Zaragoza queda mellado y los dos protagonitas tóxicos de la jugada caminan a lo suyo como si nada.