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El éxito de Luis de la Fuente

Con inteligencia y carácter, el seleccionador ha vuelto a convertir a España en una referencia futbolística mundial.

EL entrenador de la selección española de fútbol Luis de la Fuente en la semifinal contra Francia de la Eurocopa.
EL entrenador de la selección española de fútbol Luis de la Fuente en la semifinal contra Francia de la Eurocopa.
ANNA SZILAGYI

Como ocurre con las familias felices, según el viejo dictamen de Tolstoi, todos los equipos felices se parecen. Lo que ya es más discutible es que los equipos desgraciados lo sean cada uno a su manera. No lo creo. Mi opinión es que unos y otros, los dichosos y los tristes, comparten algo esencial: la causa de su felicidad o de su infelicidad, que no es otra que su convencimiento o disconformidad con su idea de juego. El éxito de España en esta Eurocopa, que le ha devuelto al primer plano del fútbol mundial doce años después, solo se explica en base a esa poderosa convicción colectiva, como ocurrió entre 2008 y 2012. Escuchas estos días a los jugadores españoles, los ves en sus celebraciones, y es imposible no recordar aquellos años gloriosos y a sus protagonistas. El estado de ánimo del grupo es el mismo que entonces.

Y esto es obra de Luis de la Fuente, como antes lo fue de Luis Aragonés y de Vicente del Bosque. El técnico riojano, sencillamente, no lo ha podido hacer mejor. Su figura es la que saldrá más reforzada de esta Eurocopa. Gane o pierda la final, ahí quedarán sus seis victorias consecutivas, un récord histórico, llevándose por delante, entre otros, a Croacia, al último campeón de la Euro (Italia), a la anfitriona ( Alemania) y a la actual subcampeona del mundo (Francia). Y ahí quedará, sobre todo, el juego de España, un regalo para el espectador, el fútbol que todas las selecciones querrían jugar, como reconoció Luciano Spalletti, pero no pueden o en algunos casos no se atreven.

Visto con perspectiva su trabajo de los últimos meses, se puede decir que Luis de la Fuente ha sido inteligente en todos los sentidos. Sabía que no era un entrenador con glamour y prestigio, que tampoco tenía apoyos en los medios que cortan el bacalao desde Madrid y Barcelona, y que el terremoto Luis Rubiales le había dejado en una situación muy delicada, pese a haber ganado la Liga de Naciones. Por momentos, el seleccionador llegó a parecer eso que los anglosajones llaman "un pato cojo", alguien ya amortizado, a la espera del finiquito. Y, sin embargo, no solo ha resistido en el cargo sino que ha sabido hacerse fuerte.

Lo ha hecho apoyándose en unos jugadores en los que confía a ciegas. Les conoce desde niños y comparte con ellos una idea de juego con unos principios sólidos y sin dogmatismos absurdos. De la Fuente ha creado un equipo grande y versátil, al que le vale el frac y el mono de trabajo, un grupo realmente orgulloso de su estilo y convencido de su capacidad competitiva. Y a su alrededor ha impuesto un ambiente sano y tonificante. Lo que se está viendo durante estas semanas con los periodistas desplazados a Donaueschingen no se había vivido en una concentración de España desde 2010. Más allá de piques puntuales, se ha recuperado el buen rollo. Los jugadores hablan y conceden entrevistas, el seleccionador recuperó la comida con la prensa, que llevaba años sin celebrarse, y no puede ser más educado y accesible.

Seguro que los buenos resultados están contribuyendo mucho a esta concordia y que de ser malos el tiroteo sería endiablado, pero también es evidente la influencia positiva de Luis de la Fuente, que tanto contrasta con la arisquez de su predecesor, Luis Enrique. De la irritante soberbia del asturiano, de su cansino carácter perdonavidas, se ha pasado al talante conciliador, la bonhomía y la educación exquisita del riojano. Y la selección se está beneficiando de ello. Porque, al final, los equipos felices también acostumbran a estar rodeados de un ambiente al menos apacible. Por supuesto que hay excepciones de equipos capaces de ganar luchando contra todo lo que les rodea, buscando su fortaleza en el cierre de filas, en el espíritu de revancha, en el agrio deseo de callar bocas. Pero son una minoría.

En el caso de España, además, siempre he pensado que existía una contradicción flagrante, como si la bronca ambiental estuviera reñida con un estilo de fútbol que lo último que propone es la gresca. Si algo no encaja con una selección que es una referencia estética para todos los aficionados del mundo es verla llena de recelos y suspicacias, agria y ceñuda, rodeada de sacos terreros en su lugar concentración y detectando enemigos en cada esquina. Jugando con alegría, lo natural es vivir con alegría. En este sentido, podríamos decir que De la Fuente ha liberado a la selección tanto dentro del campo como fuera de él.

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